En la “civilizada” Europa se oye, de nuevo, el batir de los tambores. Estados Unidos agita el cuco de la amenaza rusa tratando de echar atrás los beneficios que significan para Europa el gasoducto que evitará el conflictivo territorio ucraniano.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
La agresiva política de Estados Unidos, que busca reforzar su declinante hegemonía mundial con amenazas constantes y actitud de cowboy en cantina del viejo Oeste a la seguridad de sus rivales, provoca escaramuzas riesgosas en todo el mundo. Ahora es con la Federación Rusa en la frontera con Ucrania, hasta donde quiere ampliar la presencia de la OTAN; pero también es con China y su entorno, en donde utiliza a Taiwán como permanente punta de lanza de un constante hostigamiento del que se hacen eco sus aliados en la zona, especialmente Japón, Australia y Nueva Zelanda.
El cariz que ha tomado el enfrentamiento con la Federación Rusa debería preocupar a todos, sobre todo porque la política mundial y la de las grandes potencias está cada vez más manejada por irresponsables e ignorantes, que pueden llevar al mundo a un holocausto de tal magnitud que lo único que haría sería adelantar el casi eminente colapso que vivirá la humanidad debido al cambio climático.
En la “civilizada” Europa se oye, de nuevo, el batir de los tambores. Estados Unidos agita el cuco de la amenaza rusa tratando de echar atrás los beneficios que significan para Europa el gasoducto que evitará el conflictivo territorio ucraniano. Para ello, agita la posibilidad de erizar la frontera ruso-ucraniana con misiles nucleares que le significarían una ventaja estratégica irreversible.
Recuérdese que en Centroamérica y el Caribe ya hemos vivido en el pasado las consecuencias de estas disputas fronterizas entre las grandes potencias. La crisis de los misiles en los años sesenta y la guerra de los contras en los ochenta son ejemplos que deben venirnos a la mente, sobre todo ahora que se insinúa la posibilidad de que, como contrapartida de lo que hacen los Estados Unidos en Ucrania, la Federación Rusa pueda obtener el asentimiento cubano para colocar armamento similar a 90 millas de sus costas.
Es un juego de insensatos en el que, sin comerla ni beberla, participamos todos, y Centroamérica es una región especialmente sensible en la que en cualquier momento puede encenderse de nuevo el polvorín. Hay tendencias que parecen anunciarlo, y a los que debemos prestar atención: la cada vez mayor presencia de China con megaproyectos de infraestructura sin parangón en la actualidad, que rivalizarían con el Canal de Panamá y se inscribirían en la famosa Ruta de la Seda, tiene cada vez nervioso a Washington.
Es la otra faz de la tan cacareada y prometida “ayuda” al desarrollo de los Estados Unidos para Centroamérica, que tiene como objetivo tratar de frenar in situ las oleadas de migrantes que parten hacia su territorio, que sin embargo nunca cuaja. Sin mucha retórica, China, da pasos que la van afianzando en la región con proyectos de mutuo beneficio, pero que también son la base que puede despertar el enojo de quien se cree amo y señor de estos territorios.
Así que el conflicto en la frontera entre Ucrania y la Federación Rusa no debemos verlo como algo lejano que no nos atañe, y deberíamos poner las barbas en remojo, puesto que las de los europeos ya están ardiendo.
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