Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
El más evidente e inmediato de estos, porque está exacerbando las desigualdades históricas y estructurales de nuestras sociedades, es el del brutal impacto socioeconómico y sanitario de la pandemia del covid19, que ha evidenciado -para quienes todavía tenían dudas- que la sujeción de los Estados y las instituciones al orden dominante es el camino más corto para llevarnos al colapso. Hoy más que nunca se requiere fortaleza política para que los Estados realmente sean capaces de orientar y garantizar la construcción del bien común, y nada de esto se logra bajo la aceptación acrítica de los dogmas neoliberales. Sin una ruptura con ese modelo, la esperanza de los cambios que podrían llegar, estaría condenada a morir ahogada en el gatopardismo.
Esto es algo que organizaciones, movimientos y liderazgos populares y progresistas deben tener presente, en una coyuntura en la que, nuevamente, la región se encuentra a las puertas de experimentar un giro a la izquierda -reconociendo la diversidad de las expresiones políticas que, bajo este signo, actúan en cada país-, como lo sugieren los triunfos de Xiomara Castro en Honduras y Gabriel Boric en Chile, así como las importantes posibilidades de victoria que impulsan las candidaturas de Gustavo Petro en Colombia y Lula da Silva en Brasil. Ya no es suficiente con aprovechar, en el plano electoral, la crisis que sufre el modelo neoliberal en América Latina. Se requiere impulsar una profunda revolución cultural, para forjar una nueva hegemonía superadora del capitalismo.
Como dijera Fidel en la referida cumbre de Monterrey, “hay que repensar todo lo creado desde Bretton Woods hasta hoy”, porque en la configuración del orden mundial impuesto desde el final de la Segunda Guerra Mundial “prevalecieron los privilegios y los intereses del más poderoso”, y sus principios y su lógica de acción resultan insuficientes para resolver “la tragedia económica, social y ecológica de un mundo que será cada vez más ingobernable, donde habrá cada día más pobres y más hambrientos, como si una gran parte de la humanidad sobrara”.
Lo que tenemos ante nosotros, al inicio de un nuevo año, es el camino que siempre está por recorrerse, el más largo pero también el más necesario: el de las luchas por la justicia social, con todos y por el bien de todos -al decir de José Martí-, y por la construcción de sociedades con democracias reales y profundas -no solo formales y superficiales-, que ofrezcan a sus ciudadanos oportunidades para desarrollarse y crecer en proyectos individuales y comunitarios. Y sobre todo, sociedades en las que la vida sea digna de ser vivida.
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