sábado, 29 de enero de 2022

Los riesgos del Foro

 Estamos inmersos en una crisis del proceso mismo de globalización, amenazado hoy en su curso original por las consecuencias de su propio desarrollo.

Guillermo Castro H./ Especial para Con Nuestra América

Desde Alto Boquete, Panamá


El Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) ha publicado la 16ª edición de su Informe de Riesgos Globales.[1] Elaborado a partir de una encuesta a un millar de empresarios, científicos y comunicadores, el Informe busca identificar y analizar “los riesgos clave que emanan de las tensiones económicas, sociales, ambientales y tecnológicas actuales.” 

 

En esta ocasión, el Informe aborda las consecuencias económicas y sociales de la pandemia de COVID-19, las cuales – dice – “continúan representando una amenaza crítica para el mundo.” Sin embargo, el verdadero tema de fondo es el de las crecientes dificultades que encara el proceso de transición desde la organización internacional del sistema mundial hacia otra que podríamos llamar transnacional, así sea tentativamente.

 

En esta perspectiva, solo el 16 % de los encuestados expresa optimismo sobre las perspectivas del mundo, y solo el 11 % cree que la recuperación global se acelerará. En cambio, la mayoría espera “que los próximos tres años se caractericen por una volatilidad constante y múltiples sorpresas o trayectorias fracturadas que separarán a los ganadores y perdedores relativos.” 

 

La mayoría de los encuestados señala a los riesgos sociales y ambientales como los más preocupantes en un horizonte de cinco años, y a los ambientales como los más críticos y potencialmente dañinos para un plazo de 10 años, en particular los relacionados con el fracaso de la "acción climática", el “clima extremo” y la “pérdida de biodiversidad.” Para el mismo plazo, los encuestados también señalaron las "crisis de la deuda" y las "confrontaciones geoeconómicas" como algunos de los riesgos más graves. Finalmente, dice el Informe, los riesgos tecnológicos como la "desigualdad digital" y la "falla de ciberseguridad", constituyen otras amenazas críticas a corto y mediano plazo. 

 

Esta visión del WEF otorga especial importancia a la persistencia de los desafíos económicos derivados de la pandemia. Las perspectivas de recuperación siguen siendo débiles, agravadas como están por “los desequilibrios del mercado laboral, el proteccionismo y la ampliación de las brechas digitales, educativas y de habilidades”, que generan “el riesgo de dividir el mundo en trayectorias divergentes.” 

 

“Las presiones internas a corto plazo”, añade el Informe “dificultarán que los gobiernos se concentren en las prioridades a largo plazo y limitarán el capital político asignado a las preocupaciones globales.” Con ello, la “erosión de la cohesión social” – forma elegante de referirse al deterioro de la hegemonía neoliberal en lo ideológico – es percibida como “una de las principales amenazas a corto plazo”, lo cual crearía el riesgo de que las disparidades “que ya eran un desafío para las sociedades” incrementen “la polarización y el resentimiento dentro de las sociedades.” 

 

En el plano ambiental, existe especial preocupación por el cambio climático, que se manifiesta “en forma de sequías, incendios, inundaciones, escasez de recursos y pérdida de especies, entre otros impactos” – que incluyen las crecientes pérdidas de las empresas de seguros, y las potenciales de las empresas de combustibles fósiles. Y aún así, el Informe hace constar que “alejarse de las industrias intensivas en carbono, que actualmente emplean a millones de trabajadores, desencadenará volatilidad económica, profundizará el desempleo y aumentará las tensiones sociales y geopolíticas.” 

 

Los factores de riesgo incluyen a pilares fundamentales del proceso de globalización, como es el caso de las tecnologías de la información y la comunicación. “La creciente dependencia de los sistemas digitales”, dice el Informe, “ha alterado las sociedades.” Así, la rápida digitalización de las empresas ha estimulado el trabajo remoto y la multiplicación de plataformas y dispositivos que facilitan este cambio. Al propio tiempo, se han incrementado las amenazas a la ciberseguridad, “con consecuencias que van desde los ataques a sistemas grandes y estratégicos hasta el incremento de la desinformación, el fraude y la falta de seguridad digital.” 

 

La creciente inseguridad resultante de las dificultades económicas, la intensificación de los impactos del cambio climático y la inestabilidad política ya están obligando a millones de personas a abandonar sus hogares en busca de un futuro mejor en el extranjero. Con ello, tienden a incrementarse las barreras de entrada a quienes migran en busca de oportunidades o refugio. Estas barreras, a su vez, “crean el riesgo de bloquear un camino potencial para restaurar los medios de vida, mantener la estabilidad política y cerrar las brechas laborales y de ingresos”, y exacerban “las tensiones internacionales, pues cada vez más son utilizadas como instrumento geopolítico.”

 

Cabría decir, en breve, que estamos inmersos en una crisis del proceso mismo de globalización, amenazado hoy en su curso original por las consecuencias de su propio desarrollo. El cambio tecnológico que lo ha sustentado ha ocurrido en el marco de la creciente ineficacia de la organización internacional del sistema mundial entre las décadas de 1950 y 1960, debilitada a partir de la de 1990 por el ascenso del neoliberalismo, la más resistente al cambio político de entre todas las ideologías contemporáneas. 

 

Para decirlo a una vieja usanza, este deterioro ha llegado al punto en que las fuerzas productivas generadas por la IV Revolución Industrial han entrado en contradicción con las relaciones de producción y la superestructura política del sistema mundial. Con ello, la política se acerca cada vez más a su forma extrema, que es la confrontación militar, sin llegar aún a ella por aquello de que todos quieren ir al cielo, pero nadie quiere llegar primero, empezando por quienes más promueven la confrontación en Eurasia, en busca de una victoria en que las bajas las pongan los europeos y, quién sabe, todos los demás, incluyéndonos, si la crisis se pone nuclear.

 

Alto Boquete, Panamá, 27 de enero de 2020

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