Adalberto Santana / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México
Uno de los elementos que más identificación se tiene en la relación entre China y América Latina y el Caribe ha sido el proceso migratorio entre estas dos entidades a lo largo de la historia y de la conformación de la actual cultura latinoamericana de manera específica. Así, en el proceso histórico de ambas regiones figura de manera preponderante el flujo migratorio de chinos en el llamado Nuevo Mundo. Tema que en los inicios del siglo XXI sigue siendo un tema central de las relaciones entre estos países.
Recordemos que China a la largo de su historia como nación imperial constantemente veía mermando su economía cuando millones de sus ciudadanos tenían que emigrar a otras regiones del mundo para sobrevivir en una especie de trabajo semiesclavo. Fueron grandes contingentes de trabajadores chinos los que construyeron el Canal de Panamá o el ferrocarril que cruzaría de lado a lado el territorio estadunidense. La gran diáspora china había llegado a diversos puntos del planeta. Los migrantes asiáticos más humildes habían aportado con su trabajo y con su vida en muchos casos al crecimiento económico y de infraestructura de una diversidad de economías del mundo. Así, América Latina y el Caribe no estuvo ajena a ello. Por el contrario, a la región arribaron un destacado flujo de pobladores asiáticos en el siglo XIX y a principios del XX. Tal como fue la llegada de miles de ciudadanos chinos para la construcción del Canal de Panamá. Pero también en Cuba, donde se había prolongado la explotación del trabajo esclavo, ahí también encontramos importantes flujos migratorios forzados después de la independencia en la mayoría de las naciones latinoamericanas. Al respecto el antropólogo cubano Jesús Guanche en su libro “Componentes étnicos de la nación cubana” ha señalado que: “En el caso particular de México figura en Cuba la presencia de indios yucatecos (mayas) desde el mismo siglo XVI hasta fines del siglo XIX, pues aparecen en condiciones de explotación y servidumbre junto con los esclavos africanos y criollos, así como con los culíes chinos”.
Conviene comprender que los llamados culíes eran aquellos trabajadores asiáticos (chinos, filipinos e indostanos) que emigraban contratados a diversos países americanos que eran expulsados por la superpoblación agraria y el atraso de sus economías semifeudales prevalecientes. Tal como lo menciona el mismo Guanche: “El comercio de culíes, cuyo inicio esta ligado a la necesidad de fuerza de trabajo en las plantaciones coloniales de Asia Oriental, extendió rápidamente su radio de acción hacia otras regiones, entre ellas Cuba, donde la contradicción esclavitud-abolición había creado una grave situación económica. No fue casual que Gran Bretaña haya sido la potencia abanderada de este nuevo tráfico de mano de obra contratada”.
Los trabajadores chinos en virtud del sistema de contratación, llegaron a Cuba como a otros países latinoamericanos a mediados del siglo XIX. Así, en 1844, en “Jamaica, Trinidad y la Guyana empezaron a recibir contingentes de culíes hindúes y algunos chinos que se vendían de 70 a 80 pesos por cabeza”, nos dice José Baltazar Rodríguez, en su obra “Los chinos de Cuba”. Agregando Jesús Guache que: “Los primeros contingentes llegaron procedentes de Manila (Islas Filipinas), que era un reducto colonial de España en Asia. Cuando el culí era atrapado o reclutado lo conducían a un depósito de hombres; allí era obligado a aceptar un contrato cuyo texto había sido redactado e impreso en chino y español. Después de firmado el contrato, el individuo permanecía encarcelado hasta que era conducido al buque que lo llevaría a América. Para tratar de evitar estadísticamente la alta mortalidad durante la travesía, y no sobrepasar el 10%, los agentes del tráfico se ponían de acuerdo con el cónsul de España en Macao y embarcaban una cantidad mayor de chinos que los sumados.
De tal manera que, en la mayor de las Antillas junto con Perú, destacaron como los países donde más se realizó esta migración forzada. Algunos datos como los de Zhang Kai, en su libro “Historia de las relaciones sino-españolas”, nos indican que en dos décadas fueron llevados y vendidos en Cuba entre los años de 1853 y 1873 un número que llegó a 132,425. Incluso se estimó que tan solo en ese país caribeño llegaron entre contratados y los de entrada clandestina, un estimado de 150 mil chinos. Pero también se ha señalado que hacia mediados del siglo XIX, entre 1860 y 1875, precedentes de California, vía México y de Nueva Orleans, llegaron a Cuba cerca de 5,000 chinos que habían estado en los EU empujados por la fiebre del oro. Estos estuvieron ubicados principalmente en los que se refiere a labores agrícolas, en el trabajo en los cañaverales, tabaco, cafetales y ganadería. En tanto que aquellos emplazados en poblaciones menos rurales se dedicaban en el trabajo doméstico o bien el comercio y la industria azucarera, pero también en la construcción del ferrocarril. Un dato sobrecogedor de esta situación de la trata de estos trabajadores asiáticos reveló según Guache, que: “En la década de 1850-1860, Cuba tuvo la más alta tasa de suicidios a nivel mundial, debido principalmente a que los culíes recurrían a quitarse la vida de forma masiva como un modo de evasión de la tortuosa situación en que se encontraban”. Producto de esta situación explica que estos trabajadores chinos durante la Guerra de los Diez Años, también se incorporaron a la gesta libertaria.
En el siglo XXI podemos encontrar que la relación de los países latinoamericanos con la República Popular China avanza por nuevos derroteros, mucho más constructivos. Si bien la presencia de migrantes chinos en la región latinoamericana y caribeña es significativa, en el momento actual se inserta en la nueva dinámica de un intercambio comercial, empresarial, técnico, educativo y cultural. Especialmente China se ha transformado en la gran economía que en poco tiempo tendrá la hegemonía económica, pero sin intervenciones militares. Por el contrario apuesta a la cooperación global. De tal suerte que en los inicios del siglo XXI, más de 150 millones de ciudadanos chinos tienen ya los ingresos suficientes para viajar como turistas al exterior, encontrando en nuestra América un lugar con grandes expectativas no únicamente para el trabajo, sino también para la recreación y el paseo.
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