sábado, 5 de febrero de 2022

Argentina: Encuentros y desencuentros

 La espada de Damocles que significó llegar a un acuerdo con el FMI, trajo la renuncia de la presidencia de Diputados de Máximo Kirchner, el hijo de los ex presidentes Néstor y Cristina, por cómo se manejó la negociación y sus términos, y es entendible.

Roberto Utrero Guerra / Para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

Vinicius de Moraes, el diplomático, el blanco más preto de Brasil, en el recitado de su Samba da bencao dice “La vida es el arte del
 encuentro aunque haya tanto desencuentro por la vida”, frase que nos llevaba a discutir con mi amigo Sergio Couri, entonces Cónsul General de Brasil en Mendoza, porque él opinaba lo contrario le citaba a Vinicius; para él, la vida era un desencuentro permanente y daba sus ejemplos personales. Eran tiempos de Lula en el gobierno y se notaba, más allá de nuestras diatribas, las posibilidades que existían dentro de ese progresismo, como se identificaría más tarde a ese proceso político. Con él pudimos organizar en 2013, un encuentro de escritores brasilienses, (originarios de Brasilia) y mendocinos, puesto que ambas comunidades coincidían en ser habitantes del desierto y, consecuentemente, participar de identidades espirituales semejantes. 
 
Aislados del resto del mundo, contemplábamos el cielo con la misma curiosidad y podíamos identificarla en nuestras creaciones artísticas, salvando las distancias y particularidades de cada región. Una manera de confraternizar cuando las voluntades coinciden. Allí nos encontramos con seres entrañables, cuya amistad trasciende la lengua, el tiempo y la distancia. Sin embargo, fue con el cónsul adjunto, Carlos Reis con quien compartí una estrecha amistad y nuestras charlas de literatura y cultura nos hacían olvidar del tiempo; nuestras sobremesas eran interminables. A él le debe Mendoza y la Universidad Nacional de Cuyo la creación de la carrera de portugués y un programa de becas entre ambos países.
 
Cuando asumió Dilma Rousseff a la presidencia, comenzaron los recortes al servicio exterior y todo aquello se vino a pique, hasta la sede del Consulado General se trasladó a un edificio más chico y modesto y hubo reducción del personal.
 
Traigo a colación este recuerdo porque hablamos de memoria, de sucesos en que hemos participado, hechos en que hemos estado involucrados de cuerpo y alma. De allí la referencia a encuentros y desencuentros.
 
Encuentro fue construir el Frente de Todos, una asociación de voluntades, una alianza que, inteligentemente convocó Cristina Fernández en mayo de 2019, cuando fue necesario despertar al peronismo del letargo en que había caído con el triunfo del neoliberalismo con Macri y posteriormente ganar el gobierno, ejercido por Alberto Fernández. 
 
Desencuentros son lo que han ido sucediendo a partir de que asumió una administración quebrada y luego aplastada por una pandemia global de la que no se tenía ninguna experiencia. 
 
La espada de Damocles que significó llegar a un acuerdo con el FMI, trajo la renuncia de la presidencia de Diputados de Máximo Kirchner, el hijo de los ex presidentes Néstor y Cristina, por cómo se manejó la negociación y sus términos, y es entendible; entendible desde el punto de vista que su padre, pagó la deuda con el Fondo y lo sacó al país de su férula. Fue una recuperación de la soberanía que no es un tema menor. En tiempos de mezquindades, rescatar la coherencia y dignidad es importante. Lo que no quiere decir que el presidente Alberto Fernández y su ministro de Economía no hayan hecho lo correcto dentro del angosto pasillo de posibilidades que les otorgaba la negociación con ese perverso organismo. Del resultado dependían los contratos y convenios a desarrollar con Rusia y China en estos días. Porque convengamos, el entramado financiero es tan negro y enmarañado, que las organizaciones de sendos países recién ahora ven con buenos ojos todo lo realizado por esta gestión.
 
Pero veamos en perspectiva, recuperemos el ejercicio de la memoria, esa actitud tan criticada y vapuleada por las nuevas derechas que en principio se erigieron difundiendo el eslogan de no venir de la política, de apolíticos, para luego ejercerla haciendo borrón y cuenta nueva cada día, de modo de devastar una sociedad y mirar con ojos de yo no fui como lo han hecho muchos. 
 
Haciendo uso de ese privilegio de la memoria, instrumento indispensable de la historia oral de los pueblos antes de la escritura, trasladado de generación en generación, de padres a hijos en una cadena interminable. Teniendo en cuenta ese atributo que sirvió a Pablo Neruda para escribir Confieso que he vivido o a José Saramago Pequeñas memorias, para referirse a su infancia en Aziñaga junto a sus abuelos, puedo rescatar de ese olvido en que incurren las noticias de cada día que sepultan a las de ayer y antes de ayer. Esto me permite comparar la decisión del diputado Máximo Kirchner y el actual diputado por Mendoza, Julio César Cobos.
 
Conozco de vista a Julio César Cleto Cobos, ambos somos mendocinos y nos hemos cruzado muchas veces, porque ha vivido en un barrio frente al mío. En tren de confidencia, yo suelo ir caminado y el corriendo por la avenida Champagnat; de lejos lo reconozco por sus patas de catre (genu valgum o piernas en X según la identificación de los especialistas), pero mucho más lo reconozco como tránsfuga, por su predilección a cambiar de bando sin que se le mueva un pelo, lo que indica su cara de piedra. 
 
Ingeniero en construcciones y decano de la Facultad Regional de la Universidad Tecnológica Nacional UTN, se afilió en 1991 a la Unión Cívica Radical UCR, a la Alianza (1997-2001), a Concertación Plural (2006-2008), a Consenso Federal (2008-2011), al Frente Amplio UNEN (2014-2015), a Cambiemos (2015-2019), y a Juntos por el Cambio (2019); siete partidos justifican ampliamente identificarlo por su reiterado transfuguismo, oportunismo o el adjetivo que le quepa.
 
En la función pública, ingresó a la Municipalidad de la Ciudad de Mendoza como Subsecretario de Urbanismo y Vivienda. Luego fue Secretario de Obras Públicas y Ministro de Ambiente y Obras Públicas de Roberto Iglesias. Al terminar el período de Iglesias en 2003, asumió como gobernador de la Provincia hasta 2007, momento en que Cristina Fernández de Kirchner lo elige como compañero de fórmula, hecho que le cuesta la expulsión de la UCR.
 
Su voto “no positivo” en el Senado por las retenciones de la 125 el 17 de julio de 2008, traicionando la confianza que había depositado la entonces presidenta, lo transformó en un “héroe” por la prensa hegemónica y fue el puntapié inicial en la construcción de la alianza Juntos por el Cambio que gobernaría en 2015. Muchos miles de millones de dólares estaban en juego por lo que algún desliz de dinerillos suele ser un justificativo menos oneroso para nuestra mente. 
 
Todavía recuerdo su gesto, su expresión dubitativa, su voz entrecortada apenas audible: Que la historia me juzgue, pido perdón si me equivoco. Mi voto... Mi voto no es positivo... mi voto es en contra"[1], porque me quedé levantado hasta la madrugada viendo la sesión por televisión a sabiendas lo que esto acarrearía. La historia, esa disciplina madre de las ciencias sociales, no juzga, juzgan los hombres. De ese senador melindroso que muestran los videos de Youtube, al hombre exitoso que fue aplaudido a su paso en su viaje en automóvil desde Buenos Aires a Mendoza por los productores pampeanos, fue un antes y un después. Muchos de aquellos productores cortaron rutas con sus 4x4 y luego se transformaron en legisladores del PRO. Pero bueno… volvemos al tema incómodo de la memoria y la historia.
Cobos, dos veces senador y dos veces diputado, cargo que ejerce actualmente, se muestra como persona respetable, reposada y digna de consulta y crédito. Pero… los ciudadanos que él representa saben que es lo contrario, su cargo nunca fue a título personal, siempre respondió a un partido, el que a su vez concita valores e ideas particulares y precisas. De ahí deriva que su espesor moral asusta y por ello es que se hace necesario rescatarlo en estos momentos que se dirimen actitudes morales entre un veterano como él y un joven impetuoso como Máximo que no banca agachadas ni dobleces.

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