sábado, 14 de enero de 2023

La locura desbordada

 Lo ocurrido este domingo en Brasilia al cumplirse una semana de la asunción el primer día de enero de 2023 de Inácio Lula da Silva como presidente de Brasil, es la crónica de una muerte anunciada, dentro de esa atmósfera de locura desbordada que rodea la realidad política de los países de la región y el mundo desde hace varios años y ha corroído los sistemas democráticos, llegando a estas irrupciones ¿incontroladas? de la conducta humana.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América

Desde Mendoza, Argentina


Si en algo coinciden los escritores y pensadores, es en la locura de este nuevo milenio, con este siglo de cambiantes denominaciones, desde la mal llamada globalización hasta la sociedad líquida de Bauman y la sospecha de toda la parafernalia tecnológica de la era digital, sobre todo con una pandemia que paralizó al planeta y mantuvo recluida a la población. Todo cambió, las grandes catástrofes que se avizoraban lejanas hace apenas unas décadas, se precipitaron una a una y a la vez, todas juntas. Todo lo que parecía sólido perdió consistencia. La democracia como los derechos y desde luego, deberes consagrados, se han puesto en duda por individuos que semejan zombies como en la peor de las distopías imaginadas, desde El mundo feliz de Aldous Huxley (1932), pasando por La guerra de las salamandras de Karel Kapec (1935), 1984 de George Orwell y nuevamente Huxley, revisando su primera novela en 1955.

 

No hay otra palabra que defina mejor que distopía, un suicidio colectivo llevado por un odio inexplicable, inhumano. Ensayo macabro llevado al extremo por ese entorno digital, algo totalmente opuesto a lo que Manuel Castells anticipó en La era de la información, como otros tantos pensadores que observaban con optimismo los beneficios del progreso de las tecnologías de la información y la comunicación, las viejas Tics. 

 

No fue así. El resultado está a la vista. … “la moderación algorítmica de contenidos se desarrolló en parte para responder a la desinformación política y a los mensajes de incitación al odio en contextos polarizados; y los activistas han innovado de manera frecuente en el desarrollo de herramientas tecnológicas con fines sociales y políticos. La imbricación de la política con el entorno digital ofrece una ventana a sus cuatro características distintivas: totalidad, dualidad, conflicto e indeterminación.”[1]

 

Los hechos vandálicos producidos en Brasilia y que han destruido reliquias artísticas y arquitectónicas fue premeditado y financiado por los seguidores del ex presidente Bolsonaro que, como Pilatos, intenta desde Miami lavarse de responsabilidades cuando las evidencias lo condenan. Es más, hasta parece una salida infantil su hospitalización, además de sus elevados gastos personales realizados con las tarjetas corporativas de la presidencia, conforme avanzan las investigaciones ordenadas estos días. Noticias demasiado descalabradas para que los medios afines traten de evitarlas. De alguna manera, los medios hegemónicos creen lavar su propia imagen si hacen leña con el árbol caído.

 

En este sentido, cabe observar que los autócratas que lideran las ultraderechas tienen personalidades muy particulares, Donald Trump, Piñera, Bolsonaro y Macri, tres empresarios y un ex capitán, no se destacan por una elocuencia ni alta formación. Esto sin restarle gestos de seducción que los hicieron atrayentes al electorado; claro, un electorado muy particular proclive al fanatismo en gran escala. Esto condujo, como expone un especialista, “la ultraderecha aliada con la tecnología condujo a una democracia al colapso: el montaje macabro se inició a gran escala en 2016 con las tecno manipulaciones a que dio lugar el voto a favor del Brexit en Gran Bretaña, siguió en el mismo año con la elección de Donald Trump en los Estados Unidos y el posterior trágico final de su mandato (2021) con la ocupación del Capitolio. El último capítulo se escribió en Brasil con el ataque a los tres pilares de la democracia: la presidencia, la Corte Suprema y la Asamblea Nacional.”[2]

 

Esa tarea de especialistas en comunicación, en redes, con cientos de trolls a disposición fueron introduciéndose en la cabeza de los ciudadanos, los que sumisos, desbarataron todas las instituciones conocidas de la democracia, incluso apoyando acciones en contra de sus propios derechos e intereses, del mismo modo hipnótico con que las farolas atraen a las mariposas. No hay otra explicación posible.

 

Lula tuvo el 87% de aprobación el último mes de su gestión anterior, según IBOPE y su triunfo en esta oportunidad se logró con un 50,9% frente al 49,1% de su oponente, Jair Bolsonaro, quien prófugo no intentó hablar ni con su vicepresidente, el general Hamilton Mourao. 

 

Pero la erosión comenzó mucho antes. Primero fue el escándalo del “Lava Jato” que destapó una trama de corrupción multimillonaria a nivel regional, cuya judialización fue llevada a cabo por el juez Sergio Moro, luego acusado de parcialidad en la condena de Lula por el Supremo Tribunal Federal en marzo de 2021, donde el ex presidente fue acusado de corrupción pasiva y lavado de dinero; acusación que lo mantuvo 580 días en prisión.[3]

 

A ello se suma el juicio político y la destitución de su sucesora, Dilma Rousseff, la traición de su vice, Michel Temer al quedar a cargo del gobierno y el crecimiento de la ultraderecha favorecida por las law fare y los medios de comunicación que impusieron un modo de hacer política, no sólo en la región – como mencionábamos más arriba –, sino en el mundo, como sucedió en los EEUU con Donald Trump.

 

La rápida y decidida acción de Lula individualizando a los responsables ideológicos y materiales, determinando que las puertas de los edificios no fueron forzadas, porque alguien las abrió, puso en evidencia la complicidad del Ejército y la policía, lo que obligó a la intervención del Distrito Federal. 

 

Las investigaciones en marcha, han hecho poner las barbas en remojo a ese grueso de uniformados que soñaban con tomar el poder como en sus ¿gloriosos? años que van de 1964 a 1985.

 

De su pericia y acciones sorpresa, investigar y poner a disposición de la justicia a todos los involucrados, recuperar todos los mecanismos del Estado para mejorar las condiciones de la sociedad en la emergencia social en que se encuentra, y volver rápidamente a tener protagonismo en el entorno internacional, comenzando por la inmediata vecindad que aguarda su fortalecimiento. Esto es, entre otras cosas que escapan a nuestro conocimiento, volver a la CELAC, recuperar el MERCOSUR, desarrollar el Banco del Sur; cuestiones éstas que seguramente tratará con su par argentino en los próximos días.

 

Porque desde luego, nuestro destino y el resto de la región, depende de estas acciones y, porque además, Ignácio Lula da Silva – a nivel interno –, debe intentar seducir a esa masa opositora, ahora desborda por la locura. 



[1] Pablo Boczkowki, Eugenia Mitchelstein, El entorno digital, breve manual para entender cómo vivimos, aprendemos, trabajamos y pasamos el tiempo libre hoy, Siglo XXI Editores, Bs. Aires, 2022. P. 131.

[2] Eduardo Febbro, Brasil hoy: El macabro montaje tecno de la ultra derecha, Página 12, 10 de enero 2023.

[3] Gerardo Lisardy, Por qué el mayor caso anticorrupción de América Latina enfrenta un "final funesto" en su país de origenBBC News Mundo, 25 marzo 2021.

No hay comentarios: