Se trae a colación el acto de traición de Bruto, el del ser querido, el menos esperado y por lo tanto el más doloroso, a propósito de la oposición del gobierno de Brasil a la incorporación de Venezuela a los BRICS en su última reunión en la ciudad rusa de Kazán.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
El 15 de marzo del año 44 antes de nuestra era, el general Julio César -conquistador de la Galia, cónsul de Roma- fue asesinado en el senado romano por una conspiración de sesenta senadores que lo acuchillaron cuando se dirigía a ocupar su lugar en el hemiciclo del senado. Entre los conspiradores se encontraba su querido hijo adoptivo Marco Junio Bruto, conocido como Bruto, y César -al verlo entre sus asesinos- exclamó: “¡También tú, oh Bruto!”, y se entregó a la muerte.
Bruto es visto como el ejemplo del traidor desde que William Shakespeare, en 1599, inmortalizara el acto de traición en su tragedia Julio César, basado en el relato de Suetonio, historiador y biógrafo romano.
Se trae a colación el acto de traición de Bruto, el del ser querido, el menos esperado y por lo tanto el más doloroso, a propósito de la oposición del gobierno de Brasil a la incorporación de Venezuela a los BRICS en su última reunión en la ciudad rusa de Kazán, en donde se aceptó la incorporación de Cuba y Bolivia, y en la que existía la anuencia para su incorporación tanto de Rusia, anfitriona que recibía la presidencia, como de China y la India, las otras grandes potencias originariamente promotoras del grupo.
Luis Inacio “Lula” da Silva, quien tuvo el apoyo solidario incondicional de Venezuela cuando fue perseguido y encarcelado por la derecha brasileña con el afán de evitar su postulación a la presidencia de su país.
Lula, quien se destacó en sus primeros dos mandatos por sus iniciativas latinoamericanistas junto a Kirchner, Evo, Correa, Mujica y, cómo no, Hugo Chávez; por propulsar las relaciones sur-sur; por políticas sociales inclusivas que llevó a 9 millones de brasileños a salir de la pobreza y pasar a formar parte de la clase media.
Un Lula combativo, en el que se sentía su raigambre de dirigente obrero, sus gestos de profundo humanismo, que le valieron una aprobación sin precedentes del pueblo brasileño que lo llevaron a dejar el poder con un 70% de aprobación.
Seguramente eran otros tiempos. Era el momento que hemos conocido como la primera ola del progresismo, cuando el espíritu integracionista latinoamericano llegó a cotas que no había alcanzado nunca antes desde la independencia, y florecía la esperanza de una América Latina unida y fuerte, al punto que los mismos Estados Unidos tuvieron que asumir posturas inimaginables hasta apenas unos pocos años antes, como la de no oponerse a la posible reincorporación de Cuba a la OEA.
Ese Lula, evidentemente, es otro Lula al de este nuevo mandato presidencial. Es el Lula de la segunda ola progresista, en donde ya no están los Kirchner, ni los Correa, ni los Chávez, y en su lugar aparecen figuras como la de Gabriel Boric, de Chile, que destiñen la posibilidad de una América Latina de posiciones progresistas independiente y con peso en el orden global.
Este nuevo Lula es el que hoy le da la espalda a Venezuela. Lo menos esperado, lo más doloroso: “¿También tú, oh Lula?”
2 comentarios:
Querido Rafael, coincido totalmente con tu comentario. En momentos en que pululan mequetrefes como Milei, en lugar de consolidar posiciones fuertes aparecen tibiezas como las de Lula y las de Boric. A pesar de todo, no es tiempo para perderlos, será cosa de que retomen la senda revolucionaria, aunque sólo se trate de una revolución democrática, electoral.
Coincido totalmente con tu postura, querido Rafael. En momentos en que pululan mequetrefes como Milei, de ningún modo se pueden bajar los brazos y tener actitudes tibias como las de Lula o las de Boric. Habrá que conseguir que retomen el camino por el cual fueron elegidos, aunque sólo se trate de una revolución democrática, electoral.
Publicar un comentario