sábado, 12 de octubre de 2024

México: La agenda transformadora de la Presidenta

 Sin duda, lo más impactante del discurso de posesión de la presidenta se México Claudia Sheinbaum fue la reivindicación de la mujer. Mexicana y latinoamericana.

Consuelo Ahumada / Para Con Nuestra América


Estar en la capital mexicana durante el cambio de gobierno, vivir en la universidad, el transporte público, las calles y el zócalo la enorme movilización social y fervor popular, es una experiencia inolvidable.

Claudia Sheinbaum ganó la presidencia con una votación cercana al 60 %, al frente de una coalición y el pueblo mexicano le dio la oportunidad de profundizar el proyecto exitoso de AMLO. Se trata ahora de construir el segundo piso de la cuarta transformación (4T) y para lograrlo, cuenta con mayoría calificada en el Congreso.

 

Es cierto que se vio favorecida por la herencia que le legó su antecesor, quien salió con una aprobación popular entre el 74 y el 78%. “Es un honor estar con Obrador”, se coreaba en las calles, alternándolo con “Es un honor estar con Claudia hoy”.

 

La aprobación recibida tiene que ver con sus logros en cuanto a la reducción de la pobreza. Según datos oficiales nacionales e internacionales, durante su sexenio salieron de ella casi 9 millones de personas. Medidas como el incremento de pensiones y salarios fueron determinantes.

 

Hizo una fuerte inversión en diversos programas sociales que beneficiaron a los sectores más pobres y vulnerables, en especial, personas mayores, jóvenes y mujeres. Creó 145 universidades e institutos universitarios y asignó numerosas becas. Desarrolló también programas de apoyo a la producción campesina, infraestructura, transporte, créditos subsidiados.

 

El lema de la 4T: No robar, no mentir, no traicionar al pueblo, caló hondo entre la población. En un país con una elite extremadamente corrupta, en donde gobernante tras gobernante llenaron sus arcas y las de sus amigos, a costa de la miseria del pueblo. Por supuesto, la presidenta se comprometió a darle continuidad de estos principios.

 

Hay graves problemas de inseguridad, temas no resueltos como la migración, el narcotráfico, la violencia. Pero los logros sociales son innegables.

 

Aparte de la popularidad de AMLO y del apoyo que le brindó a ella durante su carrera política, Claudia tiene todos los méritos: líder estudiantil, cofundadora de Morena, científica y ambientalista, integrante del panel de la ONU sobre el tema que obtuvo el premio Nobel, jefa de gobierno del Distrito Federal, izquierdista y feminista convencida. Primera mujer en llegar a la presidencia en el país más emblemático del patriarcado y el machismo en Latinoamérica.

 

El cambio de gobierno estuvo precedido por una polémica con trascendencia internacional, generada por la no invitación al Rey Felipe VI de España a la ceremonia, por decisión de la nueva presidenta.  

 

La explicación es la siguiente. En marzo de 2019, con motivo de los 200 años de la independencia, el mandatario mexicano le envió una carta al monarca, convocándolo a una reunión conjunta del más alto nivel para 2021. Le informaba que el gobierno mexicano estaba dispuesto a pedirles perdón a los pueblos originarios por la Conquista y le proponía que el gobierno español hiciera lo mismo.

 

Quería que, de manera pública y oficial, hiciera el reconocimiento de los agravios, para que “ambos países acuerden un relato compartido, público y socializado de su historia común”. Esto tendría como fin iniciar una nueva etapa en las relaciones entre los dos países. 

 

Pero nunca hubo respuesta a esta carta, por lo que tampoco hubo invitación.

 

La decisión de Claudia, respaldada por AMLO, es una clara manifestación de rechazo al colonialismo y de reafirmación de la dignidad y soberanía nacionales.

 

En este respecto, recordemos la actitud displicente del mismo rey durante la posesión de Gustavo Petro en Bogotá. O la respuesta digna de Francia Márquez cuando la prensa le preguntó extrañada por su negativa a asistir a los funerales de la Reina Isabel de Inglaterra.

 

Por supuesto, los medios internacionales tratan de caricaturizar esto como episodios exóticos y folclóricos. A eso se reduce la dignidad para el neoliberalismo.

 

De hecho, el primer decreto que firmó la presidenta, según anunció en la primera de sus mañaneras, fue para pedir perdón a nombre del Estado por la masacre de Tlatelolco, por las Fuerzas Armadas de México en 1968.

 

Pero sin duda, lo más impactante de su discurso fue la reivindicación de la mujer. Mexicana y latinoamericana. Veamos algunos apartes:

 

“Las mujeres tenemos derecho a la igualdad sustantiva. Queremos la paz y la fraternidad de las naciones y nos coordinamos, no nos subordinamos. Condenamos el clasismo, el racismo, el machismo y cualquier forma de discriminación, es tiempo de transformación y es tiempo de mujeres.

 

Hoy quiero reconocer no solo a las heroínas de la patria (…) sino también a todas las heroínas anónimas, a las invisibles (…) a las que con nuestra llegada a la presidencia y estas palabras hago aparecer. Las que lucharon por su sueño y lo lograron. Las que lucharon y no lo lograron. Llegan las que pudieron alzar la voz y las que no lo hicieron. Las que han tenido que callar y luego gritaron a solas.

 

Llegan las indígenas, las trabajadoras del hogar que salen de sus pueblos para apoyarnos a todas las demás. Las bisabuelas que no aprendieron a leer y escribir porque la escuela no era para niñas. Llegan nuestras tías, que encontraron en su soledad la manera de ser fuertes. Las mujeres anónimas, las heroínas anónimas, que desde su hogar, las calles o sus lugares de trabajo lucharon por ver este momento.

 

Llegan nuestras madres, que nos dieron la vida. Nuestras hermanas que, desde su historia, lograron salir adelante y emanciparse. Nuestras amigas y compañeras. Nuestras hijas hermosas y valientes y llegan nuestras nietas.

 

Llegan ellas, las que soñaron con la posibilidad de que algún día, no importaría si naciéramos mujeres o hombres, podemos realizar sueños y deseos, sin que nuestro sexo determine nuestro destino. Llegan ellas, todas ellas que nos pensaron libres y felices”.

 

Por último, la presidenta está comprometida a fondo con la agenda transformadora de las condiciones de la mujer. Su reto es la lucha por erradicar la violencia de género y el feminicidio, teniendo en cuenta la gravedad y magnitud de estos crímenes en el país.

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