sábado, 12 de octubre de 2024

México: La línea editorial del crimen

La última afrenta del narco revela que la violencia alcanzó niveles de brutalidad inimaginables donde ya no existen límites.

Abraham Trillo / Para Con Nuestra América
Desde Morelia, Michoacán, México.

Este relato de horror, se refiere a tres sucesos que nos dan luz del panorama de ingobernabilidad que impera en México. La crónica tiene lugar en Chilpancingo de los Bravos, ciudad capital del estado de Guerrero. No se trata de un pueblo alejado en la sierra, de una comunidad perdida en la selva o de caseríos olvidados en la costa. Estamos hablando de la segunda mayor zona metropolitana de esa entidad, solo por debajo del puerto de Acapulco. El asiento de los poderes estatales que en 2020, su población se estimaba en 336,480 habitantes. Apenas el pasado 30 de septiembre, el municipio como otros tantos del país, renovó sus ayuntamientos. 
 
El primer suceso trágico acontece el 27 de septiembre con el asesinato de Ulises Hernández Martínez. El Capitán en activo del Ejército y exdirector de la Unidad de Fuerzas Especiales de la Policía Estatal, participaba en la entrega recepción del Ayuntamiento de Chilpancingo y se perfilaba para ocuparse de la Secretaría de Seguridad Pública. En plena luz del día, el militar y su esposa fueron acribillados dentro de su vehículo cuando circulaban por el libramiento de la ciudad.  Su cuerpo presentó 10 impactos. 
 
El siguiente evento de desarrolla solo tres días después del cambio de administración. La tarde del 3 de octubre asesinaban a Francisco Tapia Gutiérrez, secretario del Ayuntamiento. De acuerdo a las investigaciones, el recién asumido en el cargo, caminaba por calles del centro de la ciudad cuando le arrebataron la vida. El asesino le disparo por la espalda en dos ocasiones y lo remato de dos tiros en la cabeza. 
 
Finalmente, el último y más tétrico hecho fue el homicidio de Alejandro Arcos Catalán, alcalde de Chilpancingo. El domingo 6 de octubre, el joven político fue asesinado y decapitado. Los responsables dejaron su cabeza sobre el toldo de un vehículo, donde en su interior se encontraba el cuerpo cubierto con una sábana. El hallazgo tuvo lugar a 14 kilómetros de la capital. 
 
¿Porque asesinar a una persona que ni siquiera ha asumido un puesto? ¿Por qué matar a dos funcionarios que no tenían ni una semana en cargo? Para responder hay que evocar las elecciones donde Arcos Catalán de 43 años, había ganado bajo la coalición opositora PRI, PAN y PRD. Su triunfo está vinculado a Norma Otilia Hernández ex alcaldesa de Chilpancingo, quien después de ser evidenciada en un video donde se le ve conversando con el Celso Ortega, presunto líder de una de las bandas locales conocida como Los Ardillos, fue desplaza de su partido MORENA. Sin oportunidad de reelegirse, Norma Otilia facilitó a Alejandro Arcos su estructura electoral que más tarde lo llevaría a un apretado triunfo por apenas mil votos. La victoria sobre el partido oficialista, significaba una nueva era para Chilpancingo. 
 
Este relato de horror nace precisamente de esa transición del gobierno local. El sadismo con que fue asesinado el presidente municipal es un mensaje asolador, es la línea editorial que el crimen emplea para mandar un claro mensaje al estado y sociedad: “somos nosotros quienes mandamos”. Guerrero, ubicado en el suroeste del país, es uno de los estados más pobres y abandonados de la república mexicana. Sus colindancias con los estados de México, Morelos, Puebla, Oaxaca y Michoacán, así como una ubicación geográfica estratégica sobre la costa del Pacifico, lo convierten en el centro de disputas de varias facciones del crimen organizado. En el último sexenio, su capital en particular, es el epicentro de una guerra desatada entre los Ardillos y los Tlacos, dos mafias locales que se disputan el control territorial de todo tipo de actividades. 
 
Tampoco es de sorprender. Desde hace más de 2 décadas, la sangre del narcotráfico que tiñe a la sociedad guerrerense, forma parte de su cotidianeidad. De acuerdo al Sistema Nacional de Seguridad Pública, el estado de Guerrero ocupa los primeros lugares de crímenes de alto impacto y homicidios dolosos convirtiéndose en una de las entidades más peligrosas de México. Al narcotráfico, el secuestro, la trata de personas y extorción, se suma el control de cualquier otra labor que genere utilidades. Son las mafias quienes controlan el transporte, el mercado, los rastros, los pequeños negocios y oficios. La espiral de violencia tiene a Guerrero sumida en una crisis de seguridad, que no parece terminar en un estado gobernado por un linaje con fuertes vínculos con el crimen por todos conocidos.
 
La última afrenta del narco revela que la violencia alcanzó niveles de brutalidad inimaginables donde ya no existen límites. Evidencia que ninguna persona es inalcanzable por el brazo criminal y que es una narcopolítica quien dirige el país. Pone en entredicho las políticas de seguridad de todas las ideologías que han gobernado el país y, sobre todo, exhibe el abandono institucional donde la violencia sigue escalando y la impunidad reinando en el entramado de intereses económicos y políticos.

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