El grito del monte y la maldita soja: La colectividad wichi de Argentina es amenazada por el avance de un monocultivo que arrasa la tierra. Resisten y exigen un marco legal que respete su territorio y cultura ancestrales.
Victoria Romero / Agencia Periodística del MERCOSUR
La soja los acorrala, los alambra y los enfrenta ante un peligro ancestral como su origen: el exterminio. La comunidad wichi, la única y última cultura recolectora-cazadora que pervive en Argentina, pide auxilio ante el avance del desmonte por el monocultivo de la soja.
“El trazado de alambrado significa que nos están quitando vida. Nosotros vemos que nos quedamos sin vida, porque a nuestros alimentos los están arrasando las empresas que explotan los montes”, dice Juan Vega, cacique de la comunidad Pozo Nuevo, en un llamado de auxilio que los wichi hacen a la comunidad nacional e internacional.
Pozo Nuevo es un paraje ubicado sobre la ruta 86, a 35 kilómetros de la ciudad de Tartagal, en el norte de Salta. Allí, la deforestación sojera alambra el bosque, vital para la supervivencia de la cultura y el hábitat de las culturas recolectoras y cazadoras. Esos hechos cuentan con el consentimiento del gobernador Juan Manuel Uturbey, perteneciente al espacio que conducen el ex presidente Néstor Kirchner y la presidenta Cristina Fernández.
A unos kilómetros de Pozo Nuevo, la tragedia se repite. En la comunidad wichi de El Escrito, sesenta familias resisten la expulsión de sus dominios por el desmonte compulsivo. En cuatro años desaparecieron 807 mil hectáreas de montes y las topadoras siguen su avance sobre el pueblo. “Nos quieren obligar a que nos vayamos”, insisten los wichi de El Escrito. Los pueblos de El Traslado y Zopota, viven el mismo suplicio, son testigos del aniquilamiento de sus tierras.
Casi 40 mil argentinos son wichis. Constituyen la segunda comunidad indígena más importante del chaco salteño, en el nordeste del país, de acuerdo a datos de la Red Agroforestal Chaco-Argentina (Redaf) organización civil sin fines de lucro que trabaja junto a comunidades indígenas y campesinos en la defensa de los recursos naturales. Su principal sustento es la caza, la pesca y la recolección de diversos frutos del monte. Leer más...
“El trazado de alambrado significa que nos están quitando vida. Nosotros vemos que nos quedamos sin vida, porque a nuestros alimentos los están arrasando las empresas que explotan los montes”, dice Juan Vega, cacique de la comunidad Pozo Nuevo, en un llamado de auxilio que los wichi hacen a la comunidad nacional e internacional.
Pozo Nuevo es un paraje ubicado sobre la ruta 86, a 35 kilómetros de la ciudad de Tartagal, en el norte de Salta. Allí, la deforestación sojera alambra el bosque, vital para la supervivencia de la cultura y el hábitat de las culturas recolectoras y cazadoras. Esos hechos cuentan con el consentimiento del gobernador Juan Manuel Uturbey, perteneciente al espacio que conducen el ex presidente Néstor Kirchner y la presidenta Cristina Fernández.
A unos kilómetros de Pozo Nuevo, la tragedia se repite. En la comunidad wichi de El Escrito, sesenta familias resisten la expulsión de sus dominios por el desmonte compulsivo. En cuatro años desaparecieron 807 mil hectáreas de montes y las topadoras siguen su avance sobre el pueblo. “Nos quieren obligar a que nos vayamos”, insisten los wichi de El Escrito. Los pueblos de El Traslado y Zopota, viven el mismo suplicio, son testigos del aniquilamiento de sus tierras.
Casi 40 mil argentinos son wichis. Constituyen la segunda comunidad indígena más importante del chaco salteño, en el nordeste del país, de acuerdo a datos de la Red Agroforestal Chaco-Argentina (Redaf) organización civil sin fines de lucro que trabaja junto a comunidades indígenas y campesinos en la defensa de los recursos naturales. Su principal sustento es la caza, la pesca y la recolección de diversos frutos del monte. Leer más...
No hay comentarios:
Publicar un comentario