Sin la antorcha prometeica sostenida heroicamente por Cuba durante medio siglo, los pueblos de las Américas difícilmente habrían tenido la audacia para resistir la renovada opresión y explotación de que eran objeto y para rebelarse en contra del imperio y sus lugartenientes locales.
Atilio Borón / Página12
Es una tarea ciclópea resumir en unas pocas líneas el significado de algo tan especial como la Revolución Cubana, que el viejo Hegel no hubiera dudado un instante en caracterizar como un acontecimiento “histórico-universal”. Una revolución que destruyó mitos y prejuicios profundamente arraigados: que la revolución jamás podría triunfar en una isla situada a 90 millas de Estados Unidos; que el imperialismo jamás permitiría la existencia de un país socialista en su patio trasero; que la revolución era impensable en un país subdesarrollado y, para colmo, sin el protagonismo de un partido “marxista-leninista” conduciendo la insurrección de las masas. Todos estos pronósticos, y muchos otros que sería largo enumerar, fueron refutados por el triunfo, la consolidación y la heroica sobrevivencia de la Revolución Cubana.
Ha sido –y sigue siendo– una hazaña resistir a medio siglo de un bloqueo económico sin precedentes en la historia de la humanidad y que año a año es condenado por casi todos los países de la ONU, con la excepción de Estados Unidos y un puñado de “estados-clientes”. Pensemos simplemente lo que hubiera ocurrido en la Argentina ante un bloqueo de apenas un año, limitando drásticamente desde la importación de bienes esenciales hasta el ancho de banda de la Internet: este país se habría desintegrado producto de la conmoción social que tal política habría desencadenado. Por eso quien no quiera hablar del imperialismo norteamericano y sus políticas de permanente bloqueo y agresión, debería abstenerse de formular cualquier tipo de crítica a la revolución. Es bien importante marcar esta postura porque tanto dentro como fuera de Cuba no son pocos quienes disparan sus dardos contra las asignaturas pendientes de la revolución sin hacer la menor mención al influjo profundamente desestabilizador de la política del imperio. Es cierto que hay mucho por hacer todavía en Cuba, pero ¿cómo comprender esas falencias al margen de un bloqueo de medio siglo cuyo costo, según cálculos muy conservadores, oscila en torno de los 93.000 millones de dólares, una cifra dos veces superior al Producto Bruto de Cuba, más allá de otras consecuencias que trascienden lo económico y que se miden en vidas humanas y en sufrimientos innecesarios e indiscriminados de toda la población? Leer más...
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