Si Cuba caía, habría sido muy poco probable que los pueblos de Venezuela, Bolivia y Ecuador hubiesen acometido la tarea de pretender tomar el cielo por asalto. Si tuvieron esa osadía fue porque la presencia del faro cubano les enseñaba que sus patrióticos afanes no eran quimeras, sino proyectos viables y realizables.
Intervención en el acto de Solidaridad con Cuba. Auditorio del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. Buenos Aires, 27 de Abril de 2010.
Buenas noches Señor Embajador de la hermana República de Cuba, don Aramís Fuente Hernández, amigos, compañeros. Estamos frente a una campaña de descrédito y desprestigio sin precedentes. No por el tenor de las calumnias y mentiras que se vierten sobre Cuba -en este terreno difícilmente se podría caer más bajo- sino por el grado de orquestación y coordinación internacional de los ataques que jamás había sido alcanzado a lo largo de medio siglo.
Se trata, por eso mismo, de un momento muy especial. El imperio se enfrenta a su inexorable decadencia; el escenario internacional se le complica en Medio Oriente y en Asia Central, mientras China avanza arrolladoramente en su marcha para convertirse en la primera potencia económica mundial y América Latina prosigue en rebeldía. En este cuadro, la agresividad del imperio se exacerba y redobla su ofensiva contra los procesos emancipatorios de América Latina y su histórica vanguardia: Cuba. Este contraataque transcurre por la vía militar (de ahí la veintena de bases militares que tienen rodeada a la región); por la vía económica, con las presiones que transmiten los diversos organismos financieros internacionales y el propio gobierno de Estados Unidos; y, aparte de otros canales y circuitos que no tenemos tiempo de examinar aquí, por la vía de una intensa y sostenida ofensiva mediática que se procesa a través de la prensa escrita, televisiva, radial y la Internet en donde se libra una guerra cultural sin cuartel en contra de Cuba y los proyectos de liberación. Fue por eso que hace tiempo Fidel nos convocó a dar batalla en ese frente, la batalla de ideas, inspirado en aquella célebre sentencia de José Martí cuando dijera que “de pensamiento es la guerra que se nos libra; ganémosla a fuerza de pensamiento.”
Las condenas de algunos personajes, tanto del exterior como de la Argentina, reproducen dócilmente la voz de orden proferida por la Casa Blanca. Y haciendo gala de un escandaloso doble rasero, que ofende toda ética y se burla de nuestra inteligencia, se rasgan las vestiduras por la huelga de hambre de una persona que fue condenada por gravísimas violaciones a la legalidad vigente en Cuba (y que en otros países serían tipificadas como delitos de “traición a la patria” al colaborar e instrumentar planes de una potencia enemiga, lo que es sancionado con condenas que van desde la pena de muerte en Estados Unidos, hasta la prisión perpetua en Argentina y otros países del área). Pero no sólo se tergiversa la información en este terreno: con ese pretexto se acusa a Cuba de violar la totalidad de los derechos humanos, desconociendo que el derecho a la salud, la educación, la alimentación, la recreación, el acceso irrestricto a la cultura, a la práctica del deporte, a la seguridad (en un continente donde la inseguridad es la norma) y, por último, a una vejez digna, que en Cuba se respetan como en poquísimos países del planeta, son parte inseparable de la agenda de los derechos humanos.
Causa indignación el doble estándar de estos sempiternos críticos de la revolución cubana. Sus voces se oyen y retumban por doquier cuando alguien se declara en huelga de hambre en Cuba. Pero sus delicados oídos y su aguzada visión no les alcanzan para saber que en este mismo momento hay siete miembros de organismos de derechos humanos de Sahara Occidental detenidos en las cárceles de Marruecos, pasibles de ser condenados a muerte, acusados por el terrible delito de haber querido inspeccionar algunos tramos del muro de casi dos mil kilómetros que separa ambos países, y que ha dividido familias enteras desde hace treinta años y sin ninguna posibilidad de comunicación. Muro construido y mantenido con la invalorable ayuda de dos grandes guardianes de la democracia en nuestro tiempo: Estados Unidos e Israel. Siete prisioneros que llevan más de treinta días en huelga de hambre.
Pero esto no es noticia para la “prensa libre” de nuestros países ni conmueve a los severos críticos de Cuba. Tampoco lo hace el hecho de que según los organismos defensores de derechos humanos de Colombia un total de 34.765 personas hayan sido asesinadas, ejecutadas extrajudicialmente o desaparecidas entre 1996 y 2008, según surge de las declaraciones de los paramilitares desmovilizados y reincorporados a la vida civil, para no hablar de los 4.600.000 desplazados por la guerra en ese país. Ese tremendo genocidio, cuyo número supera a las víctimas de la última dictadura militar argentina, no suscita la menor preocupación entre aquellos sedicentes defensores de la democracia y de los derechos humanos, que no consideran necesario hacer oír su voz para detener el interminable baño de sangre que sufren nuestros hermanos en Colombia.
Podríamos seguir con muchos ejemplos más, demostrativos de la abyección de la campaña anti-cubana, pero nos hemos comprometido a hacer una breve intervención para que el embajador de Cuba disponga del tiempo suficiente para hacer uso de la palabra. Digamos, para terminar, que la defensa inclaudicable de Cuba es la defensa de las aspiraciones emancipatorias y liberadoras de Nuestra América. De esas aspiraciones que encendieron la mecha de la revolución hace doscientos años atrás, y que inspiraron las luchas de Bolívar, San Martín, Artigas, Hidalgo, Morelos, Morazán, Martí, Sandino, Farabundo Martí y ya, en nuestra época, Fidel y el Che.
Fiel a su vocación y al legado martiano de su historia, Cuba no se rindió cuando el campo socialista se derrumbaba en la Unión Soviética y Europa del Este; y Cuba tampoco se rendirá por más que la ataquen los imperialistas y sus paniaguados. Estaremos a su lado hasta el fin, en esta batalla por los más nobles ideales de la humanidad. Si Cuba hubiera sucumbido cuando se produjo el desplome de la Unión Soviética o si, siguiendo los consejos que Felipe González corrió a darle a Fidel en el sentido de que había llegado la hora de arriar las banderas del socialismo, que había que ser “realistas”, reconocer el triunfo del capitalismo globalizado y el fracaso del socialismo, muy otra hubiera sido la historia reciente de América Latina.
Pero Cuba no se rindió, y demostró con su persistencia y su perseverancia que la construcción del socialismo no sólo era necesaria sino también posible, aún bajo las muy adversas condiciones a que la sometía la voracidad y el odio del imperio contra ese ejemplo intolerable que se alzaba a pocas millas de su costa. Y ese ejemplo, un ejemplo para siempre, como lo recordaba recién Osvaldo Bayer, estimuló la imaginación y el fervor militante de nuestros pueblos ante la ofensiva imperialista, convirtiendo a este continente en el principal foco de contención del neoliberalismo a escala global. Si Cuba caía, habría sido muy poco probable que los pueblos de Venezuela, Bolivia y Ecuador hubiesen acometido la tarea de pretender tomar el cielo por asalto. Si tuvieron esa osadía fue porque la presencia del faro cubano les enseñaba que sus patrióticos afanes no eran quimeras sino proyectos viables y realizables. Como lo recordaba recién Stella Calloni, con su dignidad Cuba lleva medio siglo humillando al imperio, y esa heroica resistencia insufló renovados bríos al ánimo de los luchadores sociales.
Por todo lo que le debemos a Cuba, por la importancia que la sobrevivencia de la revolución cubana tiene para el futuro de la justicia, la libertad y la democracia en América Latina fue que desde el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini formulamos esta convocatoria de solidaridad con Cuba. Y fue por eso que casi dos mil intelectuales, trabajadores de la cultura, y mujeres y hombres de la Argentina y toda Latinoamérica se apresuraron a apoyarnos con su firma.
Muchas gracias al pueblo y gobierno cubanos por su ejemplar lucha. Saben que cuentan con nuestra incondicional solidaridad. Y muchas gracias a todos quienes hoy comparten este momento con nosotros y a quienes, habiendo firmado esta declaración, no pudieron asistir a este acto.
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