Hacemos esta reflexión a propósito del conflicto fronterizo que se ha desatado entre Costa Rica y Nicaragua. Los acuerdos del Consejo Permanente de la OEA apuntan en la dirección del diálogo y el entendimiento, valores que deben asociarse con la nueva civilización que debemos construir.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
En el siglo XIX, la dicotomía antagónica entre civilización y barbarie constituyó un eje ideológico que simbolizó el empuje de la modernidad occidental sobre y frente a formas distintas de ver y estar en el mundo. Los ejecutores de las políticas que derivaron de tal ideología fueron los grupos sociales que emergieron como dominantes de los procesos de independencia, es decir, aquellos a los que podemos caracterizar en términos generales como los criollos, que fueron impulsores del proyecto liberal positivista.
Ser civilizado, según el proyecto de esos grupos sociales, implicaba toda una serie de comportamientos que permitían insertarse y convivir en sociedades marcadas por la ansiedad de arribar, lo antes posible y de la manera más completa, a la modernidad.
En muy buena medida, la desiderata de “ser moderno” se asoció, acorde con la mentalidad colonizada de nuestros grupos dominantes, con imitar los modelos de los países que se consideraba que ya la habían alcanzado. Francia fue un referente fundamental, que había ingresado como modelo alternativo frente al dominante hispano desde el siglo XVIII. De ahí el afrancesamiento de la cultura de estos grupos que lideraron la construcción de las naciones latinoamericanas.
Hacia finales del siglo XIX, los Estados Unidos de América hacen su aparición como potencia económica avasallante, de tal forma que después de la primera Guerra Mundial se erigen como el principal inversor en América Latina. Esta creciente presencia de la potencia del Norte encontrará expresión también en el orden de la cultura, pues la forma que asume en su espacio nacional particular la Civilización Occidental se convertirá en el nuevo modelo a seguir por nuestros grupos dominantes ansiosos de desarrollo y progreso.
La forma como se concibieron el desarrollo y el progreso, necesarios para alcanzar la modernidad y la civilización, nos es muy conocida hoy porque, en esencia, sigue siendo la misma que continúa siendo la preponderante, es decir, entendidos ambos como un continuo crecimiento económico que valorifica el entorno natural en el que tiene lugar.
Sin embargo, esta forma de concebir el desarrollo ha mostrado sus límites: seguir creciendo y “progresando” de tal forma destruye el entorno en el que la sociedad existe. Es decir: estamos serruchando la rama del árbol sobre la cual estamos sentados. Algunos se preguntan: ¿son estos los límites del desarrollo?; y otros: ¿estamos ante una crisis civilizatoria?
Se ha iniciado, pues, una búsqueda de formas alternativas de desarrollo. Dada la gravedad y lo perentorio de la crisis en la que nos encontramos, estas búsquedas se tornan no solo necesarias sino, también, urgentes.
En América Latina se están dando estas búsquedas en muchos niveles distintos pero que deberían ser complementarios. Ellas van desde lo micro a lo macro, desde lo proyectos políticos más generales hasta pequeños proyectos y propuestas de organizaciones de la sociedad civil. La preocupación es, sin embargo, la misma: ¿Cómo encontrar formas de organización social que impliquen formas de convivencia nuevas entre los seres humanos y entre estos y la naturaleza?
Es un trabajo arduo y complejo, con infinitas aristas. Lo más fácil difícil, tal vez, del cúmulo de tareas que se plantean es la construcción de una mentalidad distinta a la que domina hoy en día, y que sigue vinculada a aquella desiderata decimonónica de “ser modernos”, civilizados, aunque hoy actualizada en el marco de la sociedad consumo en la que vivimos.
En este nuevo contexto, perfectamente podemos plantearnos la necesidad ya no de “ser civilizados” de forma mimética, sino de construir una nueva civilización desde nuestras propias necesidades e intereses. América Latina lidera hoy la búsqueda de alternativas de ese tipo. Son más que la aplicación de recetas preestablecidas, son un camino que se hace al andar, en el que se hacen hallazgos en el tránsito: es una construcción de comportamientos, valores, actitudes y normas nuevas.
Hacemos esta reflexión a propósito del conflicto fronterizo que se ha desatado entre Costa Rica y Nicaragua. Los acuerdos del Consejo Permanente de la OEA apuntan en la dirección del diálogo y el entendimiento, valores que deben asociarse con la nueva civilización que debemos construir.
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