Algunos elementos que podrían considerar científicos sociales que deseen estudiar si ha surgido la primera superpotencia bananera del mundo...
David Brooks / LA JORNADA (México D.F.)
De cuál país hablamos cuando nos referimos a una cúpula económica que concentra cada vez más la riqueza nacional, compra políticos y leyes, proclama el interés de una plutocracia como nacional, promueve guerras, corrupción y tortura, y justifica la intervención divina en la política nacional y hasta una creciente demanda de exorcismos?
Algunos lo llaman una república bananera, otros un país que al enfrentar una ola de corrupción en el ámbito político y económico está en medio de una década perdida; otros dicen que es un país entrampado en una dinámica de violencia que amenaza su seguridad nacional todos los días.
Pero no es nada menos que el país más poderoso y rico de la historia mundial. O sea, podría ser la primera superpotencia bananera.
Los grandes debates nacionales ilustran el punto. La más intensa pugna entre la cúpula política en los últimos días es sobre si mantener los recortes de impuestos regalados por el presidente George W. Bush a las familias más ricas del país: las que tienen un ingreso mayor de 250 mil dólares anuales. Al mismo tiempo que se debate esto, el Congreso está por anular una extensión de los beneficios de desempleo a millones que están al borde de la miseria.
El Congreso tiene que aprobar la extensión del periodo normal de 26 semanas para el seguro de desempleo, pero por ahora no lo ha hecho y unos 2 millones de desempleados de largo plazo –aquellos que no han encontrado empleo en más de seis meses– están por perder su único apoyo de ingreso antes de fin de año, lo cual sería su regalo de Navidad de parte de políticos más enfocados en reducir los impuestos de millonarios. En esta recesión, reporta el Instituto de Política Económica, hay cinco trabajadores desempleados por cada oferta de empleo (2.9 millones de empleos ofrecidos frente a casi 15 millones de desempleados).
Todo esto se desarrolla en un país donde la concentración de riqueza ha llegado a índices sin precedente desde 1928, donde el uno por ciento de las familias más ricas del país concentra 24 por ciento del ingreso nacional. Nicholas Kristof, columnista del New York Times, escribió recientemente que esta distribución de riqueza y sus consecuencias definen a Estados Unidos como una república bananera. La desigualdad en este país ya supera la de naciones latinoamericanas que algunos llamaban repúblicas bananeras, destaca. Peor aún, dice, algunos de esos países se han vuelto más igualitarios, mientras en Estados Unidos se ha visto lo opuesto.
Cita el ejemplo de Argentina, donde en los años 40 del siglo pasado el uno por ciento más rico controlaba 20 por ciento del ingreso, el doble de la tasa de Estados Unidos en esos años. Ahora, hemos cambiado lugares: en Argentina el uno por ciento tiene 15 por ciento del ingreso, mientras Estados Unidos ha superado los niveles de desigualdad de Argentina en los 40. ¿De verdad deseamos ser una plutocracia donde el uno por ciento tiene más valor neto que el 90 por ciento de abajo?, pregunta Kristof, y dice: ya somos ese país: el uno por ciento es dueño de 34 por ciento del valor neto privado del país; el 90 por ciento de abajo controla sólo 29 por ciento; el 10 por ciento más rico controla más de 70 por ciento del valor neto total de los estadunidenses.
¿Y quién será condecorado con el premio civil más alto del país en medio de esta bonanza para los ricos? La Casa Blanca anunció que entre los 15 que serán condecorados con la Medalla de la Libertad por el presidente Barack Obama estará Warren Buffett, el segundo hombre más rico del país.
Y hay otros elementos que permiten calificar a este país la primera superpotencia bananera. Por ejemplo, un ex presidente tan confiado en que la cúpula no actuará contra uno de los suyos, que no tiene problema en admitir que personalmente autorizó la tortura de prisioneros; de hecho, lo hizo con orgullo. Bush dijo en una entrevista en NBC News que personalmente autorizó el waterboarding, práctica definida como tortura desde hace siglos; incluso Estados Unidos fiscalizó a quienes emplearon la técnica como torturadores en la Segunda Guerra Mundial. Bush se justificó con que los abogados del gobierno habían dicho que no era tortura según la ley. Ni él, ni ningún alto funcionario ha sido fiscalizado por tortura o ningún abuso mayor durante todos estos años de escándalos desde Abu Ghraib, los centros de detención clandestina de la CIA, o Guantánamo que han provocado horror en todo el mundo. Y el gobierno de Obama ha descartado procesar judicialmente a sus antecesores. Eso se llamaba, en las ex repúblicas bananeras del sur, impunidad.
Michael Moore, el cineasta, dijo recientemente que se debe colocar el nuevo libro de memorias de Bush en la sección de crimen de las librerías.
Y no fueron sólo Brasil, Paraguay y Argentina, entre otros clasificados en sus tiempos de dictadura como países bananeros, los que ofrecieron asilo a criminales de guerra de otros países.
En un informe recién desclasificado bajo presión de los medios, el Departamento de Justicia detalla cómo Estados Unidos permitió el ingreso a su territorio de varios nazis selectos para propósitos de inteligencia y otras colaboraciones. No es nueva en sí la información, pero los detalles y el nivel de complicidad entre varias agencias no se habían divulgado para otorgar asilo a estos enemigos, reportó el New York Times. El informe afirma que “Estados Unidos, que se enorgulleció en ser un refugio para los perseguidos, se volvió –en pequeña medida– un refugio para los perseguidores también”.
Mientras tanto, acaban de concluir las elecciones intermedias más caras de la historia, lo que confirma que la democracia y las políticas favorecidas por los que tienen dinero (como los recortes de impuestos a los más ricos, suspensión de partes de reformas sociales, etcétera) pueden ser compradas.
Entre los electos hay políticos como el senador John Shimkus, quien se comprometió a detener toda regulación y medida contra el cambio climático declarando que Dios no permitirá ese fenómeno. Dios dijo que la Tierra no sería destruida por una inundación, afirmó. Por otro lado, hay una campaña para reunir a un millón de estadunidenses que oren de manera constante por el senador Jim DeMint para su lucha en el Congreso a favor de temas críticos para la fe, la familia y la libertad.
Y para acabar, resulta que hay demonios sueltos por todas partes, ya que se registra un incremento en la demanda por exorcismos. Algunos obispos de la Iglesia católica de Estados Unidos se reunieron recientemente para preparar más curas, a fin de responder a la demanda.
Son sólo algunos elementos que podrían considerar científicos sociales que deseen estudiar si ha surgido la primera superpotencia bananera del mundo.
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