Tras conocerse los resultados de las elecciones legislativas en EE.UU, aumenta el peligro, que ya era muy serio, de planes desestabilizadores impulsados por la ultraderecha yanqui contra todo gobierno en América Latina con un mínimo de compromiso con su pueblo, con la independencia y soberanía y el impulso a la unidad e integración regional.
Ángel Guerra Cabrera / LA JORNADA
El análisis de las elecciones intermedias en Estados Unidos lleva a un diagnóstico muy grave sobre la salud del imperio. No se contrae simplemente a lo que en otro tiempo podía definirse como una gran victoria del Partido Republicano o una paliza al Partido Demócrata, como la calificó el mismo Obama. Más allá de los resultados numéricos es necesario plantearse qué expresan. Aunque el propósito de estas líneas es discutir sus consecuencias para América Latina, creo indispensable antecederla de lo que nos dicen sobre la sociedad estadunidense. Intentaré por ello sintetizar la opinión de Noam Chomsky ya que es lo más agudo que he leído.
El filósofo de 82 años apunta que las pasadas elecciones registran un nivel de cólera, temor y desilusión en el país como nada que pueda recordar en mi existencia. Puntualiza que el Partido Demócrata recibe el impacto por estar en el gobierno, pero recuerda que la situación socioeconómica y política actual tiene sus raíces en los años 70 cuando se inició la financierización de la economía y el ahuecamiento de la producción, que han conducido a la extrema concentración de poder económico y político y a una desigualdad sin precedente. Aunque Reagan y sus sucesores republicanos hayan tenido mayor responsabilidad, señala, también la tienen los demócratas puesto que estas políticas se iniciaron con Carter, cobraron un gran impulso con Clinton y los principales electores de Obama fueron las instituciones financieras. Explica la ira de la gente por el alto desempleo junto a las enormes ganancias y bonos para los banqueros, responsables de la crisis y encima rescatados por los contribuyentes, y alerta que no se debe desestimar al Tea Party por más irracional que sean sus propuestas. Lo que hay que preguntarse, subraya, es por qué gente justamente enojada está siendo movilizada por la extrema derecha en lugar del activismo constructivo surgido durante la Gran Depresión. Aunque la lógica de su análisis lo lleva a evocar una cita del historiador alemán Stern, que asocia el futuro de Estados Unidos con la Alemania hitleriana, opina que la historia no se repite y que no faltarán tareas para quienes intentan una alternativa “a la furia y la equivocación mal dirigidas… y encabezar el avance hacia un futuro mejor”.
Un pronóstico de cómo impactarán estas elecciones en el mundo, y particularmente en América Latina, debe tomar en cuenta que la dirección de todos las comisiones de la cámara de diputados pasan a manos republicanas, en algunos casos ultrarreaccionarias como la de Relaciones Exteriores, que será liderada por Ileana Ros-Lehtinen, una de las cabecillas de la contrarrevolución anticubana, y sionista militante como muchos otros de los electos. Esto significa que las presiones para tolerarle todo a Israel y lanzar la guerra contra Irán se van a incrementar, así como la inquina contra todo intento de independencia frente a Estados Unidos. Olvidémonos de nada favorable para contrarrestar el calentamiento global si depende de la aprobación de este Legislativo.
Considerando que junto a la mencionada señora ahora la bancada contrarrevolucionaria de origen cubano asciende a cinco diputados y dos senadores así como las sinergias ideológicas y financieras (aportes a sus campañas con dinero de la mafia miamense) que crean con otros colegas de los dos partidos, podemos calcular que muy difícilmente pase por las cámaras alguna medida que afloje el cerco contra Cuba y más bien debería esperarse lo contrario. Conviene recordar que la Helms-Burton no la auspició pero sí la aprobó Clinton. Entre las dos cámaras han ganado en fuerza y en número los enemigos rabiosos de los gobiernos progresistas de América Latina, fervorosos partidarios del golpe en Honduras y del cambio de régimen en Cuba, Venezuela, Ecuador y Bolivia. A la vez debe considerarse el envalentonamiento en las derechas criollas que crea un giro de esta naturaleza en Estados Unidos.
En síntesis, aumenta el peligro, que ya era muy serio, de planes desestabilizadores impulsados por la ultraderecha yanqui contra todo gobierno en América Latina con un mínimo de compromiso con su pueblo, con la independencia y soberanía y el impulso a la unidad e integración de América Latina. Aumentarán también las políticas para dividir a los gobiernos progresistas y organismos de integración nuestromericanos. Obama podría todavía ejercer una positiva influencia por la convivencia pacífica con sus vecinos, pero si no lo hizo antes...
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