Debemos agradecerle a Enrique Dussel su gran esfuerzo por dialogar y debatir con el pensamiento filosófico dominante en Europa y Estados Unidos. Este esfuerzo fecundo no solo nos puso en el mapa intelectual mundial sino que nos dio carta cabal y reconocimiento por su calidad intelectual.
Carmelo Álvarez / Para CON NUESTRA AMÉRICA
Agradecemos el envío de este texto al señor Guillermo Meléndez, del Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI, San José, Costa Rica)
He recibido con sumo agrado y alegría el anuncio del premio Libertador al Pensamiento Crítico que otorga el gobierno bolivariano de Venezuela al amigo y hermano, Enrique Dussel. Lo que pretendo resaltar en esta breve reflexión son cuatro dimensiones de la vida y compromiso de este intelectual orgánico latinoamericano y caribeño, que ha logrado ya un lugar importante en el escenario intelectual mundial. Esas cuatro facetas son: historiador, teólogo, eticista y filósofo. Todo ello bajo un gran principio moral, espiritual y ético que llamaríamos “el compromiso con la liberación”. ¡Y no ha de olvidarse que Enrique asume ese compromiso desde el contexto de su Argentina convulsionada y bajo amenaza de muerte que concretamente llevó al atentado con una bomba perpetrado por fuerzas siniestras que pretendían silenciarlo para siempre, en 1973! Desde allí Enrique inició un peregrinaje que lo llevó hasta México, y desde allí a toda Latinoamérica y el Caribe. Lo que parecía adverso se convirtió en un gran compromiso con la Patria Grande y desde allí hacia el mundo entero.
La contribución de Enrique como historiador es ya de por sí valiosa. ¿Cómo olvidar aquel breve prontuario Hipótesis para una historia de la Iglesia en América Latina, que nos dio una visión panorámica y crítica sobre nuestras propias raíces coloniales? De allí Enrique Dussel forjó el movimiento que desembocó en la Comisión de Estudio de Historia de la Iglesia en Latinoamérica (CEHILA), y toda una producción investigativa que no podemos explorar por su volumen y expansión en este breve ensayo. CEHILA ha sido un aporte significativo más allá de América Latina y el Caribe, proveyendo herramientas hermenéuticas en perspectiva ecuménica en otras regiones del mundo y en el contexto de la Asociación Ecuménica de Teólogos y Teólogas del Tercer Mundo (ASETT), muy conocida por sus siglas en inglés como EATWOT.
La segunda faceta importante en la producción intelectual de Enrique Dussel la encontramos en sus cientos de artículos y varios libros sobre teología de la liberación. Él fue uno de los sistematizadores del movimiento, y un ferviente promotor en círculos universitarios y de intelectuales en otros ámbitos. Enrique llevó ese debate a las aulas universitarias en busca de un diálogo más amplio que le diera vigencia a esta teología más allá de los sectores eclesiásticos, algunos de los cuales adversaban militantemente este pensamiento teológico. Y logró una gran audiencia en muchos lugares de Latinoamérica, el Caribe, Estados Unidos y Europa. Su esfuerzo en formar intelectuales con vocación y compromiso de liberación lo llevó a universidades en todos los continentes, y particularmente desde sus cátedras en la Universidad Autónoma Metropolitana de México y la Universidad Nacional Autónoma de México.
La tercera faceta es esa dimensión ética que articula todo el pensamiento de Enrique Dussel. Me parece que surge de esa “indignación profética” que marcó inicialmente su propuesta teológica e histórica. Como buen conocedor de nuestras raíces históricas Enrique indaga sobre el pasado no solo para conocerlo sino para intentar comprender la presente coyuntura histórica y sus contradicciones. De allí su incisivo juicio sobre la conquista y colonización de España en América, y la cuestión del otro en una perspectiva global. Recordamos sus ensayos y libros relacionados con los 500 años que pretendieron ser “celebrados” sin mayor cuestionamiento, e incluso en muchos sectores tratando de encubrir la verdadera historia. Enrique no dejó pasar la oportunidad para plantear asuntos pendientes sobre nuestra diversidad cultural, la búsqueda de identidad y nuestro destino como pueblo verdaderamente libre.
La cuarta faceta en el pensamiento de Enrique Dussel es la filosofía. El intento en este aspecto me parece doble: Por un lado, profundizar en la búsqueda de un pensamiento propio en Latinoamérica y el Caribe, resaltando la importancia de las culturas pre-colombianas y la necesidad de poner en su justa perspectiva su significación e influencia hacia la conformación de una filosofía latinoamericana y caribeña. Por el otro lado, una dimensión de la filosofía política que dé razón de ese pensamiento crítico donde temas tales como el poder, el estado, la democracia participativa y un nuevo movimiento constitucionalista que no sea mero calco del constitucionalismo occidental, que tan influyente ha sido en la formación los estados modernos en América Latina y el Caribe, sea relevante. Creo que este esfuerzo aporta a discusiones que nos han de acompañar por un buen tiempo en las sociedades latinoamericanas y caribeñas. Allí una vez más la dimensión teológica del pensamiento de Enrique será muy valiosa.
A la pregunta sobre cuál será ese nuevo sujeto liberado que ha de formarse en nuevas sociedades Enrique Dussel nos llamará la atención hacia asuntos que van desde una nueva humanidad, hacia una nueva comunidad y una nueva relación con la creación. La fuerza ética de la liberación plasmada en todos sus libros, y un claro compromiso en lo que implican cambios estructurales, mentales, emocionales y espirituales, reflejados en todo su desarrollo intelectual, serán de gran utilidad y estímulo.
Debemos agradecerle, además, a Enrique Dussel su gran esfuerzo por dialogar y debatir con el pensamiento filosófico dominante en Europa y Estados Unidos. Este esfuerzo fecundo no solo nos puso en el mapa intelectual mundial sino que nos dio carta cabal y reconocimiento por su calidad intelectual.
Por mi parte me uno a este merecido reconocimiento. Me complace y llena de orgullo contar a Enrique Dussel entre mis colegas, y sobre todo, tenerlo como amigo y hermano.
¡Desde aquí, un abrazo cordial, Enrique!
Chicago, Illinois, 15 de noviembre de 2010
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