¿La crítica al llamado “modelo económico” cubano puede entenderse como una descalificación de todo un proceso de cambio revolucionario que ha vivido ese país desde 1959? Más bien constituye el inicio de una nueva etapa de cambios económicos y sociales que persiguen el perfeccionamiento de su propia experiencia y la reinvención imperativa del modo socialista de vida.
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Slavoj Zizek
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“El modelo cubano ya no funciona ni siquiera para nosotros”, fue la controvertible manifestación de Fidel Castro Ruz, vertida en una entrevista suya con el periodista estadounidense Jeffrey Goldberg, publicada el 8 de mayo pasado en la revista The Atlantic. En medio del revuelo causado por la manipulación burda que hicieron los principales medios de comunicación occidentales, pretendiendo adjudicarle a dichas palabras el carácter de admisión del fracaso del socialismo en Cuba, pocos días después Fidel aclaró que su expresión había que entenderla en el contexto de la pregunta del periodista en el sentido de “si él creía que el modelo cubano era algo que aún valía la pena exportar”. Puesto así, la premisa inarticulada era que Cuba se dedicaba a exportar su Revolución a otros países. Sin embargó, abundó, “lo real es que mi respuesta significaba exactamente lo contrario”.
“Mi idea, como todo el mundo conoce, es que el sistema capitalista ya no sirve ni para Estados Unidos ni para el mundo, al que conduce de crisis en crisis, que son cada vez más graves, globales y repetidas, de las cuales no puede escapar. Cómo podría servir semejante sistema para un país socialista como Cuba”, concluyó.
La analista política estadounidense Julia Sweig, quien acompañaba a Goldberg en la entrevista al líder cubano, dio a conocer su propia interpretación, la cual recibió escasa atención de los medios capitalistas, pues decía lo que éstos no querían escuchar. Según ésta, efectivamente Fidel Castro: “No estaba rechazando las ideas de la Revolución. Lo veo como un reconocimiento de que bajo el modelo cubano el Estado ha tomado un rol demasiado grande en la vida económica del país ”.
¿Existen modelos?
Lo cierto es que el líder cubano siempre ha dicho que cada país debe desarrollarse conforme a sus propias circunstancias, desde la experiencia de la Unidad Popular en Chile hasta la revolución de los sandinistas en Nicaragua, desde la revolución bolivariana de Venezuela hasta la revolución indigenista y comunitaria en Bolivia. No existen, pues, como tales, los “modelos”, lo que existen son las experiencias históricas concretas, las cuales no se dejan reducir a abstractos marcos conceptuales. En todo caso, si algo habría que puntualizar es el carácter de “antimodelo” de la experiencia histórica cubana.
Pero, alguien honestamente cree que un país que se ha visto forzado a vivir los pasados 50 años bajo una economía de guerra, producto del más criminal bloqueo, junto a las continuas agresiones, sabotajes y presiones, puede desarrollar efectivamente un modo de gestión de su economía aún adecuada a sus propias necesidades cotidianas y aspiraciones de progreso social. ¿Puede un país bajo esas condiciones crear tan siquiera su propio modelo?
El bloqueo económico, comercial y financiero impuesto a Cuba por Washington ha sido el más cruel y despiadado que se haya conocido en la historia mundial. Su objetivo, como no han dejado de ocultar sus promotores, es la destrucción de la Revolución cubana mediante la creación de dificultades y penurias económicas que impida satisfacer las necesidades del pueblo, incluyendo el ofrecimiento de salarios reales, con la expectativa que ello hundirá al pueblo en la desesperanza y facilite el derrocamiento del gobierno revolucionario.
El daño económico directo que dicho bloqueo le ha producido a Cuba supera los 82 mil millones de dólares, a un promedio anual de $1,782 millones. A esta cifra habría que añadir los sobre 54 mil millones de dólares por, entre otros, daños directos causados a objetivos económicos del país por la privación de fuentes de financiamiento o suministro internacionales para sus procesos de producción, así como los sabotajes y acciones terroristas promovidas y financiadas desde territorio estadounidense.
Sin embargo, decía Raúl Castro en una reunión de campesinos cubanos celebrada en febrero de 2008: “Somos conscientes de los enormes esfuerzos que requiere fortalecer la economía, premisa imprescindible para avanzar en cualquier otro ámbito de la sociedad, frente a la verdadera guerra que libra el gobierno de los Estados Unidos contra nuestro país. La intención es la misma desde el triunfo de la Revolución: hacer sufrir todo lo posible a nuestro pueblo hasta que desista de la decisión de ser libre. Es una realidad que lejos de amilanarnos debe seguir haciendo crecer nuestra fuerza. En lugar de utilizarla como excusa ante los errores, debe ser acicate para producir más y brindar mejor servicio, para esforzarnos por encontrar los mecanismos y vías que permitan eliminar cualquier traba al desarrollo de las fuerzas productivas y explotar las importantes potencialidades que representan el ahorro y la correcta organización del trabajo”.
En ese sentido, Cuba no espera ni puede esperar por el fin del criminal bloqueo con el que Washington le ha victimizado para solucionar los serios problemas que le aquejan internamente. De ahí que a los sucesivos procesos de autocrítica y cambios que ha vivido el país antillano, se le ha sumado el más reciente, el cual dio inicio en noviembre de 2005 con un discurso de Fidel Castro en la Universidad de La Habana en el que advirtió cándidamente de los peligros a los que se enfrenta el futuro de la Revolución cubana, sobre todo por las consecuencias éticas que está teniendo sobre la Isla el mal funcionamiento de su propio “modelo económico”. A los pocos días hizo otras sorprendentes declaraciones en una intervención televisiva en las que, sin pelos en la lengua, denunció que en Cuba “los que mejor viven son los que menos trabajan”. LEER MÁS...
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