La hipótesis central que barajamos en los últimos años es que en la región se trata de cercar y aislar a Brasil, el único país en condiciones de hacer frente a la nueva estrategia imperial. Pero este país es muy consciente de los desafíos que tiene por delante, como se desprende de la Estrategia Nacional de Defensa y, más recientemente, en las posiciones que ha ido asumiendo ante el nuevo concepto estratégico de la OTAN.
La reciente cumbre de Lisboa de la OTAN, celebrada el 19 y 20 de noviembre, supone el reconocimiento de que la alianza militar nacida en 1949 para la defensa del espacio euro-atlántico se ha convertido en una fuerza con vocación de intervención global. Los ciudadanos de nuestros países confían en la OTAN para defender naciones aliadas, movilizar fuerzas militares robustas donde y cuando sea requerido para nuestra seguridad, y para la promoción de la seguridad común entre nuestros aliados alrededor del globo, puede leerse en el documento de 11 páginas firmado por los jefes de Estado.
En los hechos, estamos ante una OTAN que se globaliza, como señala Pepe Escobar en una serie de artículos dedicados al tema (Asia Times, 18 y 20 de noviembre). No sólo se trata de mantener a perpetuidad el arsenal nuclear sino de convertirse en policía del mundo, acoplándose al diseño militar del Pentágono de guerra infinita y guerra de espectro total. La OTAN ya está en Asia central y del sur, así como en el noreste de África, interconectada con el Africom del Pentágono, apunta Escobar. Un plan a largo plazo, cuatro décadas según el general David Richards, jefe de la Defensa británica, destinado según el periodista a cercar el corazón de Eurasia, aislar a Rusia, Irán y China. En síntesis, una nueva guerra fría contra los países que pueden hacer sombra a la decadente superpotencia.
En América Latina el Pentágono ha ido moviendo sus fichas en los últimos años: reactivación de la IV Flota, despliegue de nuevas bases militares, ocupación militar de Haití con la excusa del terremoto, golpe de Estado en Honduras, entre las más evidentes. La hipótesis central que barajamos en los últimos años es que en la región se trata de cercar y aislar a Brasil, el único país en condiciones de hacer frente a la nueva estrategia imperial. Pero este país es muy consciente de los desafíos que tiene por delante, como se desprende de la Estrategia Nacional de Defensa y, más recientemente, en las posiciones que ha ido asumiendo ante el nuevo concepto estratégico de la OTAN.
El 10 de setiembre el ministro de Defensa, Nelson Jobim, quien continuará en el cargo en la administración de Dilma Rousseff, participó en la conferencia internacional El Futuro de la Comunidad Trasatlántica, realizada en Lisboa. En el Instituto de Defensa Nacional, Jobim mostró su preocupación por el riesgo de que la OTAN pueda realizar incursiones armadas en el Atlántico Sur, al que definió como área geoestratégica de interés vital para Brasil. El ministro fue claro al señalar que es necesario separar las cuestiones del Atlántico Norte de las del Sur, que merecen respuestas diferenciadas, tanto o más eficientes y legítimas cuanto menos involucren a organizaciones o estados extraños a la región.
Aseguró que las razones por la cuales se creó la OTAN dejaron de existir, ya que desapareció la amenaza que representaba la Unión Soviética. Denunció que la OTAN se convirtió en instrumento para el avance de los intereses de su miembro principal, Estados Unidos, y criticó de modo frontal la extrema dependencia europea de las capacidades militares estadunidenses en el seno de la OTAN, lo que le impide constituirse en un actor geopolítico a la altura de su peso económico.
El 3 de noviembre, en la apertura de la séptima Conferencia de Seguridad Internacional Fuerte de Copacabana, en Río de Janeiro, Jobim volvió sobre el mismo tema. Enfatizó que Brasil y Sudamérica no pueden acepar que Estados Unidos y la OTAN se arroguen el derecho de intervenir en cualquier parte del mundo y, de modo particular de cortar la línea que separa al Atlántico Norte del Sur. Rechazó la idea dee soberanías compartidas sobre esta región que maneja el Pentágono: ¿cuál es la soberanía que Estados Unidos quiere compartir, la de ellos o la nuestra?” Dijo más: No seremos aliados de Estados Unidos para que ellos mantengan su papel en el mundo. Y rechazó conversar sobre el Atlántico Sur con un país que ni siquiera reconoce la soberanía marítima brasileña de 350 millas, reconocida por Naciones Unidas. Allí se encuentran los yacimientos de hidrocarburos que son definidos como la Amazonia azul por la Estrategia Nacional de Defensa.
Sin la menor ironía, la página estratégica brasileña Defesanet destacó que con estos argumentos Jobim había lanzado la idea del Mare Brasilis, en referencia al Atlántico Sur, una zona del mundo que para los militares de ese país es vital por lo menos desde las décadas de 1950 y 1960, cuando el coronel Golbery do Couto e Silva y la Escuela Superior de Guerra definieron las prioridades estratégicas del país. No es casualidad que Jobim sea el preferido de los altos mandos militares para seguir en un cargo desde el cual dotó a las fuerzas armadas de objetivos estratégicos que se están cumpliendo.
Para completar el cuadro habría que agregar dos informaciones. Como parte de la alianza estratégica entre China y Brasil, del 3 al 7 de noviembre una delegación presidida por el comandante de la marina china visitó la flota en Río de Janeiro, con especial interés en conocer el programa militar y el portaviones Sao Paulo. Además, ambas marinas discutieron asuntos estratégicos reservados y elaboraron una estrategia de trabajo conjunta (Defesanet, 12 de noviembre). La segunda es la información publicada el 21 de noviembre por O Estado de Sao Paulo, el día siguiente a la conferencia de Lisboa, que asegura que la marina de Brasil tiene un plan hasta 2047 (fechas similares a las que maneja el concepto estratégico de la OTAN) para dotarse de una flota de seis submarinos nucleares (hasta ahora se hablaba de uno) y 20 convencionales.
A todo ello debe sumarse que Brasil ya domina todo el ciclo de la producción nuclear. En suma, un país de Sudamérica que se está dotando de un aparato disuasorio frente a amenazas extrarregionales, como dijo Jobim, capaz de enfrentar todo tipo de desafíos, diplomáticos y militares, convencionales o no.
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