El caso Wikileaks hace vislumbrar lo que podríamos catalogar de enjambre de nuevas guerrillas revolucionarias del ciberespacio, trocando por computadoras lo que en otras circunstancias fueron los fusiles.
La filtración por Wikileaks de más de un cuarto de millón de cables clasificados, cruzados durante más de 40 años entre el Departamento de Estado y sus misiones diplomáticas alrededor del mundo, ha hecho correr ya ríos de tinta de información y debate sobre el inaudito acontecimiento. Una conclusión muy importante se refiere al potencial de las nuevas tecnologías para hacer posible lo que hasta hace dos décadas no era concebible sino como el muy improbable resultado de un sofisticado aparato de información, integrado por múltiples redes de personal altamente profesional convenientemente insertado en todas las regiones geográficas del planeta por alguna de las dos superpotencias de entonces. Otra, derivada de la primera, es la posibilidad que se abre de desnudar ante el mundo la conducta arrogante agresiva, injerencista, racista, criminal, en suma, del decadente y declinante imperio estadunidense.
Lo que está revelando Wikileaks hasta hoy –y esto es muy importante tomarlo en consideración– no son los cables intercambiados sobre la sucia materia operacional entre el cuartel general de la CIA, en Langley, y sus estaciones, con o sin fachada legal, dispersas por todo el mundo. Por eso, en la mayor parte de los casos no se trata de información sobre acciones y tendencias que no conociéramos o no hubiésemos intuido ya, pero como ocurre con el golpe de Estado en Honduras, lo sustantivo es –verdadero monumento al cinismo– su calificación de ilegal e ilegítimo en informe a sus superiores por el embajador yanqui en Tegucigalpa. Algo parecido ocurre con la campaña conspirativa y de descrédito internacional de Washington contra el presidente Hugo Chávez o la debilidad imperial ante la altanería de Israel pese a la dependencia de aquel de su ayuda militar y económica. De la misma manera, la constatación reiterada hasta el infinito de los obsesivos designios estadunidenses contra Irán, catalogados por Fidel Castro y numerosos expertos en geopolítica como un camino que conduce irreversiblemente a una suicida guerra nuclear.
Entre las innumerables valoraciones sobre la trascendencia de la filtración de Wikileaks, recomiendo leer la muy medular y sintética escrita por la periodista cubana Rosa Miriam Elizalde, a quien considero una de las personas más calificadas en la actualidad sobre la batalla de ideas contra la dominación capitalista en el ciberespacio. Por esa razón, citaré extensamente su texto titulado “Wikileaks humilla al Cibercomando”, publicado originalmente en la página web Cubadebate:
“El golpe es demoledor para la política imperial estadunidense, que había aprendido a convivir con los medios tradicionales, domesticándolos. Ahora estos saben que tienen que adaptarse a la nueva era del ciberespacio, con sus millones de fuentes autónomas de información, que han resultado ser una amenaza decisiva a la capacidad de silenciar en que se ha basado siempre la dominación.
“Lo que estamos presenciando es histórico y humillante para los halcones imperiales. Con su audaz trabajo de coordinación entre los medios tradicionales y los llamados sociales, Wikileaks ha ganado la primera gran batalla de la Era de la Información contra los mecanismos que en las últimas décadas han utilizado Estados Unidos y sus aliados gubernamentales y mediáticos para influir, controlar y coaccionar…
“Lo que ha desatado las alarmas en Washington es que Wikileaks demuestra que un pequeño grupo de periodistas e informáticos, utilizando hábilmente las nuevas tecnologías y maniobrando en las redes sociales y en las aguas turbias de la comunicación trasnacional, puede poner en jaque a la mayor superpotencia del mundo y a su súper ejército ciberespacial, con mil hackers, un presupuesto multimillonario y una abrumadora campaña de terror, para imponer en todo el mundo, con el pretexto de la ciberseguridad, la ciberguerra”.
Y ahora viene un planteamiento fundamental de Elizalde por su valor como conclusión práctica, que hace vislumbrar lo que podríamos catalogar de enjambre de nuevas guerrillas revolucionarias del ciberespacio, trocando por computadoras lo que en otras circunstancias fueron los fusiles.
“…ciertas claves que no debería desdeñar ninguna estrategia de resistencia: el conocimiento y apropiación de las nuevas tecnologías, el valor de la trasparencia informativa, el ciberespacio como ámbito de acciones tanto ofensivas como defensivas y las extraordinarias posibilidades del Internet como herramienta de lucha”.
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