El literato devenido estos días en un gran publicista de la ‘libertad’, “ignora” que en las calles de Estocolmo, Washington, Londres, Paris, Madrid y en cientos de ciudades más, el grito de libertad por los Cinco se abre paso exigiéndole justicia a una de las democracias liberales “ejemplares” del mundo.
Abner Barrera Rivera / AUNA-Costa Rica
En las últimas semanas, a propósito del otorgamiento del Premio Nobel de literatura, los grandes medios han saturado al mundo con imágenes de Vargas Llosa, presentándolo como un paladín de la libertad. Ha sido tan abundante la publicidad en ese sentido, que la gente no sabe si le otorgaron el Nobel por la literatura producida o por ser un predicador del neoliberalismo. Hasta donde se conoce no existe Premio Nobel para este último oficio.
Basta un vistazo a las noticias sobre el peruano-españolizado para comprobar que a la par de su foto aparece siempre la palabra libertad. De esa forma, lo que el poder mediático pretende presentar es que, Vargas Llosa es sinónimo de libertad; algo que él mismo cree. Para todos es conocido cuáles son los intereses que defienden los grandes medios y qué reflejos condicionados se proponen producir con eso. En este tiempo donde reina la gran crisis financiera internacional como resultado de la aplicación por varias décadas de las recetas de la economía de mercado, aparece el galardonado Vargas, repitiendo como una grabadora descompuesta, que la libertad es el camino de la prosperidad. En cualquier país donde los gobernantes no sigan el modelo económico sacrificial –de seres humanos y de la naturaleza- del capitalismo salvaje, Vargas vocifera ante las cámaras para pedir libertad y acusar a esos gobiernos de ser enemigos de la humanidad.
A propósito de su presencia en la capital sueca para cumplir con los rituales de la premiación, Vargas aprovechó su discurso ante los medios de todo el mundo, para presentarse como un liberal redentorista y un defensor de la democracia liberal en el mundo. Estocolmo fue la cresta de la ola, desde donde sintiéndose en la gloria, levantó la voz contra algunos gobiernos que no son de su simpatía. Aunque el título de su discurso “Elogio de la lectura y la ficción”, parecía anunciar que abordaría asuntos de la literatura, sin embargo se dedicó a hablar de política, de forma sectaria y fundamentalista, mostrándose así un Vargas cautivo de sus ideologías vetustas.
Semejante a otros trasnochados publicistas de la caverna internacional, no pudo faltar en su perorata la referencia calumniosa a la Revolución Cubana, colocándose así en el mismo antro de los mafiosos de Miami como Orlando Bosch, Posada Carriles o Carlo Alberto Montaner; al igual que ellos, se puso de lado de los asalariados contrarrevolucionarios financiados por la SINA en La Habana (¿Tan bajo puede caer un Premio Nobel?). Pero además de atacar a Cuba, el catequista neoliberal se refirió también a los gobiernos de Venezuela y Bolivia tratándolos de seudo democracias. El tipejo vive tan despistado en Europa, que “no se ha informado” que en estos tres países latinoamericanos, a pesar de la feroz campaña desatada contra sus gobiernos por parte del imperialismo yanqui, la derecha internacional, las oligarquías y los grandes medios, sus gobernantes gozan de un amplio respaldo popular. Pero como se trata de gobiernos dignos, que han escogido su propio camino, sin la tutela de los Estados Unidos, entonces el lenguaraz de la libertad, aprovecha para calumniarlos.
El discurso de Vargas reiteradamente alude a la defensa de la democracia, los derechos humanos y las libertades. Si Vargas realmente creyera y estuviera comprometido con lo que habla, tendría que condenar la falta de libertad y la violación de los derechos humanos en países que dicen ser modelos de democracias liberales como los Estados Unidos, Inglaterra, Francia o España, pero lo que él hace es invisibilizar los fracasos de las políticas neoliberales en esos países.
El predicador de la libertad por andar aislado en su propio papamóvil no ha escuchado el grito de libertad que recorre el mundo, no sólo en los países del sur, sino también en los del norte donde él suele radicar; se trata de la lucha por la libertad de los Cinco héroes cubanos presos en las cárceles de los Estados Unidos. Vargas no ha leído en los grandes medios -en los cuales él escribe- que el Gobierno cubano entregó al FBI pruebas irrefutables de los planes de atentados y sabotajes de los grupos terroristas de Miami contra la dirigencia y las instalaciones de la Revolución Cubana, y que el Gobierno de los Estados Unidos en lugar de colaborar en el desmantelamiento de esos grupos terroristas, respondió deteniendo a los Cinco y acusándoles sin ninguna evidencia de espionaje y de poner en peligro la seguridad de los Estados Unidos. Vargas no puede enterarse de esto en los grandes medios, porque las llamadas democracias liberales que él defiende, promueven un periodismo parcial que no tolera, que democracias populares como la de Cuba, pongan en jaque al imperio por su doble rasero en la lucha contra el terrorismo.
El literato devenido estos días en un gran publicista de la ‘libertad’, “ignora” que en las calles de Estocolmo, Washington, Londres, Paris, Madrid y en cientos de ciudades más, el grito de libertad por los Cinco se abre paso exigiéndole justicia a una de las democracias liberales “ejemplares” del mundo.
Hay que informarle al laureado Vargas que a ese grito de libertad se han sumado varios premios Nobel, que no han sido obnubilados por el galardón, sino que han puesto ese reconocimiento público al servicio de una causa tan noble y humana como es la lucha por la libertad de los Cinco cubanos. Entre ellos figuran Zhores Alferov; José Ramos Horta; Adolfo Pérez Esquivel; Máiread Corrigan Maguire; Rigoberta Menchú; Wole Soyinka; Nadine Gordimer; Darío Fo; José Saramago y Günter Grass. Estos cinco últimos son premios Nobel de Literatura.
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