Contar con evidencias documentales tan vastas como las difundidas por Wikileaks debería servir para replantear la diplomacia mundial, y para que en América Latina se afirme la edificación de sus propios principios y sistemas de seguridad e inteligencia, desligándolos de la antigua dependencia o influencia “imperialista”.
América Latina fue la primera región del mundo en romper con el colonialismo. Pero inmediatamente, sobre las nacientes repúblicas apareció la voracidad de las potencias capitalistas centrales. Aunque la región cayó bajo la dependencia de Europa, también los EE.UU. aseguraron su presencia con las diplomacias del “monroísmo” y del “destino manifiesto”. Una serie de circunstancias internacionales como la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la consolidación del “imperialismo” como fenómeno nuevo del capitalismo monopolista, provocaron el desplazamiento de la hegemonía europea a favor de los EE.UU., que pasó a dominar en Latinoamérica.
Después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), cuando se expandió el campo de los países socialistas y con ello el enfrentamiento entre sistemas socioeconómicos, nació la “guerra fría”. Para blindarse frente a la URSS y sus aliados, los EE.UU. impulsaron sus propios sistemas especializados de inteligencia: fundamentalmente el Pentágono (1943) y la CIA (1947). Además, estableció alianzas militares en todo el continente a través del TIAR (1947). El triunfo de la Revolución Cubana (1959) catapultó a la seguridad estadounidense y la “guerra fría” sobre América Latina. Desde entonces, la diplomacia norteamericana nunca se desligó de las labores de inteligencia llevadas adelante particularmente por la CIA.
América Latina ha sido largamente víctima de la diplomacia de “guerra fría” y de las actividades de inteligencia de la CIA. Pero solo en forma aislada han quedado al descubierto esas acciones por evidencias documentales, aunque para la ciencia social de la región el “trabajo” de la inteligencia norteamericana es ampliamente conocido, referido y analizado. No quedan dudas, por ejemplo, que las dictaduras militares latinoamericanas, durante las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado, se originaron en la “guerra fría” y las actividades de la CIA. Un libro del fallecido ex agente Philip Agee (Inside the Company. CIA Diary, 1975) dio cuenta de la labor ejecutada en Ecuador para instaurar la Junta Militar (1963-1966), con el apoyo directo de “agentes” y “colaboradores” locales, en cuyo listado se hallaban reconocidas figuras políticas, líderes sociales y hasta periodistas del país, algunos todavía vivos.
La difusión masiva de documentos por WikiLeaks, que ha ocasionado un revuelo mundial, en principio nada nuevo parece descubrir. Pero contar con evidencias documentales tan vastas debería servir para replantear la diplomacia mundial y para que en América Latina se afirme la edificación de sus propios principios y sistemas de seguridad e inteligencia, desligándolos de la antigua dependencia o influencia “imperialista”. Este es el tema de fondo, para garantizar la soberanía, la dignidad y los intereses propios de nuestros países. Porque debiera ser un “escándalo” nacional que viajen precisamente a los EE.UU. políticos de oposición con el objeto de quejarse y denunciar al Gobierno ecuatoriano. Algo que no pasaría por las cabezas norteamericanas, pero que ocurrió aquí quince días antes del intento de golpe de Estado del 30 de septiembre.
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