Pese a la existencia de medios y voces críticas en los medios de comunicación, la tendencia fundamental es hacia la dictadura mediática. Esa dictadura que se solaza en la propagación del pensamiento único y el aplastamiento del pensamiento crítico.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
El día 22 de septiembre del presente año se empezó a difundir por medios electrónicos un comunicado del Centro PEN de Guatemala, organización filial del Centro PEN Internacional que funciona en Londres. Dicho comunicado suscrito entre otros por su presidente y vicepresidente, Eduardo Blandón y Guillermo Paz Cárcamo, respectivamente, se denuncia el despido como columnista del diario Prensa Libre de la muy estimable escritora y periodista Margarita Carrera. Los motivos aducidos por el comunicado del Centro PEN de Guatemala son alarmantes: a Margarita Carrera se le despidió probablemente por las opiniones vertidas en su última columna en el referido diario y que lleva por título “¿Nuevamente un militar?”.
Estas opiniones tienen que ver con su apreciación del general Pérez Molina, de quien la distinguida escritora opina que su elección sería una vuelta al ubiquismo y recomienda la lectura del libro de Francisco Goldman, donde se menciona la posible participación del general en el asesinato de Monseñor Juan Gerardi. Por fortuna, la intolerante tontería cometida por el nuevo Director Editorial de Prensa Libre, Miguel Ángel Méndez Zetina, fue reparada por el Vicepresidente de dicho medio, Mario Antonio Sandoval.
En todo caso, el penoso acontecimiento nos recuerda que quien fuera Director Editorial del referido rotativo, Gonzalo Marroquín, en su calidad de Presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), ha sido enfático en que abogará por la libertad de expresión durante todo este año de 2011 (Véase Prensa Libre, 29/12/2010). Marroquín ha criticado acerbamente el que en Argentina, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Ecuador, Honduras y Nicaragua se hayan creado medios de comunicación con fondos públicos. Y el señalamiento puede estar motivado por la preocupación que ocasiona ver al Estado imponiendo una dictadura mediática. Pero al parecer tal preocupación se desvanece si tal dictadura mediática la impone el gran capital. Y esto es lo que ha sucedido en buena parte de América Latina y aun en países como Italia en donde un poderoso capitalista y dueños de medios de comunicación, Silvio Berlusconi, tiene la libertad de conducirse con gran impunidad como un verdadero crápula.
Guatemala no es ajena a de esa dictadura mediática. Salvo La Hora y el Diario de Centroamérica, los demás grandes rotativos, tanto los de periodismo serio como los exitosos amarillistas, han estado asociados a los más poderosos grupos empresariales. En lo que se refiere a las radiodifusoras, la ley procesada y aprobada entre 1996 y 1998, como me dijo una connotada periodista en alguna ocasión: “Le quitaron al presidente la potestad de otorgar concesiones, pero se la dieron al capital”. Esto sucedió porque el mecanismo de concesión fue la subasta económica. Seis grandes emporios han ido surgiendo en el país hasta donde llega mi información: Grupo Emisoras Unidas, Grupo Central de Radios, Grupo Radial El Tajín, Grupo Radio Rumbos, Radio Corporación Nacional, Radio Grupo Alius. A estos grupos hay que agregar el llamado grupo de Radios Libertarias, que como su nombre lo indica tiene un propósito ideológico de carácter neoliberal.
A la propaganda neoliberal se une la propaganda religiosa del protestantismo fundamentalista y neopentecostal, que se asocia a buena parte de los centenares de radioemisoras que con licencia y sin licencia difunden su visión del mundo. La televisión abierta está monopolizada por el Grupo González, mientras que en la televisión de paga destacan Guatevisión, también de clara orientación ideológica derechista. Además de Guatevisión, se encuentra TVAzteca Guatemala que no es sino la expansión hacia el sur de uno de los dos grandes monopolios que en México protagonizan la dictadura mediática en dicho país.
La cultura del terror, la que busca suprimir al oponente en lugar de dialogar con él, es algo irradiado no solo en los propietarios de los medios de comunicación sino también en algunos sectores de la sociedad. Me parece revelador recibir comentarios a mi columna de unos cuantos lectores preguntándose cómo es que la dirección de La Hora me permite tener una columna. La defenestración temporal de Prensa Libre de una mujer decente y talentosa -como lo es Margarita Carrera- seguramente hará ver nubarrones en el horizonte a la minoría de columnistas críticos que existe en periódicos de orientación conservadora. Seguramente les recordará que de cuando en cuando, se observan razzias que confirman que pese a la existencia de medios y voces críticas en los medios de comunicación, la tendencia fundamental es hacia la dictadura mediática. Esa dictadura que se solaza en la propagación del pensamiento único y el aplastamiento del pensamiento crítico.
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