La virtualidad es justamente un tema cultural, intelectual, psicológico muy importante en nuestra relación con las TICs. Estamos inmersos en el mundo virtual, pero el mundo real sigue estando ahí. ¿Cómo compatibilizarlos? ¿Cómo evitar las confusiones en la mente de niños, jóvenes, adultos, adultos mayores?
Manuel Barrera / Especial para Con Nuestra América
Desde Santiago de Chile
En una entrevista periodística el arquitecto chileno Enrique Browne afirmó: “Para Le Corbusier, el ícono cultural de su época fue la máquina…”
El entrevistador le preguntó enseguida:
-"¿Cuál sería el ícono ahora?"
Browne respondió:
“La virtualidad. Cómo hacer calzar el mundo virtual con el mundo real, porque este sigue existiendo”[1].
Ese es justamente un tema cultural, intelectual, psicológico muy importante en nuestra relación con las TICs. Estamos inmersos en el mundo virtual, pero el mundo real sigue estando ahí. ¿Cómo compatibilizarlos? ¿Cómo evitar las confusiones en la mente de niños, jóvenes, adultos, adultos mayores?
En 1994 Paul Milgram y Fumio Kishino definieron el concepto de realidad mixta como cualquier espacio entre los extremos del continuo de la virtualidad. Este continuo se extiende desde el mundo completamente real hasta el entorno completamente virtual, encontrándose entre medio de éstos la realidad aumentada y la realidad virtual.
El adjetivo ‘virtual’ ha alcanzado una gran importancia en los campos de la informática y las telecomunicaciones, entre los que destacan la memoria virtual, el circuito virtual y la realidad virtual[2]. Afirma Mowshowitz que estos fenómenos tienen una gran significación teórica y empírica en el diseño e implementación de sistemas informáticos, en las redes y en la interacción persona-ordenador, respectivamente.
La realidad virtual tiende a eliminar la frontera existente entre realidad e irrealidad. No se trata en este caso de la imposibilidad de separación entre lo real y aquello que no lo es, sino la extensión o difusión de los límites que los separan. La amplia variedad de posibilidades que ésta ofrece, ha facilitado el establecimiento de un status de realidad, sustentado en el hecho de que la realidad virtual es compartida con otras personas y tiene una estrecha relación con el mundo físico dada su interrelación e influencia mutuas. Además, la realidad virtual está interconectada con la producción artística, una experiencia que ha acompañado a la especie humana desde siempre.
De lo anterior surge la posibilidad de que la realidad virtual se constituya en un territorio fértil para la creación o reconstrucción de la propia identidad de los participantes. En efecto, la realidad virtual favorece la construcción de una identidad sustentada en la creación de más de un yo, es decir, de identidades múltiples. O se constituye en una “sala de espera” respecto de la construcción de una identidad más definitiva. Es lo que ocurre en la adolescencia en que el sujeto tiene experiencias a modo de pruebas antes de definir su contorno identitario más definitivo. El psicólogo Erik Erikson en sus estudios sobre la identidad del adolescente creó la expresión de “moratoria psicosocial” para referirse a este fenómeno. La adolescencia sería un periodo donde “probar cosas” (drogas, orientación sexual por ejemplo) se constituiría en experiencias previas, preparatorias para la constitución de la identidad. Los entornos virtuales, y más concretamente la realidad virtual, han generado un espacio de moratoria para la construcción de la identidad sustentada en la creación de más de un yo. No es raro encontrar a cibernautas con “alias”, es decir con identidades ficticias, navegando por el ciberespacio.
De modo que realidad virtual sería una representación de las cosas a través de medios electrónicos. La realidad no se nos presenta. Lo que aparece frente a nosotros es su representación. Imágenes, palabras, sonidos que nos dan la sensación de estar en una situación real en la que podemos interactuar con lo que nos rodea. Es así como la frontera existente entre la realidad y la irrealidad se ha desvanecido. Los límites se han hecho difusos. Actualmente Internet nos provee con medios para reunirnos con diferentes personas en el mismo espacio virtual. En este sentido Internet tiende a ser un mecanismo de tele-presencia. Lo que se omite en la realidad virtual es lo presencial a favor de lo virtual, algo que no es, pero que parece que fuera. La distancia, es decir, el espacio real, desaparece. Este medio nos brinda con realidades que físicamente no existen pero que, sin embargo, actualmente y cada vez más, forman parte de nuestras vidas.
Las experiencias de Internet y de la TV son, quizás, los más frecuentes tratos de las personas comunes con un mundo de imágenes que se desplazan por el espacio. Sin embargo, el sociólogo italiano Giovanni Sartori propone diferenciar la TV de los ordenadores. “La televisión nos muestra imágenes de cosas reales, es fotografía y cinematografía de lo que existe. Por el contrario, el ordenador cibernético (para condensar la idea en dos palabras) nos enseña imágenes imaginarias. La llamada realidad virtual es una irrealidad que se ha creado con la imagen y que es realidad sólo en la pantalla. Lo virtual, las simulaciones amplían desmesuradamente las posibilidades de lo real, pero no son realidades”[3]. Hay que señalar, sin embargo, que tanto la TV como el ordenador nos brindan actualmente una variedad de posibilidades donde lo serio y lo superfluo, el material de trabajo intelectual y los juegos de entretención, lo grotesco y lo artístico están presentes a disposición de la elección del usuario. Por otro lado, la tendencia es a la complementación y a la interacción de todos los medios. Las diferencias entre ellos, perceptibles en sus inicios, tienden a desdibujarse a favor de la tendencia señalada.
Sin embargo, la tesis principal del libro de G. Sartori es digna de atención: “la televisión modifica radicalmente y empobrece al aparato cognitivo del homo sapiens.(p.17). Lo que hace único al homo sapiens es su capacidad simbólica (p.23)…el lenguaje esencial que de verdad caracteriza e instituye al hombre como animal simbólico es ‘lenguaje-palabra´, el lenguaje de nuestra habla…el hombre es un animal loquax…esta característica lo distingue radicalmente de cualquier especie de ser viviente”…el pensar y el conocer…se construyen en el lenguaje y con el lenguaje. (p.24). …el telespectador es más un animal vidente que un animal simbólico. Para él las cosas representadas en imágenes cuentan y pesan más que las cosas dichas con palabras. Y esto es un cambio radical de dirección, porque mientras la capacidad simbólica distancia al homo sapiens del animal, el hecho de ver lo acerca a sus capacidades ancestrales, al género al que pertenece la especie del homo sapiens. (pp.26-27). Es una tesis a tener presente. Para G. Sartori Internet no cambia el dramatismo de su visión.
Esta visión de Sartori es teórica, de antropología filosófica. Conviene complementarla o contrastarla con esfuerzos más empíricos ligados a la praxis de los que cotidianamente usan estas tecnologías.
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