México
tiene que asumir su lugar en esta nueva época latinoamericana, debe contribuir
a la unidad de nuestros pueblos, reformulando todas las ideas que se generan
sobre nuestro presente.
Cristóbal León Campos / Especial para Con Nuestra
América
Desde
Mérida, Yucatán. México.
En
su discurso de toma de protesta, el presidente Andrés Manuel López Obrador
dijo: “México no dejará de pensar en Simón Bolívar y en José Martí, quienes
junto con Benito Juárez siguen guiando con sus ejemplos de patriotismo el
camino a seguir de pueblos y de dirigentes políticos”. Estas palabras
convertidas en el eje de la nueva política exterior, pueden marcar el rumbo de
un reordenamiento de las relaciones con nuestros países hermanos
latinoamericanos, y poner fin al distanciamiento que desde el gobierno de
Vicente Fox se vivió con el rompimiento de relaciones con Cuba y las constantes
declaraciones que desde entonces realizaran los presidentes mexicanos sobre
gobiernos de países como Venezuela y Bolivia, violando uno de los principios característicos
de la política exterior mexicana, el respeto a la autodeterminación de las
naciones, promulgada por Benito Juárez en uno de sus más celebres discursos el 15 de
julio de 1867, al retornar a la ciudad de México después de haber derrotado al
segundo imperio francés y volver a sus funciones de presidente de la república:
“Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es
la paz”.
La
nueva etapa que comienza en la vida política del país, debe pensar a México frente
al imperialismo estadounidense, como un país que ejerce su autodeterminación
como garantía de sí mismo, con un gobierno que se guíe por el respeto de la
soberanía nacional y la de otras naciones, y que respete el derecho de los
mexicanos a vivir dignamente. Nuestro país ha vivido en franca sumisión
político-económica desde los años ochenta del siglo pasado, con la firma de
tratados económicos que benefician a los productores extranjeros y a unos
cuantos burgueses mexicanos, además de la venta desmedida y la explotación
irracional de los recursos naturales; el incremento de las políticas
neoliberales que agudizaron el deterioro del nivel de vida de las clases
trabajadoras; la venta de las principales industrias del país; la apertura
total a la inversión extranjera como supuesto remedio del rezago y una entrega
a la política imperial estadounidense. Ya es tiempo de cambiar el orden de los
factores y ponderar la soberanía nacional y la autodeterminación como garantes
del desarrollo económico y social de México.
La
presencia de varios presidentes de países latinoamericanos, en especial de
Cuba, Venezuela y Bolivia, es señal de la oportunidad que se tiene de
acercarnos al ideal martiano de unidad e integración de nuestras naciones
hermanas, con el ejemplo y las ideas de los próceres independentistas, frenando
el avance del imperialismo y la ultraderecha, generando acuerdos de trabajo
conjunto que propicien el intercambio cultural, económico y social de nuestras
repúblicas, que aún hoy, buscan edificar su segunda y definitiva independencia,
en un orden social más justo y equitativo entre pueblos y seres humanos. Poner
la mirada en la unidad latinoamericana, es propiciar el rescate y
reconocimiento de nuestras raíces profundas, de la valoración del origen de
nuestra expresión actual, con el reconocimiento y respeto de los derechos de
los pueblos originarios en el concierto universal que hoy presenta el mundo,
integrarnos como latinoamericanos es reconocer nuestra histórica común y
nuestras particularidades, contribuyendo a la consolidación de nuestra cultura
e identidad frente al constante vasallaje occidental.
La
raíz del sentimiento nacional en Latinoamérica es el anticolonialismo y el
antiimperialismo, los movimientos de independencia tuvieron en esos
sentimientos su razón, el surgimiento de los países y su constitución ha hecho
frente de manera permanente a la constante intromisión imperialista y al
continuo retardo colonial que en las estructuras sociales y culturas aún
pervive, las fuerzas ultraconservadoras siempre evocan en contextos de alta
politización con sus acciones y pensamientos neocoloniales (racismo,
discriminación, segregación, sumisión de la mujer, opresión del indígena,
sobre-explotación, entre otros) ese pasado, en el presente latinoamericano es
urgente rescatar esa raíz y sentimiento emancipador.
México
tiene que asumir su lugar en esta nueva época latinoamericana, debe contribuir
a la unidad de nuestros pueblos, reformulando todas las ideas que se generan
sobre nuestro presente; es necesario ir superando aquellos pensamientos que
siguen ideando nuestro futuro copiando modelos europeos o estadounidenses para
pretender el desarrollo nacional, hay que abrir las puertas nacionales a toda
Nuestra América, incluir desde la enseñanza básica hasta la universidad, el
estudio de la historia y la cultura latinoamericana, para que así, puedan
comprenderse los procesos regionales en los que México ha estado inmerso y que
por razones de interés hegemónico imperial se han ocultado, alejándonos de
nuestra verdadera madre que es nuestra historia. Estamos en el tiempo de luchar
por una política nacional verdaderamente antiimperialista y anticolonial, y por
consiguiente, no regida por los mandatos político-económicos de las potencias
del mundo (principalmente Estados Unidos) que buscan controlar y explotar a los
pueblos para expandir sus riquezas, pero que esta política tampoco busque la
imposición en otros países, que practique el respeto al derecho que tiene cada
pueblo de elegir a su gobierno. México tiene la oportunidad de trabajar a favor
del fortalecimiento de la unidad e integración latinoamericana para el
bienestar de nuestros pueblos.
Integrante
del Colectivo Disyuntivas
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