El repudio de la reacción a Darwin, Marx y Martí
define tanto a la cultura que lo inspira como a la política que busca ejercerla
en Brasil como en Norte América, en Andalucía como en Polonia y Hungría.
Guillermo Castro H. / Especial para
Con Nuestra América
Desde
Ciudad Panamá
Desde
hace mucho ya se ha venido advirtiendo que el sistema mundial se encuentra en
un estado de crisis, que se traduce en un estado de transición hacia formas
nuevas de organización de la comunidad humana. Esas formas nuevas pueden
resultar mucho mejores o mucho peores de las que conocemos hoy. Una imagen de
lo segundo emerge en el avance de movimientos reaccionarios que proponen
encarar la crisis mediante recursos autoritarios, y la renuncia a múltiples
conquistas alcanzadas por la especie humana en su desarrollo del siglo XIX a
nuestros días.
Aquí
no solo se trata de rechazo a los viejos y siempre renovados ideales de
libertad, igualdad y fraternidad que la Revolución Francesa puso en la agenda
humana del desarrollo humano. La reacción no solo proclama la necesidad de la
dictadura, la exclusión y el racismo. Además, repudia conquistas culturales
indispensables para la construcción de un mundo a la medida de las capacidades
de nuestra especie para progresar en su propio desarrollo.
Tres
de esas conquistas destacan aquí: la teoría de la evolución por selección
natural, desarrollada a partir de la obra de Charles Darwin; la del desarrollo
social mediante la lucha de clases, desarrollada a partir de la labor de Carlos
Marx y Federico Engels, y la certeza en la utilidad de la virtud, en el
mejoramiento humano, y en el poder transformador del amor triunfante, plasmada
en la vida, la obra y la muerte de José Martí.
Se
encuentra bajo amenaza, en breve, una visión progresista del desarrollo humano,
que en su momento fue plasmada de manera clara y concisa por Federico Engels en
su discurso en el funeral de su amigo y compañero de luchas, Karl Marx, en
1883. Allí dijo Engels:
Así como Darwin
descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la
ley del desarrollo de la historia humana: el hecho, tan sencillo, pero oculto
bajo la maleza ideológica, de que el hombre necesita, en primer lugar, comer,
beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte,
religión, etc.; que, por tanto, la producción de los medios de vida inmediatos,
materiales, y por consiguiente, la correspondiente fase económica de desarrollo
de un pueblo o una época es la base a partir de la cual se han desarrollado las
instituciones políticas, las concepciones jurídicas, las ideas artísticas e
incluso las ideas religiosas de los hombres y con arreglo a la cual deben, por
tanto, explicarse, y no al revés, como hasta entonces se había venido haciendo.
Pero no es esto sólo. Marx descubrió también la ley específica que mueve el
actual modo de producción capitalista y la sociedad burguesa creada por él . El
descubrimiento de la plusvalía iluminó de pronto estos problemas, mientras que
todas las investigaciones anteriores, tanto las de los economistas burgueses
como las de los críticos socialistas, habían vagado en las tinieblas.[1]
Martí,
que no fue marxista en el plano de las ideas, fue muy cercano a Marx en el de
la política, a partir por ejemplo de su comprensión de la necesidad de plantear
a escala del sistema mundial las luchas populares por la libertad, la equidad y
el derecho a conocerse y ejercerse. A eso nos remite aquella definición de la
Patria que nos ofreciera a pocos meses de inmolarse por la suya:
Patria es humanidad,
es aquella porción de la humanidad que vemos más de cerca, y en que nos tocó
nacer; - y ni se ha de permitir que con el engaño del santo nombre se defienda
a monarquías inútiles, religiones ventrudas o políticas descaradas y hambronas,
ni porque a estos se dé a menudo el nombre de patria, ha de negarse el hombre a
cumplir su deber de humanidad, en la porción de ella que tiene más cerca. Esto
es luz, y del sol no se sale. Patria es eso. – Quien lo olvida, vive flojo, y
muere mal, sin apoyo ni estima de sí, y sin que los demás lo estimen: quien
cumple, goza, y en sus años viejos siente y trasmite la fuerza de la juventud:
no hay más viejos que los egoístas: el egoísta es dañino, enfermizo, envidioso,
desdichado y cobarde.”[2]
Martí,
en este sentido, es nuestro gran teórico en lo que hace al papel de la cultura
en las luchas políticas o, lo que igual, de la política como cultura en
acto. El repudio de la reacción a Darwin, Marx y Martí
define tanto a la cultura que lo inspira como a la política que busca ejercerla
en Brasil como en Norte América, en Andalucía como en Polonia y Hungría.
En
la lucha por llevar el desarrollo humano a nuevas alturas para garantizar el
equilibrio del mundo en lo político como en lo social, lo económico y lo
ambiental, podemos y debemos ejercer una crítica constante sobre todo problema
de estrategia, táctica y método que lo demande. Sobre nuestro patrimonio
cultural, que es la fuente mayor de disposición a luchar, no cabe concesión
alguna. Aquí, lo que cabe es lo que dijera Martí de lo más íntimo de sí, que
sin duda fue su poesía:
¡
Verso, nos hablan de un Dios
Adonde
van los difuntos:
Verso,
o nos condenan juntos,
O
nos salvamos los dos! [3]
[1] Engels, Friedrich: Discurso
ante la tumba de Marx, pronunciado en el cementerio de Highgate en
Londres, el 17 de marzo de 1883. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/83-tumba.htm
[2] "En casa", Patria, 26 de enero de 1895. Obras
Completas. Editorial de Ciencias, La Habana, 1975. V, 468 – 469.
[3] Martí, José: Versos
Sencillos, poema XLVI. http://www.damisela.com/literatura/pais/cuba/autores/marti/sencillo/xlvi.htm
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