El presidente electo de Brasil, Jair
Bolsonaro, está ofreciendo sus servicios a Estados Unidos para agredir a Cuba,
a Venezuela y a todo lo que huela a progresista en nuestra América.
Ángel
Guerra Cabrera / La Pupila Insomne
Las calumniosas y sistemáticas declaraciones contra la presencia de los
médicos cubanos en ese país, programa al que se opuso vehementemente desde que
fue propuesto por la depuesta presidenta Dilma Rousseff, responden a esa
condición servil y rabiosamente reaccionaria, decidida a convertir al gigante
suramericano en un belicoso peón de la política imperialista de Estados Unidos
en la región.
De allí el intento bolsonarista de lograr un acuerdo bilateral con la
potencia del norte para congelar bienes y fondos de Cuba y Venezuela, una
jugada muy a tono con el interés del gobierno de Trump en redoblar la asfixia
económica a ambos pueblos y de crear condiciones sicológicas para algún tipo de
agresión militar contra la patria de Bolívar. Muy señaladamente del
ultraderechista John Bolton, consejero de seguridad nacional de la Casa Blanca,
con quien Bolsonaro se reúne hoy en Río. Tres días antes, para concretar esa
agenda anticubana y antivenezolana con los departamentos de Estado, del Tesoro
y el Consejo de Seguridad Nacional despachó a Washington como su enviado a su
hijo y diputado Eduardo Bolsonaro, reportó el diario O Globo. Es sabido que el
presidente electo es un gran admirador de Trump, a quien considera como una
“salvación para Occidente frente al marxismo cultural del globalismo”. El
inquilino de la Casa Blanca felicitó al ex capitán por teléfono el mismo día de
su elección y acordó trabajar “estrechamente” con él “en materia comercial,
militar y todo lo demás”.
Pero existen señales anteriores del interés del carioca en una relación
“carnal” con Estados Unidos. Bolsonaro
se reunió dos veces durante su campaña electoral con el senador estadounidense Marco Rubio, activo
enemigo de Cuba, Venezuela y Nicaragua, países cuya desestabilización Trump le
ha encargado. Como él, Rubio es decidido partidario del sionismo y del premier
Benjamín Netanyahu. La última de las
reuniones tuvo lugar en la casa del senador en Miami donde almorzaron y
conversaron por cuatro horas. No fue reportada en aquel momento pero se filtró
a los medios brasileños y nadie la ha desmentido. Trascendió que hablaron de
Venezuela, del apoyo a Israel y de armas de fuego. Rubio ha recibido
millonarias donaciones de la Asociación Nacional del Rifle(ANR) y Bolsonaro es
partidario de la venta libre de armas, por lo que es lógico sospechar que su
campaña recibiera financiamiento de la ANR. Pero cómo imaginar ese extenso
convivio sin tratar el tema de Cuba y de sus médicos en Brasil. Y es que si
Rubio no quiere médicos cubanos en ningún país, tampoco la presencia de ellos
en Brasil es compatible con la agenda ultraderechista de su invitado.
Bolsonaro, con su pretensión de imponer condiciones inaceptables a la
presencia de los médicos cubanos, ajenas a los términos del convenio firmado
entre los gobiernos de Cuba, Brasil y la Organización Panamericana de la Salud
que normaban sus servicios, no le dejó a La Habana otra opción que retirar a
sus médicos. En ningún momento su equipo se dirigió a las autoridades cubanas.
Cuba no acostumbra evacuar sus colaboradores de ningún país por diferencias
políticas. Ni siquiera de Honduras después del golpe al presidente Zelaya pues
los golpistas se mostraron respetuosos de los doctores y la concepción
fidelista es que estos prestan su servicio a los pueblos, no a los gobiernos.
Es el presidente entrante quien no quería en Brasil a los cubanos. Una actitud
cruel, pues los isleños prestaban servicio casi exclusivamente en sitios a
donde ningún brasileño ni extranjero había querido acudir cuando el gobierno de
Dilma convocó al programa Más Médicos. Alcanzaron a brindar el 90 por ciento de
las consultas ofrecidas en territorios indígenas y se encontraban en muchos
lugares inhóspitos a horas o días de la ciudad más cercana. La actitud de los cubanos era inobjetable,
tanto por su competencia profesional -que Bolsonaro puso en duda- como por su
disponibilidad a toda hora y su humanismo y solidaridad con los pacientes. Los
colaboradores se sometieron a examen antes de llegar a Brasil y eran evaluados
periódicamente por el ministerio de salud.
Encuestas arrojaban un 95 por ciento de aceptación a su presencia. La
Federación de Alcaldes y 9 gobernadores alertaron en cartas a Bolsonaro que no
había con quién sustituirlos.
Casi veinte mil profesionales isleños realizaron más de 100 millones de
consultas en el país suramericano. Los pobladores de cerca de 700 municipios
vieron un médico por primera vez a su llegada. Modificaron favorablemente los
indicadores de salud de ese país y demostraron que sí es posible impulsar la
cooperación internacional sur-sur. En este caso con la guía de la Organización
Panamericana de la Salud.
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