La actitud abiertamente irrespetuosa e injerencista de la Embajada de Estados Unidos en La Habana es repudiable y traspasa todos los límites del comportamiento de los agentes diplomáticos.
Roberto M. Yepe / Para Con Nuestra América
Desde La Habana, Cuba
Por otro lado, con todo respeto hacia los recientes planteamientos del presidente cubano -que pueden entenderse como nociones poco precisas expresadas al calor del momento-, me temo que la política del gobierno estadounidense hacia Cuba nunca podrá "resbalarnos", dada su enorme gravitación sobre la vida cotidiana de todos los cubanos. Al ser un claro componente de dicha política, lo que se diga o deje de decir desde la sede diplomática estadounidense siempre tendrá que recibir la mayor atención de la parte cubana, ya se trate del gobierno o de los ciudadanos más sencillos, aunque solo sea para rechazarlo con dignidad, altura y vehemencia.
El futuro de desarrollo y prosperidad al que todos los cubanos aspiramos, tantas décadas postergado, pasa necesariamente por el desarrollo de relaciones normales con Estados Unidos. A nadie le debería quedar dudas sobre eso. No se trata de una cuestión de preferencias ideológicas o políticas, sino de un imperativo de la realidad geográfica, económica y demográfica en la que se desenvuelve la sociedad cubana, que no hará más que agudizarse en la medida que persistan los procesos de crisis económica, éxodo migratorio y envejecimiento poblacional.
Una relación normal entre Cuba y Estados Unidos es posible. Los gobiernos de Barack Obama y Raúl Castro ya lo demostraron en su momento. ¿Que fue una situación efímera? Cierto, muy lamentablemente. ¿Que podría haber sido la excepción que confirma la regla? Tal vez, pero habrá que hacer todos los esfuerzos posibles para demostrar lo contrario, pues en ello nos puede ir la propia vida (o al menos su calidad), así como la de nuestros hijos y nietos.
Al igual que fue reversible la política de Obama hacia Cuba, la política Trump-Biden de hostilidad y bloqueo es derrotable. En las relaciones sociales y políticas no existe ningún proceso totalmente irreversible, y mucho menos para todos los tiempos. Por supuesto, para lograrlo, la parte cubana (gobierno y pueblo) necesitará de mucho pensamiento creativo y audacia política, a fin de desarrollar un esfuerzo estratégico nacional hacia la sociedad estadounidense y hacia la emigración cubana orientado a socavar la política imperial contra Cuba, que a su vez pasa por la necesidad de cambiar todo lo que debe ser cambiado dentro de nuestro país que no dependa de la política estadounidense, que no es poco, y de una vez por todas. ¿Estará el nuevo gobierno cubano, emanado del proceso electoral del 26 de marzo, verdaderamente dispuesto y preparado para liderar tal esfuerzo, o seguirá “resbalando” al andar por ese camino?
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