La mejor lección dada por Martí al mundo por aquellos días, era precisamente la recomendación de organizar la lucha a partir de fórmulas y elementos propios para defender un proyecto perdurable el cual garantizara la felicidad de sus hijos y evitar que con la expansión, Estados Unidos frustrara la emancipación de hispanoamérica.
Gerardo Cabrera Prieto (AIN, especial para ARGENPRESS.info)
Leer los textos de José Martí, a 115 años de haber sido escritos, siempre supone encontrar nuevos mensajes y lecturas de aspectos o cuestiones que en momento dado fueron objeto de su atención y cuyos niveles de análisis guardan total vigencia.
Tal es el caso de “La Verdad sobre los Estados Unidos”, publicado en Patria el 23 de marzo de 1894, el cual dio paso a la sección permanente bajo el título: Apuntes sobre los Estados Unidos, la que, al decir del propio Martí, tendría la utilidad de mostrar a nuestra América las verdades de aquel país.
En los primeros párrafos nos revela la historia inicial de la nación que, después de tres siglos de vida común, no había logrado fundir sus elementos de origen y tendencias diversas, mientras se exacerbaban las diferencias, convirtiendo la federación en estado áspero, de violencia conquistada.
Según el criterio martiano, una casta privilegiada la cual engendró lo europeo, cerraba el paso a la población natural que por el hecho de estar compuesta de elementos diversos y haber sido conquistada y masacrada, era considerada diferente.
Elemento común entre los pueblos cubano y norteamericano, señala el Maestro: la esclavitud, que había estado presente en los estados del sur de la Unión Americana, y tanto en Cuba como en otras colonias españolas, había marcado la condición de muchos de sus hijos.
En ese aspecto estaba la respuesta para aquellos quienes se avergonzaban de lo mestizo y veían con amor y admiración a lo rubio como propio y natural para encubrir su origen.
El artículo es también respuesta a los anexionistas los cuales, por admiración ciega al progreso, veían en los Estados Unidos la solución a sus problemas, sin darse cuenta de que “(…) las ideas, como los árboles, han de venir de larga raíz, y de ser de suelo afín, para que prendan y prosperen”.
Tampoco está ausente en el escrito martiano el sentido de previsión, para lo cual tiene en cuenta las experiencias de las luchas pasadas, en las que se suscitaron campañas entre quienes deseaban el progreso pero eran enemigos de la independencia.
Para alguien como él, quien por esos días preparaba la guerra liberadora que diera la independencia definitiva a su patria, esclarecer y prevenir era parte de la lucha de ideas en las cuales también se debía trabajar a fin de evitar la repetición de lamentables errores o absurdas ingenuidades.
Desentrañar las verdades de un país que ya daba muestras de codicia y por el cual algunos se sentían deslumbrados, era también parte de la guerra que se libraba a favor de la independencia y de la causa de un continente el cual tenía ante si el reto de crear y no de copiar.
La mejor lección dada por Martí al mundo por aquellos días, era precisamente la recomendación de organizar la lucha a partir de fórmulas y elementos propios para defender un proyecto perdurable el cual garantizara la felicidad de sus hijos y evitar que con la expansión, Estados Unidos frustrara la emancipación de hispanoamérica.
Divulgar entonces esa verdad hoy, también es parte del combate que Martí emprendió a favor de la paz y del progreso en el continente, el cual ha permitido perdurar su legado y enseñanzas, a pesar de los años transcurridos y recobrando cada vez mayor vigencia.
Gerardo Cabrera Prieto es investigador del Instituto de Historia de Cuba.
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