Con la muerte del neoliberalismo y en momentos de crisis en el centro (cambios cuya dirección siguen sin esclarecerse) América Latina tiene la oportunidad de generar las condiciones para un desarrollo propio. Desarrollo que no puede ser autárquico (aislado), pero que debe ser en función de sus propios intereses políticos y sociales.
1. La caída libre del capitalismo
El neoliberalismo fue la respuesta a la caída de la tasa de crecimiento del capital cuya tendencia apareció claramente en la década de 1970. Su diseño fue, en mayor parte, creación de los especialistas concentrados en las oficinas ejecutivas de EEUU y en las IFI. Su núcleo académico trabajaba en la Universidad de Chicago. Según los observadores más avispados de aquel entonces, el sistema capitalista mostraba una tendencia hacia la sobreproducción (subconsumo) de mercancías. Es decir, el mercado no podía absorber la producción y, como consecuencia, alejaba a los inversionistas.
Con el fin de contra-atacar la tendencia declinante de las ganancias de los capitalistas, EEUU se retiró, a principios de la década de 1970 (durante la presidencia de Richard Nixon), del acuerdo monetario de Bretton Woods liberando al dólar de su vínculo con el oro. Los dólares acumulados en los bancos centrales del mundo se volvieron papel devaluado. Junto con los "petrodólares", los "eurodólares" inundaron los mercados del mundo creando nuevas deudas (especialmente en América latina). Los países latinoamericanos se convirtieron en presas fáciles para asumir las deudas y comenzaron a invertir.
La política de endeudamiento internacional, sin embargo, no fue suficiente para rescatar al capitalismo de su caída libre. Durante la "década perdida" de 1980 las inversiones de la década anterior no dieron los resultados esperados y todos los países latinoamericanos quedaron endeudados. Ante el fracaso de la política de endeudamiento de la década de 1970, apareció una nueva modalidad para intentar frenar la crisis estructural del capitalismo.
En su desesperación, a fines de la década de 1970 y a principios de la década de 1980, la elite en el poder comenzó a escuchar los ideólogos quienes planteaban que el problema de la caída de la tasa de ganancia era culpa de los niveles salariales de los trabajadores, de gobiernos inoperantes, agobiados con servicios sociales (entitlement), y demasiados controles y regulaciones aplicados a los inversionistas. Para contrarrestar estas políticas, establecidas durante los 25 años anteriores (1945-1970), se diseñaron un conjunto de políticas de ajuste económico concebidas para frenar la caída y reiniciar un proceso de recuperación económica del capitalismo. Estas medidas (enmarcadas en ideologías que se llamaron teorías) fueron consolidándose, primero en EEUU, después en otros países (especialmente América latina) y el resto del mundo, con excepciones como China. A principios de 1990, el gobierno de EEUU y las IFI (controlados por el primero) llegaron a un acuerdo que denominaron el "consenso de Washington”.
En EEUU y en algunos otros países se le llamaron políticas económicas "neo-clásicas". En América latina fueron bautizadas con el nombre de políticas económicas "neoliberales". Las nuevas políticas de ajuste no constituyen una nueva teoría o escuela de pensamiento económico, político o social. La nueva política tenía (y podría seguir teniendo) el propósito de rescatar a los inversionistas capitalistas (garantizar un nivel adecuado de ganancias) mediante la transferencia a sus cuentas de parte de la masa salarial de los trabajadores, parte de los servicios sociales que prestaban los gobiernos y, además, facilitando sus operaciones eliminando todo tipo de regulaciones que pretenden proteger el ambiente, el trabajo femenino, la calidad de vida comunitaria y otras.
2. Triunfo pírrico del neo-liberalismo
La política de ajuste tuvo un gran éxito, iniciándose en la década de 1980 bajo la presidencia de Reagan en EEUU. Igualmente, en Gran Bretaña con la primera ministra Margaret Tatcher. La flexibilización del trabajo le permitió a los inversionistas rebajar significativamente la masa de salarios de los trabajadores. Igualmente, los gobiernos eliminaron o redujeron toda clase de servicios sociales - desde la educación, salud, vivienda y otros – cuyos ahorros fueron transferidos al sector privado (inversión capitalista). Las regulaciones y controles fueron reducidos o suprimidos. EEUU llegó al extremo de denunciar el protocolo de Kyoto, acuerdo destinado a reducir el calentamiento climático, entre otros, que tendrá efectos desastrosos sobre la humanidad a corto plazo.
En América Latina y en el resto del mundo la política "neoliberal" también tuvo resonantes éxitos. Pinochet, en la década de 1980, se convirtió en Chile en el modelo a seguir en el reajuste de la economía para favorecer las inversiones capitalistas (a pesar de que lo realizó a sangre y fuego). Le siguieron gobernantes como Menem (Argentina), Fujimori (Perú), Salinas (México) y Pérez Balladares (Panamá), entre tantos otros, en la década de 1990. Las políticas empobrecieron más a los trabajadores de la región y enriquecieron a los capitalistas.
Hay que destacar tres elementos en este análisis. En primer lugar, el neoliberalismo no tenía el objetivo de crear nuevas riquezas. Más bien, la política consistía en transferir al capitalista el valor de la fuerza de trabajo no pagado. A la vez, se "privatizaron" todos los ahorros populares y se mercantilizaron todos los bienes sociales (incluyendo las fuentes de agua). En segundo lugar, se creó un nuevo flujo de excedentes hacia el centro de la economía capitalista (EEUU) mediante la "dolarización" de las inversiones.
El tercer elemento es muy importante y promete tener efectos a más largo plazo. En la década de 1970, EEUU comenzó a buscar mercados de fuerza de trabajo más económicos (baratos) que lo que ofrecía su propio mercado. Esta modalidad sería bautizada con el nombre de “externalización” de los empleos. Creó lo que hoy se llama en EEUU la “cinta oxidada” (rust belt) formada miles de industrias cerradas.
En América Latina los países se peleaban las plantas manufactureras que EEUU exportaba enteras a lo largo de dos décadas. El mercado más favorecido fue México – que montó ensambladoras, maquilas y otras industrias - probablemente por su proximidad a EEUU.
En la década de 1990, EEUU descubrió el mercado de trabajo más barato del mundo, la República Popular de China. En menos de una década China se convirtió en el país que alojaba la proporción más grande de inversión directa (en gran parte de EEUU) del mundo. La rápida industrialización de China se realizó gracias a la política de externalización del empleo y la demanda de los consumidores de EEUU, mantenida a punta de un mecanismo de endeudamiento. Este último país se endeudaba paulatinamente con Pekín emitiendo bonos del Tesoro contra un pago en el futuro.
China se convirtió en la "fábrica" del mundo sobre la base de la deuda de EEUU. Se calcula que a mediados de 2009 la deuda de EEUU para con China llegó a los 800 mil millones de dólares.
3. La dialéctica de la dependencia
El ajuste económico neoliberal de la economía norteamericana iniciada en la década de 1980, obligó a América Latina a buscar nuevas orientaciones. Durante todo el siglo XX, EEUU había sido el destino de las exportaciones de la región. Después de la segunda guerra mundial, EEUU producía el 50 por ciento de todas las riquezas (mercancías capitalistas) generadas en el mundo.
En 2000 la economía de EEUU sólo representaba el 22 por ciento de la producción mundial.
Con la acelerada “desindustrialización” de EEUU había que encontrar otras soluciones. A fines de la década de 1990, la región (especialmente Sur América) comenzó a orientar su economía hacia el creciente polo de atracción asiático, cuyo núcleo es China. En menos de una década, la mayoría de los países de América del Sur amasó enormes excedentes de dólares que se convirtieron en capital político para generar nuevas relaciones sociales y políticas.
A pesar de los ajustes, los cambios y las reformas neoliberales, combinados con la especulación en torno a las múltiples burbujas (dot.com, inmobiliaria y otras), las inversiones capitalistas no generaban ganancias. El neoliberalismo no frenó la caída de la tasa de ganancia y tampoco reinició una nueva era de prosperidad capitalista. El colapso de la bolsa de valores de Nueva York en 2008, la intervención del Estado en las economías, el comportamiento imperialista de las grandes potencias y la regulación de los mercados son muestras de la "muerte" del neoliberalismo.
No quiere decir que los gobiernos de América Latina y de otros países dejen de aplicar políticas neoliberales. Sin embargo, no será para frenar la tendencia de la caída de la tasa de ganancia o para resucitar el desarrollo capitalista. En el caso de que se siga aplicando políticas neoliberales sólo servirán para controlar a los trabajadores y a otros sectores insatisfechos de sus respectivas sociedades.
EEUU, Europa y Japón no pueden seguir las políticas neoliberales para rescatar el capitalismo. Estas políticas fracasaron y fueron declaradas clínicamente muertas con motivo del estallido de la bolsa de Nueva York y después en la Cumbre del G20 en abril de 2009. En esta coyuntura, a pesar de que han pasado 18 meses, los gobiernos más poderosos del planeta siguen buscando en forma desesperada otra estrategia que les permita resolver la "crisis del capitalismo". No es la primera vez que el capitalismo tiene problemas similares. A mediados del siglo XIX, los estudios de Marx señalaron, no sólo que estas crisis son inherentes al desarrollo capitalista, también apuntó a sus causas.
En el caso de América Latina, la crisis de acumulación capitalista tiene, además, otra arista. Las políticas neoliberales agudizaron las relaciones de dependencia entre esta parte de la periferia (América Latina) y el centro de desarrollo capitalista. La dialéctica de la dependencia, según señalaba Ruy Mauro Marini, sólo conduce a más subdesarrollo (mayores transferencias al centro). Sólo una ruptura con el centro, que permita invertir sus excedentes de manera racional, puede acelerar un desarrollo de la región.
Con la muerte del neoliberalismo y en momentos de crisis en el centro (cambios cuya dirección siguen sin esclarecerse) América Latina tiene la oportunidad de generar las condiciones para un desarrollo propio. Desarrollo que no puede ser autárquico (aislado), pero que debe ser en función de sus propios intereses políticos y sociales.
Panamá, 11 de marzo de 2010.
- Marco A. Gandásegui, hijo, es docente de la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) Justo Arosemena.
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