El sociólogo cubano afirma que las últimas excarcelaciones de presos en la isla son una señal hacia un cambio de política más flexible. Y plantea la idea de que el socialismo se debe reinventar para los tiempos que corren
Mercedes López San Miguel / Página12
¿Cómo interpreta las excarcelaciones que Cuba anunció y comenzó a llevar a cabo con la mediación de la Iglesia?
–No son las primeras excarcelaciones de presos políticos en Cuba. Son presos contrarrevolucionarios a los que se les atribuyen causas que van más allá del pensamiento: causas muy vinculadas con acciones precisas. Cuando el papa Juan Pablo II visitó nuestro país hubo una excarcelación importante a solicitud del Vaticano.
–Son momentos históricos distintos...
–Sí, pero el hecho novedoso no es la liberación, sino que por primera vez se le reconoce a la Iglesia un papel como mediador y la Iglesia asume ese rol con una motivación humanitaria. El régimen cubano ha sido demasiado duro a veces en cuanto a admitir el criterio de oposición. Pienso que si esto es una señal de que va a haber un cambio de política hacia mayores flexibilidades es mucho mejor.
–¿Usted los considera “presos políticos”?
–Sí y no. En Cuba hay una serie de delitos que están definidos y enmarcados en una Constitución y también definidos por una trayectoria histórica. Van cincuenta años de una política de cerco y hostigamiento de Estados Unidos. Por ejemplo, a juicio de las autoridades cubanas, la vinculación con la embajada norteamericana es una vinculación con el enemigo. Estados Unidos se define como enemigo en relación con nosotros. Son presos políticos y se definen como presos contrarios al régimen. Yo no recuerdo que a Cuba se le haya podido atribuir complicidad o responsabilidad en ningún acto de terrorismo, sin embargo Estados Unidos le da un tratamiento preferencial a Posada Carriles, un connotado terrorista.
–Están las Damas de Blanco, están los que se definen como periodistas y logran el apoyo de organizaciones de periodistas en el mundo, que los señalan como presos de conciencia. ¿Cómo es la vida en Cuba respecto de los critican o se oponen a la revolución?
–Pienso que la política cubana y la filosofía sobre la que ésta se construye tienen que avanzar a niveles mayores de tolerancia de las posiciones que se oponen y que piensan en contra. Me acuerdo de una frase de Jean-Paul Sartre cuando visitó Cuba que decía: “A mí no me preocupa tanto que no se puedan pronunciar los que estén en contra, me preocupa que no se puedan pronunciar los que estén a favor”.
–¿Cómo fue formar parte de la experiencia de la revista Pensamiento Crítico?
–Un grupo de jóvenes nos dedicamos al estudio del marxismo en los años sesenta. El leninismo como doctrina oficial del Partido Comunista soviético no se correspondía con la producción de un pensamiento a la altura de nuestras experiencias revolucionarias.
–Tras la caída de la Unión Soviética, ¿pensaron que podía caer el socialismo en Cuba?
–El grupo fue bastante coherente, fueron pocos los disensos que se produjeron tanto en los ’70 como más adelante en los ’80 y ’90. Todos pensamos que el derrumbe socialista coincidía con algunas de nuestras inquietudes, no presumimos que hayamos pronosticado que iba a suceder, pero nuestras inquietudes eran en cuanto al carácter excesivamente escolástico del marxismo soviético implantado a partir de los ’70 como doctrina oficial. Ahí es que desaparece el pensamiento crítico y nuestro grupo. A nosotros no nos reprimieron, pero nos pusieron un límite para ejercer el pensamiento crítico. Tenía que ser un pensamiento único.
–Y ustedes ya eran muy críticos de la URSS.
–Sí, nuestro grupo, que se formó en un departamento de filosofía. A través de la reflexión criticamos a la Unión Soviética. El Che criticó el modelo de modo más integral por medio de la práctica y de la política económica. No pudimos tener una vinculación con el Che, porque éste ya estaba involucrado en el proceso de salida, de dedicación a las luchas guerrilleras. Después de la desintegración del socialismo soviético, de ese modelo, hay un impacto muy fuerte en el nivel mundial y en los países que pertenecían a ese sistema. En el caso de Cuba es un impacto muy fuerte en muchos sentidos, en primer lugar, en el económico. Se demostró que habíamos desarrollado una conexión que nos hacía más dependientes. A partir de 1986, Cuba no pudo pagar sus compromisos de deuda a los países acreedores occidentales y se le cerraron los créditos en divisas convertibles, que implicaban un 15 por ciento de los créditos y se paralizaba el 30 por ciento de la economía. Eso hizo que la curva de crecimiento cubana hiciera una meseta. La caída cubana empieza con la caída del socialismo soviético; a raíz de ello, se incrementó la dependencia ineficiente. La capacidad importadora cubana entre en el perído ’91-’93 había caído en un 80 por ciento. Esta caída también implica una crisis de paradigma. ¿Cuál es la hipótesis del sentido común?
–Que el socialismo fracasó.
–Que si fracasó en el centro, aquí no tiene futuro. Hay una crisis de paradigma y se suscita un debate sobre el tema de salvarlo.
–¿Cómo se lo rescata?
–Hay que reinventar el socialismo del siglo XXI. Primero subrayo que la solución a los problemas del mundo no va por otro camino que no sea el socialismo, el mundo del capital, no. No puede ser un socialismo construido sobre los patrones del siglo XX. Hay que repensarlo sobre la realidad que estamos viviendo. Volver a Marx y estudiarlo críticamente. Pero Marx no nos va a dar la respuesta a esta problemática, ni Lenin, ni Fidel. La nueva generación tiene la obligación de reaccionar ante los retos que la historia plantea. Tenemos que vivir el socialismo sobre una base de reinvención continua, y estar dispuestos a aplicar correcciones y experimentos. LEER MÁS...
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