No será en la OEA, ni en ninguna otra instancia sometida al control del Departamento de Estado norteamericano, donde los pueblos de nuestra América encontrarán los caminos de su liberación, sino en la unidad latinoamericana forjada en las luchas populares, y en la lucidez y consecuencia de aquellos líderes políticos capaces de interpretar estos designios.
La decisión adoptada por los gobiernos de México y Chile de apoyar la reincorporación de Honduras a la Organización de Estados Americanos (OEA), haciendo eco de una resolución firmada por varios presidentes centroamericanos semanas atrás, y del temprano reconocimiento que del gobierno postgolpista de Porfirio Lobo hicieron Costa Rica, Colombia y Perú, profundiza la brecha que separa a los países del bloque del Pacífico latinoamericano, devotos del neoliberalismo y de la hegemonía estadounidense, del bloque del Atlántico: este último, conformado por gobiernos más críticos de las directrices que emanan del Departamento de Estado de los Estados Unidos, y en el que están en curso procesos de cambio social, político y cultural de signo posneoliberal.
En Chile, el presidente derechista Sebastián Piñera no solo rompe con la línea de política exterior definida por la Concertación -bajo el mandato de Michelle Bachelet- con respecto del caso hondureño, sino que además fractura el consenso alcanzado en el MERCOSUR, en el sentido de no reconocer a gobierno alguno surgido de procesos espurios, marcados por la violación de los Derechos Humanos y el ataque contra la institucionalidad democrática legítima.
En el caso de México, la deriva política del presidente Felipe Calderón encuentra su correlato en una diplomacia de bajo perfil, resignada a cumplir en Centroamérica el rol que le asignan las condiciones geopolíticas impuestas tras la desintegración del país en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte: la de un inmenso corredor dedicado a la explotación de recursos naturales, las industrias de maquila, los negocios financieros de poderosos grupos económicos –que gobiernan realmente- y la contención de los migrantes centroamericanos. Es decir, la frontera sur del imperio. Esta imagen resulta más triste y dramática porque no fue siempre así: en los años 1970 y 1980, México supo cultivar relaciones de solidaridad y cercanía con los movimientos progresistas de Nicaragua y El Salvador, con el independentismo de Belice, y más tarde, apoyó intensamente las negociaciones y la construcción de los acuerdos de paz en Centroamérica[1].
El paulatino respaldo que gana la iniciativa de reincorporación de la Honduras de los golpistas a la OEA, promovida intensamente por los Estados Unidos, no debería sorprender a nadie. A fin de cuentas, solo confirma la tradicional subordinación a los intereses norteamericanos, que caracteriza a los grupos dominantes en la mayoría de nuestros países.
Sin embargo, como lo señala muy bien la periodista María Laura Carpineta, el gran peligro radica en que cuando el gobierno de Porfirio Lobo reúna los votos suficientes y “Honduras consiga sentarse otra vez en la Asamblea General de la OEA, los vientos de cambio de la centroizquierda latinoamericana soplarán todavía con menos fuerza”[2].
Así, lo que hoy se escribe desde las altas esferas del poder formal es un nuevo episodio de esa historia de soledad y aislamiento a la que el orden panamericano (del que forma parte la OEA) ha condenado a los pueblos combativos de nuestra América. Ahora, le tocó el turno al Frente de Resistencia Popular de Honduras y al expresidente Manuel Zelaya, como antes lo vivieron otros.
Quien repare con atención en los escritos de Augusto César Sandino, durante su guerra antiimperialista y de liberación nacional en Nicaragua (1927-1934), no podrá sino asombrarse por la vergonzosa indiferencia que mantuvieron los gobiernos latinoamericanos frente a los reiterados llamados del General de hombres libres: así lo evidencian sus cartas a los presidentes de México, El Salvador, Argentina y a los mandatarios reunidos en el Congreso Panamericano de 1928 en La Habana[3].
Y lo mismo ocurrió con la Revolución Cubana: asediada y agredida permanentemente por los gobiernos de Estados Unidos, y abandonada por casi todos los países del continente. El intelectual y latinoamericanista panameño Jorge Turner recuerda: "Yo estuve presente en San José de Costa Rica, en agosto de 1960, en la séptima reunión de Consulta de la Organización de Estados Americanos (OEA), cuando Estados Unidos preparó su bloqueo a Cuba y el canciller Raúl Roa dijo al final del acto: ‘Los gobiernos latinoamericanos han dejado sola a Cuba… Me voy con mi pueblo y con mi pueblo se van también de aquí los pueblos de nuestra América’ ”[4].
Cuba tuvo que esperar más de 40 años para recibir el justo desagravio de la comunidad interamericana, en una memorable cumbre de la OEA en San Pedro Sula, en junio de 2009, y bajo la brillante conducción del presidente Manuel Zelaya: precisamente, a pocos días de ser derrocado por su intención de profundizar la democracia y la consulta popular, en un país acostumbrado a ser el portaviones de los Estados Unidos en Centroamérica.
Está claro, pues, que no será en la OEA, ni en ninguna otra instancia sometida al control del Departamento de Estado norteamericano, donde los pueblos de nuestra América encontrarán los caminos de su liberación, sino en la unidad latinoamericana forjada en las luchas populares, y en la lucidez y consecuencia de aquellos líderes políticos capaces de interpretar estos designios, y de responder a los desafíos históricos de nuestro tiempo.
Solo entonces, como dijo el poeta Roque Dalton, será para los pueblos el turno del ofendido. El turno de la justicia.
NOTAS
[1] Rocha, Alberto (2006). “La geopolítica de México en Centro América. ¿una hegemonía regional?”, en revista Sociologias, Porto Alegre, ano 8, nº 16, jul/dic. Pp. 331-332.
[2] “Apuran la vuelta de Honduras a la OEA”, en Página/12, Buenos Aires. 1 de agosto de 2010. Disponible en: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-150507-2010-08-01.html
[3] Sandino, Augusto C. (1979). El pensamiento vivo de Sandino (Selección de Sergio Ramírez). San José, CR: Editorial Universitaria Centroaméricana. Pp. 118, 141-144, 161, 164-168, 169-172, 187-190.
[4] Turner, Jorge. “Cuba, la OEA y América Latina”, en La Jornada, México DF. 21 de junio de 2009. Disponible en: http://www.jornada.unam.mx/2009/06/21/index.php?section=mundo&article=022a1mun
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