Hoy, a 120 años del manifiesto Nuestra América, los pueblos latinoamericanos, los oprimidos y las oprimidas comenzamos a conocernos, a reconocernos y a construir nuestros relatos.
Carla Wainsztok / Especial para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires, Argentina
(Ilustración: "Martí", de José Luis Fariñas)
“No sabemos bien si su escritura es su vida puesta en renglones o si su vida es el rebosamiento de su escritura”. Gabriela Mistral
En 1891, hace 120 años, se publicaba el manifiesto Nuestra América. De todos los análisis plausibles vamos a centrarnos en los siguientes ejes: el lugar de las ideas, el conocimiento, la universidad y la razón; la falsa dicotomía civilización-barbarie, el odio, las razas y el sujeto: los oprimidos, y el hombre nuevo.
En relación a las ideas, Martí sostiene: “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras” (Martí, 2005:8), y continúa: “una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados. Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse como quienes van a pelear juntos” (Martí, 2005:8).
Las ideas son herramientas, son armas, pero no como meras abstracciones o como salidas de una oscura caverna, las ideas son para conocerse y reconocerse. ¿Quiénes han de conocerse? los pueblos. “Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor (…) es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes” (Martí, 2005:8).
El desconocimiento de nosotros mismos es mentalidad aldeana: “El continente descoyuntado durante tres siglos por un mando que negaba el derecho del hombre al ejercicio de la razón, entró desatiendo o desoyendo a los ignorantes que lo habían ayudado a redimirse, en un gobierno que tenía por base la razón, la razón de todos en las cosas de todos, y no la razón universitaria de uno sobre la razón campestre de otros. El problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu” (Martí, 2005:11).
El problema de la Independencia es entender que “la revolución triunfó con el alma de la tierra (…) con el alma de la tierra había que gobernar y no contra ella ni sin ella” (Martí, 2005:11).
Somos el libro importado y el alma de la tierra, somos el libro importado y las botas de potro, somos alpargatas y libros. “Si la República no abre los brazos a todos y adelanta con todos, muere la República” (Martí, 2005:12)
Estamos frente a una definición ampliada de razón y república. La razón y la república somos todos y todas, “nuestra América mestiza” (Martí, 2005:13).
En Nuestra América mestiza, “conocer es resolver” (Martí, 2005:10), “pensar es servir” (Martí, 2005:14) y el leer es para aplicar, “no para copiar” (Martí, 2005:14).
Afirma Martí que “las levitas son todavía de Francia, pero el pensamiento empieza a ser de América. Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación” (Martí, 2005:12)
Para conocer, pensar, crear, es necesario que las instituciones educativas estén, como diría Martí, acorde a los tiempos, “al mundo nuevo corresponde una universidad nueva” (Martí; 2001:281). Por lo tanto, nos pregunta el Apóstol de América:
“¿Cómo han de salir de las Universidades los gobernantes, si no hay Universidad en América donde se enseñe lo rudimentario del arte del gobierno, que es el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de América? A adivinar salen los jóvenes al mundo, con antiparras yanquis o francesas, y aspiran a dirigir un pueblo que no conocen (…) El premio no ha de ser para la mejor oda, sino para el mejor estudio de los factores del país en que se vive (…) La universidad europea debe ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas hasta acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria (…) Injértese en nuestras Repúblicas el mundo, pero el tronco ha de ser de nuestras Repúblicas” (Martí, 2005:12).
Creemos que la obra de una universidad latinoamericana es una tarea pendiente. Para Salvador Allende, las escuelas fronterizas y la universidad latinoamericana permitirían construir el Estatuto del hombre latinoamericano. Un estatuto descolonizador donde no podrían ingresar las falsas dicotomías.
“No hay batalla entre civilización y barbarie, sino entre falsa erudición y la naturaleza. El hombre natural es bueno, y acata y premia la inteligencia superior, mientras ésta no se vale de su sumisión para dañarle, o le ofende prescindiendo de él, que es cosa que no perdona el hombre natural, dispuesto a recobrar por la fuerza el respeto de quien le hiere la susceptibilidad o le perjudica el interés” (Martí, 2005:10)
Sobre el desdén del hombre natural “han subido los tiranos de América al poder; y han caído en cuanto les hicieron traición” (Martí, 2005:10). Contra este menosprecio es necesario “un conocimiento situado, que demanda una atención continua a la identidad, la conducta y al involucramiento en la vida pública (…) Nuestra América conlleva así un fuerte componente epistemológico. En vez de importar ideas extranjeras, uno debe buscar las realidades específicas del continente desde una perspectiva latinoamericana” (De Sousa Santos; 2009: 229).
Es en este sentido que “ni el libro europeo, ni el libro yanqui, daban la clave del enigma hispanoamericano. Se probó el odio, y los países venían cada año a menos. Cansados del odio inútil, de la resistencia del libro contra la lanza, la razón contra el cirial, de la ciudad contra el campo (…) se empieza, como sin saberlo a probar el amor” (Martí, 2005:12).
Fue en un espacio denominado paradójicamente [Parque] Indoamericano donde se vivió hace menos de un año una historia de odio y desprecio por la vida de nuestros compatriotas. ¿Es necesario recordar quién en nuestro territorio propició el conflicto de razas en América?
En Nuestra América mestiza, “peca contra la humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas” (Martí, 2005:14).
Frente el odio y al exterminio, enfrentados a los “los pensadores canijos, los pensadores de lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería” (Martí, 2005:12) de la vereda de la vida, del respeto, la diversidad y “En pie, con los ojos alegres de los trabajadores se saludan, de un pueblo a otro, los hombres nuevos americanos” (Martí, 2005:13)
Los hombres nuevos americanos, que no son otros que los trabajadores, los campesinos, los indios que conforman nuestra América mestiza son “los oprimidos” (Martí, 2005:11) con los cuales “había que hacer causa común” (Martí, 2005:11).
Hoy, a 120 años del manifiesto Nuestra América, los pueblos latinoamericanos, los oprimidos y las oprimidas comenzamos a conocernos, a reconocernos y a construir nuestros relatos. Martí asistiría alegre a estos tiempos y nos convidaría con la siguiente pregunta: ¿cómo se puede amar lo que se desconoce?
Bibliografía
De Sousa Santos, Boaventura Una epistemología del SUR. Buenos Aires. Clacso
Martí, José (2001) Obras completas. La Habana. Centro de Estudios Martianos.
Martí, José (2005) Nuestra América y otros escritos. Buenos Aires. El Andariego
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