Lo que sucede con aquellas personas a la cuales les parece antipática la diferenciación entre izquierda y derecha, es que generalmente están ubicadas en la derecha y se avergüenzan de estarlo. No son derecha sin vergüenza sino son derecha vergonzante.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Para que no haya confusión, no estoy hablando de la derecha sinvergüenza sino de la derecha sin vergüenza, es decir aquella que no es vergonzante. De acuerdo al Diccionario de la Real Academia española, sinvergüenza significa pícaro o bribón, una persona que comete actos ilegales en provecho propio o que incurre en inmoralidades. Por vergonzante la misma institución ha establecido en su diccionario que significa a aquel que tiene vergüenza. Cuando hablo de derecha sin vergüenza entonces significo a aquella derecha que no se avergüenza de serlo. Debo decir que estas reflexiones me las inspiró un artículo escrito por un estimable columnista de La Hora (Guatemala). Me refiero a Mariano Rayo quien en su columna del 27 de abril de este año escribió: "Sal ya del armario, di que eres de derecha. Ese debe ser el lema de quienes estamos cansados y aburridos de ver cómo nos llevan por una senda directa al despeñadero, donde prevalece el desorden, el caos, la ingobernabilidad y el irrespeto a la autoridad. Una situación donde sólo lo políticamente correcto tiene cabida para todo y por todo”.
Quiero decir que el referido artículo llamó poderosamente mi atención porque ha sido frecuente en las críticas a mi columna por parte de los lectores que me hacen el favor de leerla, el decir que esto de dividir al mundo en derecha e izquierda es una forma de pensar anticuada, binaria, simplista. Uno de los grandes politólogos italianos del siglo XX, Norberto Bobbio, escribió una obra que es ya clásica sobre este tema: Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política, editado por Taurus en Madrid 1995. Lo que sucede con aquellas personas a la cuales les parece antipática la diferenciación entre izquierda y derecha, es que generalmente están ubicadas en la derecha y se avergüenzan de estarlo. No son derecha sin vergüenza sino son derecha vergonzante. Tenía tiempo de venirlo pensando cuando en un seminario organizado hace unos años en Guatemala por el Instituto Holandés de Democracia Multipartidaria, le escuché decir a Ludolfo Paramio: “cada vez que oigo que alguien dice que ya no existen ni la izquierda ni la derecha, pienso inevitablemente que ese alguien es de derecha”. Esta es la gran paradoja del último tercio del siglo XX. Habiendo resultado victoriosa la derecha en el marco de la guerra fría y en el contexto de la crisis de la socialdemocracia y el triunfo neoliberal, la izquierda nunca se ha avergonzado de serlo mientras que la derecha ha asumido la negatividad del vocablo “derecha”.
Por ello, independientemente de que yo esté de acuerdo en la forma que caracteriza a la derecha, el artículo de Mariano Rayo me parece valioso. Reivindica el orgullo de estar adscrito en una postura de derecha. Y por este camino podemos volver a la época de los partidos que se articulan en torno a una ideología y la política que le es consecuente. Los partidos si siguieran ese razonamiento dejarían de ser solamente grupos de interés que aglutina oportunistas, los cuales apuestan en algún momento a llegar a controlar el ejecutivo para poder tener manga ancha para hacer negocios y beneficiarse con la corrupción.
Por supuesto que dividir los campos de la política entre izquierda y derecha no significa ignorar una buena cantidad de matices que se dan en estos dos campos. La izquierda y derecha extrema, el centro izquierda y el centro derecha podrían ser algunos de estos matices. Mariano Rayo propone distinguir “la derecha social” de “la derecha política”. Yo propongo distinguir la derecha neoliberal de la derecha clerical o confesional. Y de igual manera sucede en la izquierda que tiene una particular vocación por la diferenciación y el fraccionamiento muchas veces motivados por criterios doctrinarios e ideologizados.
Por de pronto en este año electoral, tendremos que ver cómo se comportan los dos grandes campos o posturas políticas e ideológicas. Si las candidaturas de Otto Pérez Molina (quien por cierto no era el plan A de la derecha) y de Sandra Torres capitalizan cada una de ellas una parte significativa del electorado, veremos una competencia polarizada ante la cual los distintos matices de la derecha e izquierda irán tomando partido.
Y lo que muchos niegan que existe, la derecha y la izquierda en sus distintas vertientes, se irán alineando con entusiasmo o sin él en torno a dichas candidaturas. Hago votos porque esto suceda con el menor costo humano y político.
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