El ensayo “Nuestra América” debe ser entendido no como un texto canónico y cerrado, establecedor de paradigmas, sino, sobre todo, como un documento-umbral que tuvo la enorme trascendencia de abrir hacia el futuro una polémica visceral para los preteridos nuestramericanos.
Mayra Beatriz Martínez / LA JIRIBILLA
El ensayo “Nuestra América”, publicado en 1891, representa ―como se sabe y a pesar de su extrema condensación― la meditación martiana más abarcadora hasta ese momento, en la que pueden apreciarse aspectos abordados con reiteración en su obra anterior, afincados, sobre todo, en la experiencia directa, y que reaparecerían de nuevo, una y otra vez, en otros textos concebidos a lo largo del último quinquenio de su vida.
Hay una pregunta fundamental que rige este documento y que el autor coloca metafóricamente en boca de los pueblos de América, los cuales se interpelan los unos a otros: “¿Cómo somos?” Semejante cuestionamiento retórico le permitiría acumular razonamientos para vertebrar un preformativo supuesto básico: el de nuestra existencia, por aquel entonces, como identidades nacionales consolidadas. Nos presentaba, a su manera usual, un deber ser movilizativo como real: “De factores tan descompuestos, jamás en menos tiempo histórico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas”, aseguraba. Dejaba implícita su fe en que éramos, que formábamos un conjunto de conglomerados indivisos, capaces de protagonizar en junto la urgente resistencia antihegemónica a la cual ya nos exhortaba. Lea el artículo completo aquí…
No hay comentarios:
Publicar un comentario