Lo que pasa en la región latinoamericana, particularmente en los países donde se ha privilegiado el modelo neoliberal de atención a la salud (privatización de los servicios médicos) muestra el horror al que se enfrentan los amplios sectores populares y clases medias.
Adalberto Santana / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México
Las cuentas del nuevo coronavirus reflejan una compleja realidad presente en los países latinoamericanos. A la par de las decisiones políticas que insuflan la crisis, hay otras que amortiguan los problemas que habrá de enfrentarse en el corto y mediano plazo. En nuestros tiempos del COVID-19 la situación de los distintos países latinoamericanos avizora nuevos retos que en una región deprimida por factores endógenos y exógenos, ahora se complica mucho más con la pandemia global.
La región latinoamericana y caribeña atraviesa por un escenario complejo donde las cuentas del COVID-19 nos muestran los contrastes de las decisiones políticas de los gobernantes en turno. En el caso brasileño que es de los que más llama la atención a nivel mundial, las posturas irracionales de su presidente, el neofascista Jair Bolsonaro, parece ser cada día más una figura decorativa en la toma de decisiones para enfrentar la pandemia. Esto se puso de manifiesto con la pretendida deposición que quiso hacer del ministro brasileño de salud, Luis Henrique Mandetta. Respaldado por la cúpula militar y por el consenso de que dicho Ministro de Salud tiene la aprobación del 76 por ciento de los brasileños.
Recordemos que Brasil hasta el 8 de abril conservaba el primer puesto de los países latinoamericanos con mayor número de infectados confirmados (14,049) y fallecidos (688); seguido por Chile (5,116 y 43); Ecuador (3,995 y 220) y Perú (2,954 y 107). Sin embargo, hay que tomar en cuenta que las estadísticas a nivel planetario muestran también un subregistro y no necesariamente son reales o exactas. Pero que sin embargo, contribuyen a mostrar las tendencias que toma el rumbo de la pandemia en nuestra América y en el mundo. Es sintomático que en esos países su respectivos gobiernos en la actual coyuntura se identifiquen con posiciones conservadoras y reaccionarias, que se corresponden con tratar de llevar a cabo políticas de salud que privilegian a los grupos oligárquicos de poder y del mercado. Su postura ha sido despreciar por lo tanto a las políticas estatales de atención a las mayorías y especialmente a los sectores más vulnerables.
En el caso de Ecuador, uno de los países latinoamericanos donde el flagelo del COVID-19, ha tenido un mayor impacto después del Brasil, se ha cuestionado las políticas del presidente Lenin Moreno, por privilegiar el pago de adeudos al Fondo Monetario Internacional (FMI), en vez de destinar dichos recursos a la salud del pueblo ecuatoriano. En situación semejante se encuentra el gobierno de Iván Duque, en Colombia, que en medio de la pandemia se ha plegado a las políticas intervencionistas de Donald Trump. Especialmente en las provocaciones militaristas de atentar contra la soberanía venezolana. Sobre todo, cuando se conoce que los principales carteles del narcotráfico se encuentran en territorio colombiano de donde se exporta casi la totalidad de la cocaína que se consumen en los EU. El poder del narcotráfico en Colombia se encuentra ligado íntimamente a los sectores que detentan el poder político en ese país sudamericano.
Contrariamente a ese escenario, hay otros gobiernos de la región latinoamericana que dan ejemplo de un combate a la pandemia, más acordes con las necesidades de sus pueblos. Tal es el caso en la misma Venezuela, país que con el respaldo de la ayuda médica cubana es de los países que proporcionalmente registra menos contagios por cada 100 mil habitantes junto con El Salvador, Haití, Guatemala y Nicaragua según reportan el Centro de Recursos sobre el Coronavirus de la Johns Hopkins University (https://coronavirus.jhu.edu/map.html). Incluso pensemos que las provocaciones injerencistas que se hacen desde territorio colombiano, han llevado a expresar por parte del Ministro de Comunicación de Venezuela, Jorge Rodríguez: “…queremos señalar que factores de poder que hacen vida en el gobierno de Colombia están tratando de colar paramilitares, desertores, mercenarios que vienen a sembrar violencia a Venezuela” (La Jornada, México, 07-IV-20).
Otro gobierno más que representativo del combate a la pandemia, es el de la patria de José Martí. De nueva cuenta a pesar del tremendo bloqueo impuesto por diversas administraciones estadounidenses y hoy reforzado por la de Trump. Sin embargo, a pesar de esa criminal guerra de la Casa Blanca contra Cuba, la mayoría de los pueblos y gobiernos del mundo, incluyendo a la ONU y la OMS, exigen el fin de bloqueo. Tal como lo manifestó el canciller cubano, Bruno Rodríguez: “…es el principal obstáculo al desarrollo de nuestro país y al bienestar de todos los cubanos. Es una política cruel, inhumana, genocida. Ha dañado al pueblo de Cuba durante demasiado tiempo. Reclamamos su levantamiento inmediato”. Pese a todo esto el pueblo cubano brilla por su apoyo solidario a diversos países del mundo. Su presencia médica se hace presente en 38 países del planeta en el combate a la pandemia, entre ellos figuran: Andorra, Belice, Italia, México, Nicaragua, República Popular China, Surinam y Venezuela entre otros. Incluso el lunes 6 de abril de 2020, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, afirmó que su gobierno con el cubano mantiene conversaciones para de ser indispensable, envíe a médicos y enfermeras especializados en terapia intensiva.
Lo que pasa en la región latinoamericana, particularmente en los países donde se ha privilegiado el modelo neoliberal de atención a la salud (privatización de los servicios médicos) muestra el horror al que se enfrentan los amplios sectores populares y clases medias. O sea, el “salvase medicamente quien pueda según su capacidad económica”, pone de relieve que la única alternativa es fortalecer el papel del Estado latinoamericano en la atención a la salud de las grandes mayorías. Tal como lo apuntó en el caso mexicano, López Obrador, quien para enfrentar la crisis sanitaria y económica debe hacerse con “inversión pública para el desarrollo y el bienestar del pueblo”. De lo contrario, de seguir con el modelo privatizador de la atención médica, llevará a lo que ya ocurre en la mayor potencia del mundo: el desastre del pueblo de los Estados Unidos de Norteamérica. Nación que desgraciadamente producto de un capitalismo tremendamente salvaje, ha generado que la pandemia sume más de 400 mil infectados y casi 13 mil fallecidos por el COVID-19 (08-abril-20) y que la tragedia en la nación más poderosa de la tierra siga sumando más víctimas en tan corto tiempo como no lo ha vivido nunca en su historia.
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