Revueltas cumple 45 años de fallecido -14 de abril de 1976-, y si bien sus novelas y sus libros de cuentos gozan de mayor divulgación, y así como sus poemas circulan en nuevas ediciones, la lectura profunda de su obra se mantiene pendiente.
Cristóbal León Campos / Para Con Nuestra América
Desde Mérida, Yucatán. México
Siempre militó, eso se sabe, pero continúa incomodando. La vasta obra que legó incluye ensayos y reflexiones sobre la historia y la realidad nacional como México: una democracia bárbara, Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, México 68: juventud y revolución, Dialéctica de la conciencia, entre otros. Pero casi ninguno es leído en las academias, están satanizados, ¿y cómo no?, fueron pensados bajo la óptica del compromiso, pecado caro ante la pureza del saber. Los escritos agudos y provocadores de Revueltas aún padecen la censura, antes fueron prohibidos por los conservadores e incluso por el Partido Comunista Mexicano, ahora, se les ignora con delicadeza curricular. Durante su vida enfrentó múltiples formas de censura, incluso a la más terrible: la autocensura.
Revueltas cumple 45 años de fallecido -14 de abril de 1976-, y si bien sus novelas (Los muros de agua, El luto humano, Los errores, El apando y más) y sus libros de cuentos (Dios en la tierra, Dormir en tierra y otros) gozan de mayor divulgación y así como sus poemas circulan en nuevas ediciones (El propósito ciego), la lectura profunda de su obra se mantiene pendiente. No se trata de ponerlo en un pedestal, él solito se bajaría y lo reprocharía, se trata de perderle el miedo a la vida y perdérselo a Revueltas, quien, comprometido con la existencia humana, vivió entregado a la palabra, militó en sus filas e incluso la adoró. Su deber con la Revolución es permanente, no claudicó ni en su propio sepelio convertido en mitin por sus allegados. Pero la Revolución para el autor de propuestas teóricas como la “autogestión” y el “autogobierno” no se limita a la transformación de la sociedad, hay en su obra, un carácter tan íntimo que permite mirar la propia sublevación interna que lo convulsionó durante su estancia en Los días terrenales, como los llamara.
Llegó al mundo envuelto en cenizas, escribió para no llorar y lloró alguna vez por lo que escribió, su carácter convulso generó estragos en su físico tanto o más que en el mismo seno de las organizaciones a las que perteneció. Sin pensarlo, la imagen del Hombre Nuevo ronda su figura, no la reivindica, pues se supo “impuro”, pero desapegado a la materialidad vivió entregado a la utopía reflejada en sus actos.
Su disposición por defender la libertad lo llevó a participar en donde la ortodoxia no veía esperanza, al iniciar el movimiento de 1968, sin dudarlo se sumó como el más humilde compañero, postergó otra vez su vida personal, para convertirse en el fervoroso acompañante de la juventud que hasta hoy se recuerda, y, ante la represión, escribió en su ensayo “Gris es toda teoría” desde Lecumberri: “Nos persiguen por eso; por ir, por amar, por desplazarnos sin órdenes ni cadenas. Quieren capturar nuestras voces, que no quede nada de nuestras manos, de los besos, de todo aquello que nuestro cuerpo ama. Está prohibido que nos vean. Ellos persiguen toda dicha. Ellos están muertos y nos matan. Nos matan los muertos. Por eso viviremos”.
Revueltas vive a pesar de que muchos de sus biógrafos aseguren que siempre andaba deseando la muerte, fue siempre un militante de la palabra, un marxista decidido y un comunista irredento que se renueva y milita cada vez que ejercemos el compromiso de sentir como nuestro el sufrimiento de los condenados y desposeídos del mundo.
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