Brasil podrá ser un nicho generador de nuevos sueños y de la posibilidad real de realizarlos en armonía con la Madre Tierra y abierto a todos los pueblos.
Leonardo Boff / Servicios Koinonia
Hay interpretaciones clásicas sobre la formación del Brasil como nación, pero ésta del analista político Luiz de Souza Lima es seguramente singular y adecuada para entender a Brasil en el actual proceso mundial de globalización: La refundación de Brasil: rumbo a una sociedad biocentrada (Rima, São Carlos 2011). Su punto de partida es el hecho brutal de la invasión y expropiación de las tierras brasileñas por los «colonizadores» a base de esclavitud y de la sobreexplotación de la naturaleza. No vinieron para fundar aquí una sociedad sino para montar una gran empresa internacional privada, una verdadera agroindustria, destinada a abastecer el mercado mundial. Ello resultó de la articulación entre reinos, iglesias y grandes compañías privadas como la de las Indias Occidentales, la de las Orientales, la holandesa de Mauricio de Nassau, con navegantes, mercaderes, banqueros, sin olvidar a las vanguardias modernas, dotadas de nuevos sueños, en busca de un enriquecimiento rápido.
Ocupada la tierra, se trajeron aquí caña de azúcar y después café, tecnologías modernas para la época, capitales y esclavos africanos. Éstos eran considerados «piezas» a ser comprados en el mercado y carbón a ser consumido en los ingenios azucareros. Con razón afirma Souza Lima: el resultado fue la aparición de una configuración social original y desconocida por la humanidad hasta aquel momento, creada únicamente para servir a la economía; en Brasil nació lo que se puede llamar la «formación social empresarial».
La modernidad en el sentido de utilización de la razón productivista, de voluntad de acumulación ilimitada y de explotación sistemática de la naturaleza, de creación de vastas poblaciones excluidas, nació en Brasil y en América Latina. Brasil, en este sentido, es nuevo y moderno desde sus orígenes.
Europa pudo hacer su revolución, llamada modernidad, con su derecho y sus instituciones democráticas, solamente porque fue sustentada por la rapiña brutal hecha en las colonias. Con la independencia política de Brasil, la formación social empresarial no cambió su naturaleza. Todos los impulsos de desarrollo producidos, no consiguieron diluir el carácter dependiente y asociado que resulta de la naturaleza empresarial de nuestra conformación social. La tendencia del capital mundial global todavía hoy es intentar transformar nuestro eventual futuro en nuestro conocido pasado. A Brasil le cabe ser el gran suministrador de materias primas, con poco valor añadido, para el mercado mundial.
La empresa Brasil es la categoría clave, según Souza Lima, para entender la formación histórica de Brasil y el lugar que le ha sido asignado en el actual proceso de globalización desigual. El desafío consiste en gestar otro que nos sea adecuado y que nos dibuje un futuro diferente. La inspiración viene de algo muy nuestro: la cultura brasileña. Ésta fue elaborada por los esclavos y sus descendientes, por los indígenas que quedaron, por los mamelucos, por los hijos e hijas de la pobreza y del mestizaje. Gestaron algo singular, no deseado por los dueños del poder que siempre los despreciaron y nunca los reconocieron como sujetos e hijos e hijas de Dios.De lo que se trata ahora es de refundar Brasil, «construir por primera vez una sociedad humana en este territorio inmenso y bello, lo que nunca ocurrió en toda la era moderna desde que Brasil fue fundado como empresa; fundar una sociedad es el único objetivo capaz de salvar a nuestro pueblo». Se trata de pasar de un Brasil como estado económicamente internacionalizado a un Brasil como sociedad biocentrada.
Como sociedad humana biocentrada, el pueblo brasilero dejará atrás la modernidad, corrompida por la injusticia y por el lucro, que está conduciendo a la humanidad a un abismo. No obstante, la modernidad entre nosotros, para bien o para mal, nos ayudó a forjar una infraestructura material que puede permitir la construcción de una biocivilización que ama la vida en todas sus formas, que convive pacíficamente con las diferencias y con la capacidad de sintetizar los más distintos factores.
En este contexto Souza Lima asocia la refundación de Brasil a las promesas de un mundo nuevo que debe suceder a este agonizante, incapaz de proyectar cualquier horizonte de esperanza para la humanidad. Brasil podrá ser un nicho generador de nuevos sueños y de la posibilidad real de realizarlos en armonía con la Madre Tierra y abierto a todos los pueblos.
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