El Che imaginó al hombre nuevo en una Cuba en la que coexistía el capitalismo con el socialismo real. Se esperaba que este último con todos sus vicios ganara la batalla. Hoy Cuba es una isla que sigue buscando una sociedad justa contra un planeta neoliberalizado y lleno de infamias.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
En los primeros días de enero de 2012 estuve con Myrna Torres Rivas en su casa en el Reparto Kohly de La Habana. Myrna, mujer extraordinaria, bella a sus 82 años, rebelde como siempre. Crítica de cualquier forma de autoritarismo. Digna hermana de Edelberto y sobre todo digna hija de ese gigante ético que fue don Edelberto Torres, memorable mentor en Guatemala y patriarca moral del sandinismo nicaragüense. Me siento en una de las salas de su casa y me veo junto a Lisett mi esposa, junto a Mario René “el remachón” Chávez, el veterano revolucionario quien se encuentra de visita en la isla. Finalmente junto a mi amiga de muchos años, Mélida Turcios Lima quien es residente en Cuba desde hace 35 años. La plática es amena y viva. Myrna nos cuenta de su activa vida social en los últimos días de 2012, visitas de gente de diversas partes del mundo, sus impresiones críticas y preocupación sobre su siempre amada Guatemala. No puedo dejar de ver en ella a la bella jovencita, balletista de la Escuela Nacional de Ballet en Guatemala, en el primer lustro de los años cincuenta. Esa muchacha que tanto impresionó al joven médico argentino Ernesto Guevara, quien escribió en uno de sus diarios que Myrna “rompía corazones”.
Myrna habla del Comandante Ernesto Che Guevara no como tal. Ella lo recuerda como el guapo y desaliñado joven que vivió en la Guatemala de Arbenz. El Comandante, icono mundial, para ella es simplemente “Ernesto”. Pero “Ernesto” junto a Fidel, Camilo Cienfuegos y Julio Antonio Mella -el joven líder estudiantil asesinado en México por el dictador Machado-, son las grandes figuras morales en Cuba.
El legado moral del Che es incuestionable. Su austeridad, probidad, congruencia entre haceres y decires, temeridad en el combate, voluntad internacionalista, rebeldía e irreverencia lo hacen el prototipo de algo que siempre propugnó: el “hombre nuevo” que sería el arquitecto de una Cuba y un mundo nuevo. Muerto a los 40 años, el Che será por siempre el joven revolucionario absolutamente congruente. Nadie lo verá encanecido, con bolsas en los ojos, embarnecido, asentado en un cargo y viviendo merecidamente los honores de su entrega a la causa revolucionaria en Cuba.
Y contrasto esta imagen eternamente joven del Che y sus ideales con la Cuba de ahora. En los años sesenta, congruente con su idealismo moral, el Che fue un adalid de los “estímulos morales” para todos aquellos hombres y mujeres que hicieran aportes a la revolución. Congruente con su realismo, el brillante economista proveniente del Partido Socialista Popular (comunista), Carlos Rafael Rodríguez, expresó que eran imprescindibles los “estímulos materiales”. Hoy lo políticamente correcto en Cuba es decir que ambos son necesarios. Pero después de décadas de privaciones y penurias, advierto en una parte importante del pueblo cubano la legítima aspiración a una vida sin limitaciones. Me ha tocado hacer fila para comprar algo y ver cómo la persona que va delante de mí se lleva lo que yo quería comprar. La proliferación del “cuentapropismo”, el surgimiento de diferenciaciones sociales, la aparición incipiente de una capa social acomodada, la presencia hasta ahora imbatible de la corrupción me hacen ver que “el hombre nuevo” del Che es una lejana utopía. Dicho sea de paso, la corrupción denunciada por Fidel desde 2005 y ahora recalcada por Raúl en su discurso en la clausura del período de sesiones de la Asamblea Popular, dista del cielo a la tierra con respecto a lo que he visto en México y Centroamérica.
De todos modos hoy en Cuba el reino de la necesidad se está imponiendo. Miles y miles de cubanos se están registrando como cuentapropistas y miles también se están dando de baja porque no hay materias primas accesibles o porque simplemente sucumben a las leyes del mercado y no tienen éxito en sus microempresas. Bienvenidos a la lógica implacable del capitalismo. Hoy el interés individual lentamente se convierte en un poderoso motor de la actividad económica. Hay quienes tienen éxito, están ubicados en la franja de negocios de la isla con el extranjero, están metidos en el lugar correcto para hacer dinero. No debe extrañarle al visitante que los restaurantes de alta calidad como el que lleva el nombre de “Los Nardos” (frente al capitolio) esté lleno de cubanos de la isla y no de Miami. Igualmente se puede decir de los centros comerciales (“Shoppings”). Hoy Cuba ha liberalizado la venta de automóviles y viviendas, en tres años se ha cuadruplicado el número de personas que tienen un celular (1 millón 200 mil) y lánguidamente surge el equivalente a una clase media acomodada.
El Che imaginó al hombre nuevo en una Cuba en la que coexistía el capitalismo con el socialismo real. Se esperaba que este último con todos sus vicios ganara la batalla. Hoy Cuba es una isla que sigue buscando una sociedad justa contra un planeta neoliberalizado y lleno de infamias.
Así de sencillo.
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