Quizá mañana la austeridad explote en las manos de las corporaciones y sus rufianes políticos. Quizá alguien cambie la silla de los prestamistas por una eléctrica. O el hombre es un hombre, o tolera ser sólo un pelele de los que mandan.
Alberto Daneri / Tiempo Argentino
(Fotografía: el pasado 19 de febrero, miles de trabajadores protestaron en Madrid contra la reforma laboral del gobierno de Mariano Rajoy)
Con toda África, la mitad de los EE UU y un tercio de Europa en la penuria, ya no se puede tapar más el sol con la mano. Quedó claro que a los países no los conducen los políticos, sino la élite financiera. Y su aliada, la clase poseedora. Hoy, 1600 inversores tienen más poder que los 50 países más importantes. Y el mercado propaga la guerra de las “democracias” a los pobres como el aire de un ventilador. Los indignados critican sin plantear nada; y el sindicalismo calla, encubriendo al neoliberalismo. La dirigencia no sabe leer la ira juvenil (49% en España y 47% en Grecia con desempleo), que ve a la crisis como una cacería organizada. Y a la deuda como el aparato diseñado para someter. Y no redistribuir. Siempre el capitalismo es la guerra: con la violencia o con la deuda. Para frenarlo, hay que anular su propaganda (“La historia es una fábula concertada”, decía Voltaire), uniendo a las masas en torno a una semilla, la justicia social. Y erigir algo nuevo, como ayer Perón creó la Tercera Posición.
Nadie tiene autoridad moral para imponer sacrificios a los pueblos. Todo este falso desendeudarse de Grecia, Italia, España y Portugal acabará en quiebra. A Grecia (11 millones de habitantes) sus verdugos le exigen tomar el préstamo más grande de la historia. ¿Qué parte es “deuda odiosa”, acuñada en alianza con los acreedores, como hicieron la dictadura y luego Cavallo, el cerebro de Menem y De la Rúa? Los economistas callan que EE UU usó ese rótulo en su provecho en 1899 tras la guerra con España y no pagó. Alemania tampoco pagó a Grecia la indemnización acordada tras la Segunda Guerra, por crímenes y deportaciones con un millón de muertos. En cambio, le demanda abonar 16 mil millones de euros por intereses de los bonos de 2012, lo mismo que dedica a su salud y educación. Los acreedores fingen que Grecia es la más insolvente. Pero su deuda externa, en millones de dólares, ocupa el puesto 18; enlazada al PBI, el puesto 9; y per capita está en el puesto 15, detrás de Francia, Alemania y Suiza. No es siquiera el país con más puestos públicos. La UE manipula a los pueblos, pues en la globalización la gestión no es propia sino compartida.
La Unión Europea es una suerte de política interior alemana, dueña de los ases ganadores. El secuestro de la democracia, el loco sueño de Hitler para dominar Europa, lo cumple Merkel, aunque este milagro alemán es otra falacia; desde hace seis años, sueldos de dos euros la hora para fregar platos y limpiar pisos; también 7 millones de empleos con los minijobs a 50 centavos la hora; es decir, 100 euros al mes. Ni alcanza para pagar el viaje al trabajo. Alemania tiene su más alto nivel de desempleo de los últimos 20 años, con los salarios más bajos de la Eurozona. Declinaron tres veces más rápido entre 2005 y 2010 y esto bajó el consumo. No existe el salario mínimo, se paga lo que se quiere. La destrucción del empleo la inició en 2003 el canciller Gerhard Schroeder, a contramano de los socialistas franceses que establecían la jornada de 35 horas, quitada por Sarkozy mientras prepara un referéndum para reducir la paga a los desocupados. Sin duda Alemania ostenta menor paro (6,7% frente al 23% de España y el 19% de Grecia), pero es un índice falso, con salarios ínfimos de 400 euros. Nunca tuvo esta desigualdad, de la cual se jactó Schroeder en 2005 en Davos, asegurando que mantenía el salario bien reducido. La Organización Internacional del Trabajo llamó a ese hábito la “causa estructural” de la crisis.
En tanto, en los últimos tres años en los EE UU perdieron sus hogares 750 mil personas; y una de cada cinco adeuda por su casa más de lo que vale. Rajoy en España engañó a todos: prometía no tocar el despido y luego lo instauró libre. Al despedido le daban 45 días de indemnización por año de labor; ahora sólo 20 días, con un tope de 12 meses, así haya trabajado 30 años; y en 24 cuotas. Además, la patronal festeja que los convenios se limitan a dos años y se perdió el derecho al acuerdo sectorial, aún poco valorado aquí. Cada persona tratará, sola, con su empresa. Para los medios hegemónicos españoles, comienza “una nueva cultura en la negociación colectiva”. Quizás nuestros sindicalistas, hoy exigentes, mediten lo que podría suceder cuando Cristina se vaya: otra década como la menemista, donde la mayoría de ellos fue el felpudo de las patronales. España lo garantiza con porrazos policiales a gente desarmada, para justificar una reforma esclavista que ofrenda a los pobres en el altar de los ricos. Por eso en Valencia, muy abatidos, dos hombres se pegaron un tiro al ser desalojados.
El laboratorio del neoliberalismo pasó de los EE UU (2008) a la Eurozona (2011). Ya Evita decía que el capitalismo “no tiene patria ni bandera”. Pero seguir las recetas recesivas es igual a cavar una fosa bajo los pies. “Todo el Estado será refundado”, notificó el premier griego. De nuevo la victoria de la impunidad, mientras a Grecia e Italia la gobiernan tecnócratas que nadie eligió, escogidos por las corporaciones. Si la sociedad griega se hartó del sufrimiento de los que menos tienen, con altruismo y valor debería evitar lo celebrado por los cipayos menemistas: que el país malvenda lo que es de todos y ellos sigan indefensos.
Quien conoce historia contemporánea no ignora que Latinoamérica le paga al imperio siete veces más de lo que recibió. Gobierne quien gobierne, seremos esclavos de usureros. Salvo que siga Cristina o surja otro
Kirchner, que apartó al FMI pues entendió que uno de cada cinco dólares de la deuda mundial se le debe al FMI o al Banco Mundial. Si la producción general del planeta es de 50 billones de dólares, ¿por qué el capital de préstamos es de mil billones? Causa la deuda esa gran codicia. Una apuesta sin riesgo con algún temor a no cobrar. Por ello colocan a un agente de cobro local (aquí quizás fue Cavallo, que vive gozoso en los EE UU con toda su familia) y hoy son Monti, Papademos, Merkel, Sarkozy u otros; ansían que mañana Macri ocupe ese lugar. En Suecia operan 4000 firmas of shore con accionistas anónimos, fundadas en paraísos fiscales. Y en los últimos diez años crearon en el mundo un millón de ellas. Mientras la gente padece, con una tasa del 0,1% en las transacciones financieras internacionales recaudarían anualmente 800 mil millones de dólares, y podría detenerse tanta desventura social. O amas a tu hermano o mueres por dentro.
Causa perplejidad el voto por la derecha en Buenos Aires, Europa o en los EE UU. El pueblo parece apurado por amputar los escasos derechos que posee. Y tiene hambre. Quizá despierte. El voto ya no basta: necesita resistir. Quizá vuelve la hora de la emancipación. Quizá mañana la austeridad explote en las manos de las corporaciones y sus rufianes políticos. Quizá alguien cambie la silla de los prestamistas por una eléctrica. O el hombre es un hombre, o tolera ser sólo un pelele de los que mandan. “Aún falta lo mejor”, advertía el cantante Al Jolson. Con millones de desaparecidos sociales, el planeta puede tornarse el 1984 de George Orwell (sumiso al Gran Hermano), o un sitio donde construir sueños.
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