Desde España, Arantxa Tirado considera que detrás de esos rojos hay diversas intensidades. En todo caso, que es un escenario geopolítico contrahegemónico a EEUU.
Tiene razón Arantxa, ese es uno de los rasgos que en América Latina sirven para calibrar la orientación ideológica de un gobierno: su posición frente a los Estados Unidos, y la actitud de este frente al gobierno respectivo.
El contexto en el cual se da (nuevamente) este alineamiento es distinto al que se conoce como la primera ola progresista. En nuestra opinión, hay dos elementos que son muy importantes en esta nueva situación: la guerra en Ucrania y la profundización del enfrentamiento Estados Unidos-China.
El primer elemento coloca a los Estados Unidos en una posición relativamente conciliatoria debido al tema del petróleo. Este aspecto se expresa de forma concentrada en su política hacia Venezuela, en donde ya se están sintiendo los efectos del aflojamiento de algunas de las “sanciones” estadounidenses.
El segundo ya estaba presente hace diez años, cuando China paso a constituirse en socio comercial prioritario de varios países latinoamericanos. Ecuador es un ejemplo relevante en este sentido. Pero la guerra abierta de los Estados Unidos con ella no era aún tan evidente como lo es ahora.
En este nuevo contexto, es especialmente relevante no solo la victoria de Lula sino también la de Petro en Colombia. Este país ocupa, junto a Venezuela, un lugar geoestratégico central en la región, y por primera vez tenemos ahí un gobierno que no teme ni se enfrenta con su vecino, como ha sido la tónica y que, por el contrario, se aproxima cordialmente. Son dos países bolivarianos que coordinados pueden tener un peso importantísimo.
El nuevo panorama ha ido soltando los amarres que mantenían a Venezuela en un lugar de asedio. Seguramente la participación de Nicolás Maduro en la Cop 27 en Egipto lo pone especialmente de manifiesto. Los contactos formales e informales de Maduro y la actitud, por lo menos no abiertamente hostil de políticos de las grandes potencias, son casi como una “presentación en sociedad” que cambia el último escenario que había montado Washington con Juan Guaidó. Si antes fueron las guarimbas, y luego la fantochada de este ”presidente provisional”, ahora son los migrantes, pero la presencia y gravitación del presidente venezolano en este cónclave muestra un giro cualitativo importante.
Tiene razón Tirado cuando dice que las intensidades de los rojos del mapa son desiguales, porque en ese conjunto están desde quienes están ocupados tratando de construir la nueva agenda progresista de la región, hasta quienes no logran comprender la importancia de construir un frente común regional, como es el caso de Gabriel Boric, quien, con sus declaraciones descalificadoras de las elecciones municipales en Nicaragua, le hace un flaco favor a esta causa.
Se trata, pues, de un mapa apenas orientativo que debe matizarse, que da cuenta de una dinámica que seguramente se irá aclarando más el año entrante luego que asuma la presidencia Lula, el gobierno de Petro se afiance y la carrera por la presidencia en los Estados Unidos defina la política exterior norteamericana en la nueva coyuntura. Pero, en términos generales, el panorama muestra un giro favorable para procesos que apuntan a posiciones latinoamericanistas que refuercen intereses progresistas.
2 comentarios:
👍👍
Excelente artículo.
Comparto sus conclusiones.
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