Ninguna historia es igual a otra. Se sabe. Cada una es particular y obedece a un momento y lugar dado. Sin embargo, los procesos que las contienen pueden asimilarse puesto que guardan ciertos signos demasiado evidentes como para desconocerlos. Coinciden básicamente con debilitar al Estado y favorecer el mercado, evitando la mayor participación de la riqueza e inclusión de derechos a los sectores más vulnerables; las mejoras sustanciales a las condiciones de vida, educación, vivienda, salario y empleo, dentro de una simple y grosera observación, puesto que en ambos países los cambios logrados fueron aplastantes y, dada su magnitud, la reacción de las fuerzas conservadoras fue enérgica, empleando una metodología descomunal, con todos los medios a su favor.
En el caso de Brasil, destituyeron a través del juicio político (impeachment) a Dilma Rousseff en 2016 y encarcelaron durante 580 días a Ignacio Lula Da Silva, haciéndole la vida imposible a través de los medios de comunicación, emergiendo, como dice el politólogo español Asbel Bohigues, una fuerza de derechas desacomplejada o derecha avergonzada, “abiertamente defensora de valores ultraconservadores, asociada a las bancadas parlamentarias de las tres B: Biblia, bala y buey. Y la B que mejor ha articulado esa nueva fuerza, hasta el punto de darle su propio ismo, ha sido Bolsonaro.”[1]
Pero… a pesar de todo esto, sabemos, Lula logró ganar la segunda vuelta electoral el 30 de octubre y encaminarse hacia su tercer mandato, hecho único en la historia del gigante vecino.
Con la transición en marcha y con el Congreso en contra, Bolsonaro y sus seguidores sigue acosando y erosionando la gobernabilidad con los cortes de ruta y los llamados de rebelión que hacen los fanáticos, algunos miembros de cultos evangélicos, cuya cruzada cobra niveles inverosímiles, fuera de toda racionalidad o discusión democrática.
En Argentina a la ex presidenta Cristina Fernández no le fueron mejor las cosas, las acusaciones por la causa de los cuadernos, llevó a la justicia a realizar excavaciones buscando dinero enterrado en la Patagonia como a buscar cuentas en el exterior y su hija Florencia sufrió un acoso que puso en riesgo su salud. No contentos con ello, le realizaron un atentado que, afortunadamente no logró el cometido y ahora, los autores materiales e ideológicos son respaldados jurídicamente, impidiendo poner de manifiesto que fue el hecho más grave ocurrido en el país desde la recuperación de la democracia. Cristina Fernández de Kirchner ocupó varios cargos legislativos, fue dos veces presidenta, siendo elegida en su último mandato por un 54%. En 2015, el candidato del peronismo, Daniel Scioli, sacó un 48,6%, imponiéndose el liberal Mauricio Macri por un 51,4%.
Sería apresurado hablar de un tercer mandato de Cristina Fernández de Kirchner, verdadera artífice de la fórmula del Frente de Todos que ganó en 2019.
¿Se imaginan? ¿Mujer, morocha y argentina, tres veces presidenta en un país tradicionalmente machista? Sólo el fundador del movimiento nacional justicialista, el General Juan Domingo Perón, “el macho” como se decía antaño, tuvo un tercer mandato.
Pero bueno… es demasiado pronto para aprontar candidaturas y pergeñar resultados tan próximos y tan distantes, según se lo mire desde diversos ángulos y posiciones.
Por lo tanto, habrá que esperar y seguir siendo cautelosos; respetuosos de los diálogos internos de quienes tienen en sus manos las grandes decisiones nacionales.
Esperar el acto del Día de la Lealtad, donde hable la vicepresidenta en ausencia de Alberto Fernández en gira por Europa.
Mientras tanto, el andamiaje y barricadas del entramado jurídico presidido por la Suprema Corte, cuyos dos jueces de la misma fueron nombrados por Decretos de Necesidad y Urgencia DNU por el ex presidente Macri a pocos días de asumir, llega a extremos de trasgresión e intentan avanzar sobre las atribuciones del Poder Legislativo y el Ejecutivo, éste último en la figura de la vicepresidenta, sobre la que no cesan las agresiones. Esto en relación a las últimas discusiones en el Senado de la Nación por la conformación de la Cámara de Casación encargada de nombrar los jueces.
Situación grave que preocupa al Papa Francisco, quien envió estos días una carta a la Asociación Argentina de Profesores de Derecho Penal AAPDDP, entidad presidida por el juez Alejandro Slokar, en la que destaca: “Para que la función penal no se convierta en un mecanismo cínico e impersonal, necesitamos personas nutridas en formación técnica, pero sobre todo apasionadas por la Justicia”, y les pidió (que sean) …” conscientes del gran deber que cumplen”. Siguiendo más adelante…” el llamamiento que realizo a ustedes, como expertos, es que contribuyan a la promoción del ejercicio de las funciones académicas y judiciales con apego a compromisos éticos.”[2]
En ambos casos, el argentino y el brasileño, la mitad de la población está a favor de estas ideologías de extrema derecha, favoreciendo a los llamados libertarios que están en contra de la interrupción voluntaria del embarazo, las nuevas libertades de género, quieren arrasar con derechos sociales conseguidos a través de largas luchas de los trabajadores y los colectivos feministas, llegando a extremos negacionistas de la ciencia con propuestas cuasi medievales.
Las manifestaciones violentas de los fanáticos exponen un odio feroz e intentan sembrar el miedo a su paso. Odio y miedo en su camino, lejos de toda racionalidad que alguna vez distinguió a la criatura humana. Armados hasta los dientes en algunos lugares, algunos estados de EEUU y Brasil, parecen dispuestos a aniquilar al opuesto, visto no como simple adversario, sino como enemigo.
Cuentan con el aval de las embajadas del imperio, la bendición de Trump, las fundaciones libertarias con sede en Florida o en Madrid, por donde pasan dirigentes para formarse como antes lo hacían los oficiales y suboficiales de las FFAA latinoamericanas por la Escuela de las Américas en Panamá.
El neoliberalismo hizo estragos y arrasó con las conquistas sociales que llevaron tanto tiempo y esfuerzo. Los organismos e instituciones del Estado fueron debilitados favoreciendo a las grandes multinacionales y al capital concentrado interno, a quienes el calentamiento global no les importa en lo más mínimo. Situación que se profundizó de manera exponencial con la pandemia y la guerra de Ucrania.
El revés sufrido este miércoles por los republicanos en las elecciones de medio término en EEUU, resultado equiparable al de 1986, inesperado tanto por Biden como por Trump, muestra de algún modo la insatisfacción de la población, sobre todo en las generaciones jóvenes temerosas de la gran división existente en el país. Señal que, también de algún modo, las derechas vernáculas deberían advertir como un retroceso en sus expectativas. Hecho que, en política tiene un efecto contrario, a mal tiempo buena cara y hay que mostrar rostros sonrientes que cubran fisuras y debilidades.
La democracia brasileña estará a prueba a partir del primer día de enero próximo, Argentina, más allá del candidato del Frente de Todos, deberá consolidar las políticas de estos años azotados por la deuda del macrismo, pandemia y la guerra en Ucrania rumbo a las elecciones presidenciales de 2023. De ello no depende sólo la inmensa mayoría de la población argentina, sino el progresismo de la región, conforme la estrecha relación de los máximos dirigentes del Frente de Todos con los presidentes de la región, el electo Ignacio Lula Da Silva, el mexicano Andrés Manuel López Obrador, el chileno Gabriel Borich, el boliviano Pedro Arce, el colombiano Gustavo Petro, el peruano Pedro Castillo. Hecho político celebrado por la Comunidad Europea, dadas las últimas reuniones realizadas con la Celac. De allí la importancia de la actual gira del presidente argentino por las capitales europeas.
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