Esta
crisis es también una crisis de alternativas porque, a estas alturas, ya no
está tan claro, como parecía estarlo hace treinta años, que el socialismo sea
la alternativa, y eso crea confusión en las filas de quienes no apuestan por
los intentos de salida de la crisis a través de más capitalismo.
Rafael Cuevas Molina/Presidente
AUNA-Costa Rica
La
tendencia dominante en nuestros días es la de la continuidad y profundización
de la crisis del capitalismo en el mundo. Frente a nuestros ojos se
tambalean gigantes corporativos como el Deutsche Bank, o surgen controversias
como la del pago de impuestos de Apple a Irlanda por una cantidad que equivale
a su presupuesto anual en salud. Mencionamos solamente a manera de ejemplo
estos dos casos recientes, de hace no más de cuatro meses, como episodios de
esta situación.
En
este contexto, el problema central de nuestra época es esta crisis del
capitalismo y las formas que ha asumió actualmente en su desarrollo. La más
importante: la globalización neoliberal.
Las
reacciones a la crisis del capitalismo contemporáneo se está manifestando en
nuestros días como una resistencia o rebelión ante la globalización. Los dos
ejemplos recientes harto conocidos son el Brexit en Gran Bretaña y el fenómeno
Trump en los Estados Unidos. Son reacciones que provienen de la derecha y que
critican la estrategia central de expansión del capitalismo en los últimos
cuarenta años.
Esta
crisis del capitalismo es también una crisis
civilizatoria, es decir, de la forma dominante de vinculación de la
humanidad con su medio ambiente, entendiéndolo a este como el entorno natural
humanizado.
Esta
crisis es también una crisis de
alternativas porque, a estas alturas, ya no está tan claro, como parecía estarlo
hace treinta años, que el socialismo sea la alternativa, y eso crea confusión
en las filas de quienes no apuestan por los intentos de salida de la crisis a
través de más capitalismo. Esta situación está siendo aprovechada,
mundialmente, por las fuerzas de derecha.
En
este contexto, en América Latina, como continente en donde se han intentado
respuestas que se consideran a sí mismas como alternativas, deberíamos hacer un
balance de los procesos de cambio que han ocupado nuestra atención desde por lo
menos la llegada de Hugo Chávez al poder en 1998. Un balance del papel y la
situación de los sujetos políticos que hicieron posible esta situación. En este
sentido, es importante el tema de la democracia, lo que expresado en clave
progresista o de izquierda quiere decir el tema de la participación popular.
Asimismo, el tema de la articulación del nuevo modelo reivindicativo, en el
cual tienen un lugar central los de los derechos de la naturaleza, los de la
soberanía alimentaria, los de la soberanía energética, los de la soberanía
financiera (que implica debatir el modelo económico).
Y, a
partir de ese balance, pensar en cómo articular la concreción de un sujeto
popular que exprese una alternativa frente al capitalismo que incluya todos
esos temas como un programa de cambio.
Esto
está en pañales. Lo que los gobiernos progresistas latinoamericanos han logrado
hacer en estos años ha sido a la creación de un sujeto consumista y, por lo
tanto, acorde con el modelo humano neoliberal: han ampliado el horizonte del consumo
y no han construido una alternativa al capitalismo.
El
capitalismo busca seguir con la inserción subordinada de América Latina que se
expresa en esa vieja metáfora de nuestras tierras como traspatio de los Estados
Unidos. Proyectos populares que apuesten por un modelo alternativo al
capitalismo deberían establecer estrategias para cambiar esta situación. Esto
solo se logra mediante el trabajo mancomunado y solidario de todos los países
latinoamericanos. Es por eso que los esfuerzos que apuntan a la integración
cooperativa y solidaria como la ALBA, UNASUR y otros orientan en la dirección
correcta.
América
Latina ha sido el principal lugar del planeta que en los últimos veinte años ha
intentado construir una alternativa al capitalismo desde posiciones progresistas
y de izquierda. Actualmente, tal emprendimiento ha perdido vigor, pero es
fuente de grandes enseñanzas para la construcción de un proyecto distinto al de
la derecha mundial, que está irrumpiendo con fuerza en la vida política contemporánea.
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