Para
quienes alguna vez se ilusionaron con que los Estados Unidos podían ser un
aliado de algún programa político progresista en el Triángulo Norte
centroamericano, las elecciones en Honduras han venido a ser un balde agua
fría.
Rafael Cuevas Molina/Presidente
AUNA-Costa Rica
Estas
ilusiones nacieron por la actitud que respecto a Guatemala han mantenido
algunas figuras del gobierno norteamericano y la embajada misma, en relación
con el trabajo de la CICIG, las manifestaciones de indignados en contra de la
impunidad y la corrupción en el Congreso y otros órganos del Estado.
Partiendo
de esos antecedentes, se ha llegó a considerar a los Estados Unidos como una
especie de aliado que pudiera inclinar la balanza en pos de un cambio que, de
alguna forma, contribuyera a desplazar del poder a quienes se han aprovechado
durante años del aparato de Estado, y diera paso a “otra cosa”, tal vez una
fuerza progresista “sana”, que pusiera coto a tanta podredumbre, y abriera las
puertas a formas de organización social por lo menos no tan excluyentes como
las que han prevalecido hasta ahora.
Lo
que demuestran una vez más, sin embargo, las recientes elecciones en Honduras,
es que los Estados Unidos no están realmente del lado de nadie más que de ellos
mismos. Lo que en esencia buscan en la región es atemperar algunos problemas
que les están haciendo mella a ellos, y crear condiciones propicias para el
funcionamiento de sus capitales en una región de su periferia inmediata.
Si
para lograr esos objetivos es necesario mostrarse como la potencia democrática
que busca erradicar la corrupción y promover los derechos humanos, se muestra
como tal. Pero si lo que se necesita es apoyar los desmanes como los que están
llevando a cabo en Honduras, se apoyan. No tiene necesidad de aparecer en la
foto y mostrarse de cuerpo entero. Para eso están sus acólitos, los mandaderos
de siempre, en este caso la OEA y sus observadores, que no tienen escrúpulos en
hacer el paripé de árbitros preocupados.
Al
final, las fuerzas que pugnan por la no reelección tienen muchas posibilidades
de quedar al margen, de ser derrotadas por el aparato ya puesto en marcha y, en
poco tiempo, quedar como una anécdota más en el prontuario de la democracia
hondureña.
Tanto
Guatemala como Honduras han mostrado en los últimos tiempos la única salida
auténtica que les queda: la de las salidas autóctonas, es decir, propias,
basadas en sus propios intereses y en la más amplia unidad. Las manifestaciones
guatemaltecas contra la corrupción y de apoyo a la CICIG son un ejemplo. La
revitalización del movimiento estudiantil universitario es una muestra de cómo
se está gestando un espíritu nuevo que incide en distintos espacios del
movimiento popular.
Y el
hecho de haber podido conformar una propuesta electoral de base amplia, cuyo
integrantes se han opuesto al fraude de forma activa en Honduras, es también
otra muestra en este sentido.
En
países en donde el movimiento popular ha sido históricamente tan golpeado; en
donde sus mejores cuadros han siendo asesinados, lo que ha incidido en su
capacidad de análisis y acción; en donde la población misma ha sufrido
constates estrategias del miedo que llevan a la parálisis política a amplio
sectores de la población; en donde todo esto sucede, el simple hecho que las
fuerzas no mermen, que sigan en pie de lucha aunque sea muchas veces dando
palos de ciego, constituye una muestra del grado de desesperación al que han
sido orillados.
El
Plan Alianza para la Prosperidad que ha pergeñado los Estados Unidos no es más
que una careta, una cortina de humo, una propuesta vana; como han sido tantos
otros planes anteriores, empezando con la Alianza para el Progreso, allá por
los ahora lejanos sesenta, y pasando por otro sinnúmero de alianzas, planes y
proyectos, que siempre han dado al traste.
Apoyar
ahora a los hondureños que resisten el fraude es apoyar esos esfuerzos por
encontrar vías propias de, primero, oponerse y, luego, proponer y tratar de
construir desde lo nuestro y con nuestras propias manos, independientemente del
carácter de esas fuerzas que hoy son protagónicas.
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