Este mundo
en el que vivimos, esta casa de todos, como dijo el papa Francisco, no puede
darse el lujo de que algunos de sus líderes vivan como tuercas locas sin
importarles ni el orden ni el caos que han generado y haciendo lo que en cada
momento piensan según sus reglas e intereses, como monarcas de una sociedad
contaminada por hálitos de grandeza.
Luis Manuel Arce / Prensa Latina
El
presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump, anunció al mundo la inauguración
de una nueva era de rivalidad internacional que puede ser muy explosiva y
desastrosa, al dar a conocer su Estrategia de Seguridad Nacional (ESN).
Como
antecedente de lo que significa la ESN, Trump aprobó la semana pasada un
presupuesto militar record de 700 mil millones de dólares, y en Naciones Unidas
se representante levantó en solitario su mano en el Consejo de Seguridad para
oponerse a un acuerdo que anularía la indebida proclamación de Jerusalén como
capital de Israel.
Tres toques
muy fuertes de los tambores de guerra de
la Casa Blanca que reactualizan los tiempos de aquellas amenazas que ponían al
mundo al borde del holocausto nuclear las cuales nunca desaparecieron con la
caída de la Unión Soviética y el campo socialista europeo porque no se
generaban allí, sino en Estados Unidos. Es un acelerón a la carrera armamentista
y al proteccionismo económico y comercial despiadado.
Trump
quiere convencer a todos que el mundo está entrando en una nueva etapa de
competencia entre los grandes poderes con Moscú y Pekín como los rivales a los
que debe enfrentar Washington, y esa es la plataforma pública, argumental y
propagandística, de su ESN, la cual marca las grandes líneas que seguirá su
administración tanto en política exterior como militar.
"Enfrentamos
organizaciones terroristas, redes de delincuencia transnacional y otros que
esparcen la violencia y el mal alrededor del planeta. También hacemos frente a
potencias rivales, Rusia y China, que buscan retar la influencia, los valores y
la riqueza estadounidense”, dijo Trump sin molestarse en ir a las raíces del
terrorismo porque están bajo sus pies.
En realidad
él y quienes les escriben sus discursos, son muy poco creativos, pues algo muy
parecido dijeron los Bush padre e hijo -coautores del Talibán y el Daesh- horas
antes de atacar a Irak, aumentar el presupuesto militar y acelerar la carrera
armamentista que ni siquiera se tomó un respiro al desaparecer la URSS.
A pesar de
la debacle del campo socialista europeo, el Complejo Militar Industrial siguió
rompiendo récords de producción y venta de armas hasta "en los lugares más
oscuros del planeta" como bautizó Bush hijo a aquellos pueblos escogidos
para el sacrificio por poseer petróleo y otros minerales o estar situados en
puntos clave de la geografía para la estrategia militar expansionista de
Estados Unidos e Israel. La "nueva" ESN dinamiza a esa industria.
Trump es
mucho más patético que aquellos que lo antecedieron quienes tuvieron el
privilegio de creerse en realidad vencedores definitivos de aquella batalla que
comenzó en un Berlín hitleriano xenófobo y antisoviético en 1939, y terminó con
la caída del muro el 9 de noviembre de 1989 y el inicio de la postmodernidad.
Los Bush creían que la hegemonía unipolar era pan comido. Ambos han vivido lo
suficiente para saber que no.
Trump
piensa que el hegemonismo unipolar no se logró por fallas de sus antecesores y
cree casi doctrinariamente que con su nueva estrategia Estados Unidos podrá
dirigir un cambio de época del cual él mismo es consecuencia y no causa, de
allí su rimbombante consigna “Estados Unidos primero”.
Esa frase
no se sustenta en la protección del país, la promoción de la prosperidad, la
preservación de la paz y el impulso a su influencia en el mundo como falsamente
señala la ESN, sino en las debilidades de un sistema socio-económico y cultural
agotado y condenado a desaparecer a lo cual temen más que a sus supuestos
adversarios.
La
declaración de Jerusalén como capital israelí, y ahora la proclamación abierta
y sin empacho de una nueva estrategia de seguridad basada en la concepción
ultranacionalista de que los valores estadounidenses son claves para esparcir
la paz y prosperidad en el mundo, son tan brutalmente peligrosas que en todos
los confines del planeta debían encenderse las alarmas.
Sea o no
por algún tipo de patología, debería de existir un mecanismo extramuros
para impedir que exabruptos en cúpulas
de gobiernos tan poderosos sean causales de inestabilidad en el planeta.
Cuando un
presidente es multitudinariamente rechazado, como es el caso de Trump, y el
círculo cero del poder se divide y resquebraja, como aseguran ciertos
trascendidos al analizar la situación dentro de la Casa Blanca, la nación
parece desbalanceada y presa de una profunda crisis del espíritu que el
egocentrismo y la vanidad hacen más aguda y dañina.
Cuando los
hálitos de grandeza llegan al extremo de consignas nacionalistas,
segregacionistas, discriminatorias como “Estados Unidos primero”, y la
intolerancia trepa por encima de la razón a la más mínima creencia de que otros
pueden superar sus ideales de bienestar, se camina sobre territorio minado.
En la era
nuclear los anuncios de prepotencia galáctica son horrosamente explosivos y más
peligrosos todavía cuando todo gira en torno de un sistema de antihéroes que
funciona con una brújula moral de falsos valores emocionales y doctrinarios opuestos
a aquellos reconocidos por la sociedad.
Este mundo
en el que vivimos, esta casa de todos, como dijo el papa Francisco, no puede
darse el lujo de que algunos de sus líderes vivan como tuercas locas sin
importarles ni el orden ni el caos que han generado y haciendo lo que en cada
momento piensan según sus reglas e intereses, como monarcas de una sociedad
contaminada por hálitos de grandeza.
Hay
sobrados ejemplos de cómo mucha gente toma la vida con tal desenfado y falta de
responsabilidad que ni siquiera se dan cuenta que ellos mismos han deformado su
existencia, sus juicios, sus conceptos, y deslumbrados por el brillo de
ciudades como Sol pierden el sentido de lo colectivo y multidimensional y sólo
ven los extremos negros y grises de la relación humana. Eso es demasiado
peligroso.
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