¿Qué significa la
“democracia” en las condiciones que vive nuestra región? ¿Es ese destino trágico que hoy se dibuja en
el horizonte, nuestro único futuro posible? ¿No queda ya lugar para la
esperanza, la praxis de la liberación, la solidaridad y la justicia social en Centroamérica?
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa
Rica
En el año 2010, tan
solo unos meses después de que se perpetrara el golpe de Estado contra el
presidente Manuel Zelaya en Honduras, el sociólogo Edelberto Torres Rivas publicó
un artículo en la revista Nueva Sociedad
en el que abordó la delicada situación de la democracia en Centroamérica. En su
análisis, el intelectual guatemalteco acuñó la categoría de "democracias
malas" para caracterizar el devenir de los sistemas políticos y las
instituciones democráticas en nuestra región, en el período que va de la firma
de los acuerdos de paz de los años 1990 y la llamada época de las transiciones,
hasta nuestros días.
Reducida cada vez más
al “culto de las formas”, la democracia en nuestra región se ha venido
desfigurando y perdiendo su potencial sentido emancipador y ello lleva, en
palabras de Torres Rivas, a que se convierta en “una rutina que se desacredita
a medida que se ejerce, entre los millones de ciudadanos que habitan el sótano
del edificio [social], desinformados y sin interés por lo público, ahogados en
una carencia de los bienes que otorgan un mínimo de dignidad a la vida,
enfermos, analfabetos, sin trabajo ni protección objetiva por parte del Estado”.
Sociedades
desmoralizadas que constatan que la democracia política no resuelve los
problemas de la supervivencia cotidiana; el aumento de la desigualdad social y
la concentración de la riqueza, de la pobreza, la informalidad económica y la
falta de oportunidades; la conformación de Estados débiles, sin recursos,
ineficaces, corruptos y colonizados “por intereses corporativos”; los pactos antidemocráticos
y la concentración del poder, la infiltración del narcotráfico y el crimen
organizado en los partidos políticos y los gobiernos, la configuración de
Estados-paralelos para delinquir y usufructuar recursos públicos y “la intolerancia conservadora” de las elites
dirigentes en casi todos nuestros países, son algunos rasgos que definen el
perfil de nuestras democracias malas.
Con un serio agravante: la pobreza crónica y estructural que afecta a
Centroamérica, “produce ciudadanos mal informados y con bajo interés político,
que son portadores de una visión «alimenticia» de la democracia, dispuestos a
aceptar el mandato autoritario. Y esta clase de ciudadanía fomenta un poder
clientelista, patrimonial y personalista, con tendencias al populismo, al abuso
de los derechos humanos y todos los males propios del atraso”, sostenía Torres
Rivas.
Hemos vuelto en estos
días a la lectura del texto del maestro guatemalteco para comprobar su dolorosa
vigencia, mientras el
último Informe Estado de la Región nos recuerda que seis de cada diez
hogares centroamericanos son pobres (y de estos, tres sufren pobreza crónica) y
que más de 26 millones de personas viven con al menos una necesidad básica
insatisfecha; mientras observamos, con indignación, el curso de los
acontecimientos en Honduras, donde una vez más la voluntad popular es
violentada por los poderes fácticos y el proceso electoral se manipula para
sostener el statu quo posgolpista; mientras la crisis política se profundiza en
Guatemala de la mano de la impunidad; mientras la apatía electoral y las confrontaciones
internas devoran el vigor democrático en Nicaragua; mientras el primer
presidente del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional de El
Salvador es condenado por los tribunales de justicia por enriquecimiento
ilícito; y mientras en Costa Rica avanza el desmantelamiento de una red de
corrupción que había echado raíces en los poderes ejecutivo, judicial y legislativo,
y que tiene al país al borde una crisis republicana sin precedentes en nuestra
historia.
¿Qué significa la
“democracia” en las condiciones que vive nuestra región? ¿Es ese destino trágico que hoy se dibuja en
el horizonte, nuestro único futuro posible? ¿No queda ya lugar para la
esperanza, la praxis de la liberación, la solidaridad y la justicia social en Centroamérica?
Democracia: ¡cuántos
crímenes se cometen en tu nombre!
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