Lejos de avanzar, el mundo pareciera
caminar hacia atrás; las fuerzas retrógradas de la historia intentan imponer a
sangre y fuego una lógica de muerte y destrucción, de hambre y miseria, pero
“no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista” como dice el
proverbio popular.
Sergio
Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde
Caracas, Venezuela
La crisis
del sistema no solo se manifiesta en términos económicos y financieros que es
la cara más visible del problema. La esencia de la sociedad capitalista es la
distribución inequitativa de la riqueza y, en esta etapa imperialista, la
acumulación concentrada de la misma. Eso se ha ido expresando en años
recientes, en los que a pesar de la crisis, las ganancias de una minoría ha
aumentado de forma exponencial: en 2014, 85 personas ostentaban la mitad de la
riqueza mundial, eso se redujo a 62 en 2016 y a solo 8 este año. Por el
contrario, la pobreza y el hambre crecieron en el planeta por primera vez en 15
años. Las cifras son suficientemente elocuentes para expresar el fracaso de
este sistema como modelo de prosperidad y buen vivir de sus habitantes sin
embargo, se hacen esfuerzos descomunales para seguir sosteniendo una razón que
cae hecha pedazos ante las evidencias.
Cuando se
revisan las noticias del planeta en los últimos días se asiste a un axiomático
desquiciamiento existencial en los comportamientos de estadistas y políticos
que sólo son reflejo de la desesperación por mantener el poder a toda costa en
condiciones de crisis palpable. Tal vez, al hacer una retrospección histórica
podremos encontrar que no existen alteraciones -respecto de actuaciones
anteriores-, referidas al deformado uso de la democracia como instrumento de
paz y convivencia social, el problema es que los expedientes de esta democracia
tal como la conocemos se están terminando y los poderosos están recurriendo de
manera obligada a la prepotencia y la soberbia, a la represión y la fuerza, al
asesinato y la guerra como instrumentos para sostenerse en el poder, maximizar
ganancias y avasallar a los pueblos.
En África,
el presidente de Francia Emmanuel Macron, durante una visita a Burkina Faso,
cual jerarca imperial, se permitió humillar al presidente del país que lo
acogía durante un discurso en la universidad de la capital, fue de tal
dimensión el exabrupto colonial que el mandatario burkinabés Roch Marc
Christian Kaboré se vio obligado a abandonar abruptamente la sala, respondiendo
de manera digna al insuflado bufón galo, cuya popularidad decrece aceleradamente
en su país. Paralelamente, la ONU descubrió con “horror” que cientos de años de
colonialismo en el continente africano y la “intervención humanitaria” de la
OTAN en África recientemente, han generado un fenómeno que el líder libio
Muamar Gadafi vaticinó con precisión, muchos años antes. Como si hubiera
descubierto el agua tibia, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados
afirmó que “Demasiado a menudo, las medidas en relación con las rutas del
Mediterráneo se han centrado en cómo controlar, disuadir y excluir. Esto puede
tener un efecto deshumanizador y, aún más importante, por sí solo no ayuda a
los refugiados y migrantes” y agregó, “Los graves abusos perpetrados contra
migrantes y refugiados en las rutas del Mediterráneo central ya no pueden ser
ignorados”. Todo ello, después que se
descubrió que en pleno siglo XXI, los inmigrantes son subastados como esclavos
en Libia. Rasgando vestiduras los mandatarios europeos reunidos en Cumbre junto
a sus pares africanos, buscan explicación a tan salvaje práctica, sin reconocer
que sus países han sido los responsables directos de esta situación que escapa
al entendimiento más elemental, y que solo tiene esclarecimiento en la perenne
y ancestral barbarie europea, continente del que han emergido las actuaciones
más tenebrosas, brutales y crueles de la historia de la humanidad, para después
venderse a sí misma como región civilizada del planeta. Nunca podrán darse
cuenta que las intervenciones militares que generan y las guerras que procrean
les terminarán estallando en su propio territorio en forma de incesantes
migraciones masivas y, peor aún, en repulsivo terrorismo que como siempre,
afectará la vida de inocentes ciudadanos inermes, víctimas en primer lugar de
sus propios gobernantes.
Por su
parte, Arabia Saudita ha inaugurado una nueva forma de simultánea lucha
política y recaudación de impuestos, el novedoso método consiste en capturar a
los rivales políticos, llevarlos a un centro de detención y obligarlos bajo
tortura que paguen sumas multimillonarias de dinero por su libertad. De esa
forma, el joven sátrapa saudita Mohammed bin Salman, pretende seguir
financiando el genocidio contra el pueblo de Yemen y el apoyo al terrorismo en
el mundo, bajo la atenta mirada y la bendición de Estados Unidos y Europa.
En Estados
Unidos, el presidente Donald Trump y la ultraderecha nazi y fundamentalista que
con cada vez mayor cercanía lo arropa, han desatado como nunca antes un espiral
guerrerista que comienza a asustar a la propia ciudadanía estadounidense que está
empezando a resentir la aplicación interna de su propia medicina. La
exacerbación de sentimientos nacionalistas, xenófobos, racistas, misóginos y
homofóbicos que se manifiestan en el plano interno, pero también en el
internacional preocupa a millones de ciudadanos decentes de estados Unidos y el
mundo. En el colmo de la desfachatez, después de haber tomado medidas
restrictivas para el trabajo de los medios de comunicación rusos, y tras
acciones de iguales características y dimensiones adoptadas por Rusia, la
vocera del Departamento de Estado de Estados Unidos Heather Nauert afirmó que
"La nueva legislación que permite al Ministerio de Justicia calificar como
'agentes extranjeros' y supervisar o bloquear ciertas actividades en internet
supone otra amenaza a la prensa libre en Rusia". Para los que no lo
entienden, las medidas tomadas por Estados Unidos son de defensa de su país,
pero si las mismas son establecidas por otra nación, manifiestan una expresión
de violación a la libertad de expresión. Que alguien me explique este doble
rasero que solo mentes idiotas son capaces de exteriorizar.
No andan
las cosas mejor en nuestra región, las sacrosantas elecciones que se vendían
como el templo de la democracia, hoy son abiertamente una expresión
prostibularia de la política. En Chile, los militares en retiro, sostenedores
de la dictadura militar y de la Constitución aprobada fraudulentamente en
dictadura que rige ese país, se reunieron con el ex candidato de la ultra
derecha fascista José Antonio Kast para expresar a través de él, su decisión de
apoyar a Sebastián Piñera en las elecciones del 17 de diciembre “para salvar al
país de un nuevo gobierno marxista”. Kast aprovechó de agradecer el apoyo del
“mundo militar, evangélico y conservador” que le dio 8% de votos en primera
vuelta. Es de suponer que si se están preparando para salvaguardar al país del
“marxismo duro” como le llaman, en caso que gane Guillier (quien por cierto, no
le llega ni a la suela de los zapatos al presidente Salvador Allende) estarían
dispuestos a otro 11 de septiembre, lo cual paradójicamente será apoyado por
aproximadamente la mitad de los chilenos que votan, lo cual no supera el 22% de
los ciudadanos en edad de hacerlo.
En otra
latitud de América Latina, específicamente en Honduras, parece estarse
consumando un fraude. Cualquier analista que se especialice en temas
electorales sabe que con un 60% de votos escrutados y un 5% de diferencia, es
imposible una remontada. En Honduras, sí está ocurriendo con la mirada cómplice
del gobierno de Estados Unidos que vocifera histéricamente ante cualquier
resultado electoral en Venezuela, pero ampara este repugnante saqueo de la
voluntad popular. Al igual que en 2009, la oligarquía de ese país amparada en
el poder de los militares más trogloditas del continente, pretende una vez más
violentar la democracia, cosa que se puede hacer cuando eres amigo de Estados
Unidos. La base militar de Washington en Palmerola se encuentra en alerta de
combate, lista para apoyar al corrupto devenido presidente Juan Orlando
Hernández, en su afán de continuar otros 4 años expoliando las arcas nacionales
y asesinando luchadores sociales. Sólo la paralización del país y la
movilización del pueblo, lamentablemente con un seguro costo de sangre podrá
impedir que se consume el golpe de Estado, made in United States.
Lejos de
avanzar, el mundo pareciera caminar hacia atrás; las fuerzas retrógradas de la
historia intentan imponer a sangre y fuego una lógica de muerte y destrucción,
de hambre y miseria, pero “no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo
resista” como dice el proverbio popular. En momentos como éste, siempre
recuerdo al Presidente Allende cuando en el trance de inmolarse para no
defraudar la lealtad del pueblo, nos legara su optimismo para siempre: “mucho
más temprano que tarde se abrirán las grandes alamedas, por donde pase el
hombre libre a construir una sociedad mejor”, aunque los milicos fachos, los
Kast y los Piñera de Chile y el mundo pretendan impedirlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario