Reducidas
las instituciones de la república por el ejercicio caprichoso de los
caprichosos niños ricos en el poder que sólo atienden sus negocios, resulta
funcional que jueces de pacotilla, personajes de sainete ejerzan el ministerio
público con aviesas intenciones, de allí que ruede frecuentemente la testa de
la justicia, ante la mirada atónita de la plebe.
Roberto
Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde
Mendoza, Argentina
Otra
explosión de fuegos de artificio que, multiplicada por la usina mediática que
custodia minuto a minuto la subjetividad colectiva, intenta disimular la
andanada de cachetazos que sufre cotidianamente la sociedad, desde tarifazos y
aumentos de combustibles, recortes jubilatorios, reforma laboral y constante
pérdida de derechos, dado que ni la muerte de Santiago Maldonado, la de Rafael
Nahuel y la persecución de los mapuches, la prisión de Milagro Sala, ni la
pérdida de los 44 tripulantes del ARA San Juan que ni sus propios defensores
pueden ocultar tanto descontento ni las manifestaciones masivas, ayer jueves 7
de diciembre, el país despertó con la orden de detención impartida por el juez
Claudio Bonadio contra CFK, (cuyos actuales fueros la protegen), Carlos
Zannini, Luis D’Elía, Jorge Youssef Kahlil y Fernando Esteche, funcionarios
todos de la gestión anterior, sin que exista juicio ni condena.
El expediente
elegido fue el tratado con Irán que nunca entró en vigencia, aunque fue votado
por ambas cámaras del Congreso. El cargo de “traición a la patria” contra la
senadora Cristina Fernández es porque entre los considerandos el juez Claudio
Bonadio, estima que tanto el atentado a la AMIA como a la Embajada de Israel no
constituyen actos de terrorismo sino hechos de guerra. Tan desmedida y
aberrante es la acusación que cabe destacar, que sólo ha habido un caso por
traición a la patria en el país y se remonta a 1936, cuando el Mayor del
Ejército Guillermo Mac Hannaford fue condenado por pasar información durante la
Guerra del Chaco, entre Bolivia y Paraguay.
El juez
Claudio Bonadio, de 61 años, se recibió de abogado en la UBA en 1988 a los 32
años y, en 1992 dio un salto a la política y luego a la Justicia, siendo
secretario de Carlos Corach, Secretario Legal y Técnico de Carlos Menem, quien
al año siguiente, lo propuso como juez de Morón escribiendo su nombre junto al
de otros adeptos, en una servilleta, entre gallos y medianoche.
De
raquíticos o inexistentes escrúpulos, este hombre calvo, excedido en peso al
punto de lucir desprolijo en su vestir, aunque se lo quiera mirar con afecto,
resulta desagradable y, sus pares lo tratan con desdén y de anti juez, cuyo
pedigrí no le llega a la suela de los zapatos de millones de trabajadores
honestos que ahora pelean por mantener los derechos adquiridos.
Jueces
intocables, que no pagan impuestos y con cargos vitalicios, surgidos de la
profesión de abogacía, donde la tradición de mediopelo los doctora de oficio,
como los hacen las cortes provinciales con su juramento, sin llegar a los
requisitos académicos de ese nivel, son chantas profesionales como reza la
jerga popular. Que luego se dediquen a defender delincuentes o, a enarbolar
causas denigrantes que ofenden hasta a los propios, es un paso leve.
Desde la
creación del Consejo de la Magistratura, Bonadio ha acumulado 51 denuncias, de
las cuales 41 fueron desestimadas, 8 continúan en trámite y de las otras dos
restantes, recibió sanciones.
Estos
magistrados, sobre los cuales la Nación ha depositado el sagrado ejercicio de
su potestad jurídica y la sociedad su confianza en el mantenimiento y solución
de conflictos de las relaciones tanto privadas como públicas para la natural
convivencia armónica, negocian su desempeño con el gobierno de turno para
mantener privilegios, se ofuscan cuando se los acusa de judicializar la
política e intentan defenderse todo el tiempo desde los medios, como las
coristas en los programas de chimentos, porque como ellas, viven pendientes del
qué dirán y visten al último grito de la moda.
Bien lo
sabía el mentiroso mayor, cuando proclamaba la necesidad de una justicia
independiente y nombraba a dos jueces de la Suprema Corte con Decretos de
Necesidad y Urgencia en los primeros meses de su gestión. También y bajo su
inspiración lo sabía Laura Alonso de la Oficina Anticorrupción que doblegó la
apuesta esta última semana intentando que se procesara a la ex presidente,
quien estuvo sin fueros dos años y hubiera podido ser juzgada sin
inconvenientes. Pero, ante la inminencia de su asunción, el día lunes, había
que armar un berrinche descomunal que no resiste el menor análisis.
Dentro de
esa atmósfera armada, donde las papas queman por doquier, no han tenido
presente las reuniones de la Organización Mundial de Comercio, previstas para
la semana entrante donde el presidente Mauricio Macri ya sentó precedentes al
impedir el ingreso de personas invitadas por razones de seguridad y estos
acontecimientos, visto por ojos extranjeros, pueden significar un revés
significativo, sobre todo en los ansiados inversores.
Sin
embargo, como en otras oportunidades, agotado y sin fuerzas, el primer
mandatario ya partió hacia la estancia Potrerillo de Larreta, en Alta Gracia,
Córdoba, dispuesto a reponer energías y paz espiritual, como lo describe su apologista y consejero, el
provocador, Jaime Durán Barba, “Macri, felizmente es un ser humano con
sentimientos al que no lo atontó el poder; más que político, sigue siendo la
persona con virtudes humanas de siempre”.
Esa visión
idílica y privada, a años luz del hombre de a pie, propia del núcleo estrecho y
opulento que pretende manejar la res pública, que se obnubila con el futuro e
ignora y descree de las enseñanzas del pasado, que niega las necesidades de las
mayorías y se burla con desplantes y acciones del sistema democrático que los
llevó al poder, comienza a advertir que la nueva composición del Congreso no
les va permitir seguir haciendo de las suyas y que, todos los abusos judiciales
se van a volver en su contra. Ya pasó y no sólo una vez, sino muchas.
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