En la novela, ubicada hacia 1327, el agotamiento de la Edad Media se hace evidente en el conflicto y las guerras entre el Papado y el Sacro Imperio Romano-Germano por la hegemonía en lo que hoy llamamos Europa. En el plano de la cultura, este conflicto se expresaba ya en los primeros signos de ruptura entre la vieja cultura medieval y la que anuncia la transición a la modernidad, representadas en el monje ciego Jorge de Aragón, y el sacerdote franciscano Guillermo de Baskerville, respectivamente. Faltaban aún doscientos años para el cisma de Occidente, y cien más para el nacimiento del mercado mundial. No en balde, la últimas palabras del franciscano, son “Hay demasiada confusión aquí. Non in conmotione, non in conmotione Dominus.”[3]
De esa clase de conmoción son los cambios que nos ha tocado conocer a principios del siglo XXI. Al respecto, dice el analista argentino Julio Gambina,
La globalización o mundialización impulsada desde los 80/90 del siglo pasado se sustentaba en la “cooperación” global para el “libre comercio”, afirmada en la base del desarrollo de las fuerzas productivas impulsadas por la innovación tecnológica, la informática, la inteligencia artificial y la difusión de la digitalización. Esa base material supuso un crecimiento de la productividad del trabajo que interviene en la disputa del ingreso a favor de la ganancia y en contra de los ingresos populares, especialmente ante los problemas económicos del 2020/22, cierre económico y pandemia mediante. La situación se expresa en el alza de los precios, que se manifiesta como inflación y que preocupa al poder mundial ante la desestabilización y aliento al conflicto social que ello puede generar. De ese modo, lo que aparece en la coyuntura de los últimos años del sistema mundial, es una dinámica de “no cooperación” que viene desde antes de la pandemia. [4]
Para Gambina, tales cambios en el llamado “tablero de las relaciones internacionales” constituyen señales del “desorden” del orden vigente desde 1991, “e indicios de búsquedas de nuevos rumbos en la conducción del sistema mundial.” La circunstancia inmediata, sin embargo, es de tal complejidad que muchos perciben este cambio de épocas desde la perspectiva de un fin de los tiempos, agravada además por la activa deshistorización de toda cultura llevada a cabo por el noeliberalismo de 1990 acá.
Porque en efecto, esto es a un tiempo nuevo y no. Los cambios de época se han expresado siempre en un incremento de las tensiones sociales, las contradicciones económicas y los conflictos políticos que, llevado a sus grados extremos, han dado lugar a enfrentamientos militares. El surgimiento del mercado mundial, por ejemplo, fue un periodo de guerras de conquista y de enfrentamientos que condujeron a la creación de monarquías coloniales, primero, y de Estados republicanos después. ¿Y qué decir de la transición entre aquel la primera organización colonial del sistema mundial y su subsiguiente organización internacional, intermediada por la Gran Guerra de 1914-1945?
Lo importante, ahora, es que un tiempo se agota ante nuestra vista, mientras otro emerge de las posibilidades que esa alteración en el curso de lo que hasta hace poco tendíamos a considerar “normal”. Porque en efecto, ¿cómo puede ser “normal” un circunstancia en la cual – dice Gambina – “la preocupación por la pandemia continua y la inflación volvió a la agenda de los problemas en la economía mundial, en un marco no resuelto de “cambio climático”, a lo que ahora se agrega el conflicto bélico por la hegemonía en Eurasia?
Quizás cabría decir que todo esto se agrava debido a que –en la misma medida en que aún no alcanzamos a comprenderlo en toda su complejidad– carecemos aún del lenguaje correspondiente a la nueva realidad que emerge. Por lo mismo, debemos cuidar el uso del lenguaje que muere, y contribuir a la construcción del que demanda el tiempo que viene.
En tiempos así, Guillermo de Baskerville aconsejaría tomar como punto de partida el lugar y la función de cada parte en la evolución del todo, recordándonos además la superioridad de de lo real sobre lo ideal, la del tiempo sobre el espacio y, en particular, la de la unidad sobre el conflicto. Eso nos ayudará a comprender el curso del mundo si conocemos el camino que nos ha traido a la circunstancia que hoy llamamos nuestra. A eso se refiere Christopher Wickham – historiador de otra gran transición, la del mundo antiguo al medieval- cuando nos dice que el desarrollo histórico “no va a ninguna parte, sino que, al contrario, procede de algún sitio.”[5] Para Guillermo de Baskerville había demasiada confusión en la fase inicial de la descomposición del mundo medieval en que Umberto Eco le dio vida. Hoy, probablemente, podría construir mejor sus preguntas desde el reino de este mundo.
Alto Boquete, Panamá, 7 de marzo de 2022
NOTA:
[1] “Crece”. Patria, 5 de abril de 1894. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. III:121.
[2] El Nombre de la Rosa y apostillas. (2016) Traducción de Ricardo Pochtar. Lumen, España.
[3] Op. Cit., p. 667.
[4] Julio C. Gambina / 27/02/2022. “El conflicto entre Rusia y Ucrania es expresión del desorden mundial. https://www.alainet.org/en/node/215009.”
[5] Europa en la Edad Media. Una nueva interpretación. Crítica, Barcelona, 2017. http://www.elboomeran.com/upload/ficheros/obras/europa_en_la_edad_media.pdf
1 comentario:
A ver si es posible. Estamos hartos de los santurrones que esconden su completa falta de profesionalismo con olor de santidad. Cómo esta persona no puede no saber lo que hace, hay que colegir que es cínica.
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