Enoch Adames M. / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
Ucrania y las relaciones de poder
Vistas las relaciones de poder a nivel internacional desde las perspectivas de P. Kennedy y H. Kissinger, como un mundo en permanente transformación, la crisis en y de Ucrania constituye un gran momento de inflexión. Momento que obliga a replantearnos desde la sociología histórica y las relaciones internacionales, las profundas transformaciones de poder en curso, a nivel de la geopolítica. Transformaciones que exigen repensar las relaciones internacionales en transición hacia una nueva estructura de poder, caracterizada por el tránsito de una Unipolaridad Globalista a una Multipolaridad a nivel internacional. Esto es lo que algunos autores han denominado un “nuevo momento histórico” (Dierckxsens-Formento).
Puede parecer una obviedad—no siempre registrada por las anteojeras ideológicas propias en los alineamientos acríticos e incondicionales—, pero las estructuras de poder, políticas, económicas y militares, del ordenamiento sistema-mundo, reflejan no solo el equilibrio de los estados en un momento determinado; reflejan también, cambios en las competencias del sistema global.
Este orden es lo que Sanahuja denomina la “estructura histórica del sistema internacional", caracterizada por la globalización económica del Consenso de Washington. “Estructura histórica” que combina, según Sanahuja, capacidades materiales, instituciones y normas; más ideas y conocimientos. Esta demás decir el carácter turbulento y lleno de conflictos que tiene este orden unipolar, de inestable dominio y precaria hegemonía, que se resiste ceder espacio a un orden multipolar.
Qué es lo que está cambiando
No es un secreto que China compite con empresas globales de EE. UU. en la mayoría de los sectores de alta tecnología. La relación importación-exportación de productos tecnológicos ha cambiado favorablemente hacia China, en lo que va de este milenio en relación con los EE.UU. La pérdida de liderazgo en sectores de alta tecnología y ser solo dominante en la industria automotriz y aeronáutica, limita las capacidades competitivas de EE.UU. , en el juego geopolítico. Como manifiestan Dierckxsens y Formento, “Pekín es hoy uno de los fabricantes más grandes del mundo de productos de alta tecnología como robots industriales, chips y máquinas herramienta. Los titanes estadounidenses ven cada vez más complicada la competencia con los gigantes chinos”.
Sobre Rusia—que podríamos calificar como un régimen de capitalismo monopolista de Estado—, en lo que va del siglo XXI se ha reposicionado como una gran potencia energética, desarrollando una red de oleoductos y gasoductos. Esto le ha permitido constituirse en un polo de poder, tanto en Europa como en los grandes ejes económicos y demográficos del Asia Oriental (China, India, Japón, Corea del Sur). Este monopolio energético constituye, sin duda, un factor de tensión a nivel de la geopolítica internacional (A.T. Gutiérrez).
Rusia ha desarrollado plataformas muy importantes en la investigación científica con fines civiles y militares, especialmente en la física nuclear. Ejemplo de la investigación rusa es la bomba termobárica explotada en el 2007, con un poder de destrucción mayor que la similares británicas y estadounidenses. Igualmente es un fabricante importante en la industria aeroespacial de punta (A. Bonilla). Es evidente que este tándem China-Rusia, constituye un factor muy importante en las futuras transformaciones de la estructura histórica del sistema-mundo.
La Crisis en y de Ucrania
El enfrentamiento Rusia-EE. UU. (OTAN), según analistas, se inicia a mediados del año 2000, en la segunda administración de Putin. Ya adelantada la década, Rusia reaparece como una potencia global—no siempre reconocida, por la geopolítica “narcisista” de EE. UU.—, con un “crecimiento económico logrado por los altos precios de los hidrocarburos, la recuperación de su Estado y el fortalecimiento de sus grandes monopolios de materias primas” (S. Pérez Benítez).
Es en este contexto que la estrategia de Washington se movió en la dirección de frenar este reposicionamiento de Rusia, con avances de la OTAN hacia el Este; acciones diplomáticas y económicas orientadas a aislar a Rusia en las organizaciones internacionales; y toda una estrategia mediática tendiente a demonizar a nivel internacional la figura de V. Putin.
De las acciones más beligerantes del tándem británico-estadounidense en la OTAN, fue el golpe de estado en el 2014 en Ucrania, con el propósito de apuntalar “un Estado nacionalista hostil a Rusia en su flanco occidental” (S. Pérez Benítez). Golpe de estado que pretendía mover a Ucrania a la esfera de influencia de la Unión Europea y de la OTAN, militarizar el país e instalar armas nucleares.
El poder del derecho y el derecho del poder
Justificar la invasión a Ucrania como método de resolución de conflictos, es absolutamente reprochable. Atenta contra el derecho internacional. Sin embargo, esa normativa parece letra muerta, cuando se trata de ejercer relaciones de poder invocando los intereses estratégicos de la potencia en cuestión.
No hay que olvidar que, en el momento del más puro y duro unilateralismo, el presidente Bush le recuerda a la ONU que no necesita “el permiso de nadie” para atacar a Irak (El País, 7/3/ 2003). Desde Jimmy Carter (4), pasando por R. Reagan (6), G. Bush (padre) (9), B. Clinton (8), G, Bush (hijo) (2) y B. Obama (8), los Estados Unidos han efectuado 37 intervenciones, Panamá incluida. Resulta paradójico, que quienes se erigen en defensores de la autodeterminación e independencia de los estados, sean los que han hecho del intervencionismo la forma de mantener y consolidar posiciones en la estructura del poder mundial.
Corolario
Paul Kennedy escribe en su libro citando a Halford J. Mackinder, geopolítico y geógrafo inglés: «las grandes guerras de la Historia... son resultado, directo o indirecto, del crecimiento desigual de las naciones». No obstante, lo anterior, si queremos comprender y posiblemente explicar las opciones y las acciones de los estados en la geopolítica internacional, hay que entender un conjunto de condicionamientos: la naturaleza del sistema interestatal, la distribución del poder (capacidades económicas, políticas, militares e institucionales), y los factores de hegemonía internacional (representación simbólico-cultural, ideas y conocimientos). La crisis de hegemonía del actual globalismo histórico financiero, político y militar, es parte del problema.
Por supuesto, igual importancia tienen las características históricas de las edificaciones estatal-nacionales, que atraviesan a las distintas naciones y construyen sus demarcaciones territoriales de seguridad. La ética importa para preservar lo humano, pero para explicar las guerras, de poco sirve. No olvidemos lo que sentenció Carl von Clausewitz, hace 190 años aproximadamente, “la guerra es la continuación de la política por otros medios”.
El autor es sociólogo. Académico de diferentes universidades en Costa Rica y Panamá.
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