sábado, 15 de junio de 2024

América Latina: el miedo nuestro de cada día

 Recientemente, queridos amigos me llevaron a recorrer Quito un domingo a altas horas de la noche. La ciudad estaba desierta, y verla así me remitió a recuerdos de mi infancia y juventud que creía enterrados, cuando en Guatemala los regímenes militares de extrema derecha establecían largas temporadas de toque de queda o estado de sitio.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica 

Otro dato revivió en mí aquellos lejanos años: aunque en aquella noche quiteña viajábamos en un automóvil de alta cilindrada y herméticamente cerrado, cada vez que en una esquina nos detenía alguno de los semáforos que seguían funcionando en el vacío, quienes nos acompañaban entraban en pánico y apremiaban al conductor para que no se detuviera y siguiera la marcha, aunque tuviera que pasarse en rojo.
 
Lejos de ahí, en Chihuahua, en la frontera entre México y Estados Unidos, migrantes entrevistados dan como una de las razones principales para emprender el largo y peligroso camino hacia el norte el miedo a las bandas del crimen organizado que lucran a costas de los secuestros, los peajes, los impuestos y muchas otras formas de extorsión de las que no se salvan ni siquiera los que prácticamente no tienen ni para sobrevivir.
 
 De esos migrantes, las mujeres también aducen con frecuencia el miedo a sus parejas, que en el universo reducido del hogar las someten a verdaderos regímenes de terror de los que no pueden escapar si no es huyendo lo más lejos posible, pues en nuestros países están prácticamente desvalidas, y muchas de ellas corren el riesgo de ser víctimas de feminicidio.
 
El miedo a ser asaltado en la calle, y aún en la propia casa, acosa a buena parte de la población latinoamericana, lo que hace que escenas como las que describo al inicio sean cada vez más frecuentes en las ciudades. ¿Cuántos padres y madres de familia no se ven constreñidos a pedir a sus hijas que no anden solas por la ciudad después de cierta hora, incluso sabiendo que eso va en contra de principios de igualdad de género y libertad con los que, tal vez, ellos mismos están de acuerdo?
 
Países hasta ahora conocidos por su tranquilidad, como Uruguay y Costa Rica, también han visto crecer los índices de criminalidad. 
 
Por su parte, esa sensación de inseguridad y miedo es terreno fértil para que políticos inescrupulosos lleven agua para su molino, viéndola como una oportunidad para establecer sociedades cada vez más controladas, en las que a cambio de políticas que ofrecen seguridad se instalan regímenes autoritarios, algunos abiertamente dictatoriales.
 
Bukele se ha transformado en el modelo de mano dura para resolver este problema. Su método necesita suspensión de garantías, lo que significa la posibilidad de cometer atropellos que lastiman a amplios sectores de la población. Son decenas de miles los que se calcula que están cumpliendo condena de cárcel solo porque se sospecha de ellos, o tienen signos externos en sus cuerpos- como tatuajes- que los hace sospechosos.
 
Una de las primeras acciones de la ministra de seguridad de Javier Milei, Patricia Bullrich, al asumir el puesto, fue visitar a El Salvador con el ánimo de aplicar la experiencia en Argentina.
 
 Lo mismo sucede con el gobierno de Noboa, en Ecuador, que limitó garantías y estableció el toque de queda durante dos meses apenas llegó al poder. 
 
El autoritarismo se entroniza de la mano del miedo a la violencia criminal, pero también al diferente, al migrante; a la policía, que se ha transformado ella también en un cuerpo represivo corrupto hermanado con el crimen organizado; a los políticos, que se constituyen en bandas que utilizan al aparato de Estado a su favor y en tu contra.
 
Se trata de la sociedad del miedo, en el que la gente cada vez más tiende a responder a estos estímulos buscando ampararse bajo el alero de quien ofrezca seguridad, importando cada vez menos el costo. 
 
La sociedad del capitalismo tardío ha creado estos monstruos y los seguirá creando en el futuro. Ya ha abierto las puertas y se están colando a pasos agigantados en la vida política. Tiempos de esta naturaleza no terminan bien y hay ejemplos en el pasado, pero parece que la humanidad no aprende de ello. Somos animales que tropezamos más de dos veces con la misma piedra.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es unaverdad muy preocupante y si se quiere doloroso pero es real . Excelente análisis.